A pocos días de la toma de posesión del magnate Donald Trump como Presidente de los EE.UU., se van clarificando las estrategias de los milmillonarios estadounidenses y estas no auguran nada bueno para las democracias liberales del planeta, muy en especial para las europeas. Estamos ante un cambio de paradigma en el que los ricos quieren intervenir en política y hacerlo en un sentido que violenta la soberanía de los estados y la voluntad de sus millones de ciudadanos. Y todo ello, con el único objetivo de seguir acumulando riqueza.
El propio Trump ha lanzado amenazas que deben ser tomadas en serio. Ha reclamado de muy malas maneras que los EE.UU. deben tener soberanía sobre Groenlandia —perteneciente a Dinamarca desde hace 600 años—, Canadá y el canal de Panamá. Lo más probable es que sean solo bravatas para intimidar pero, en cualquier caso, son inadmisibles porque debilitan las reglas que rigen las relaciones internacionales y, en última instancia, vienen a justificar agresiones como la de Putin en Ucrania. Sería el regreso a la ley del más fuerte que el mundo ya abandonó tras la segunda gran guerra del siglo XX.
El futuro responsable de un departamento de su gobierno, Elon Musk —el hombre más rico del planeta—, está utilizando su red X para influir en la política del Reino Unido y en próximas elecciones alemanas, apoyando sin recato, en este último caso, al partido pro-nazi AfD. Desde X, también ha atacado al primer ministro laborista, Keir Starmer, acusándole de cómplice de unas violaciones que sucedieron hace una década, cuando era Fiscal General. La red X entra en la categoría europea de “plataforma online muy grande” —cien millones de usuarios en Europa—, con la obligación de tomar medidas para prevenir la propagación de contenido ilegal y desinformación. Hace un año, la Comisión Europea abrió una investigación formal contra X por sospechas de infracciones en todos esos ámbitos. Pero el paso dado ahora es aun mayor: tratar de influir en la política europea desde un país externo.
Otro magnate, Jeff Bezos —el dueño de Amazon —, le precedió en la tarea de “influencer” político. En las últimas elecciones estadounidenses, prohibió al prestigioso diario Washington Post pedir el voto para Kamala Harris, rompiendo así su tradicional apoyo al Partido Demócrata. Se trata del diario que destapó el “caso Watergate” y que Jeff Bezos adquirió hace unos años. Su decisión ha provocado un gran malestar en la redacción, la protesta de casi todos los columnistas y la baja de numerosos suscriptores.
Mark Zuckerberg, el dueño de Meta —empresa propietaria de las redes Facebook, Instagram, WhatsApp y Threads, con 250 millones de seguidores en Europa y 3.000 en todo el mundo— ha dado un giro a su política de verificación de contenidos dañinos y ha suprimido a los verificadores independientes. Estos etiquetaron en la últimas elecciones europeas 68 millones de contenidos como falsos o injuriosos y un 95% de los usuarios evitó consumirlos. Ahora, ha dejado el campo libre a todo tipo de basura, incluyendo no solo opiniones políticas, sino también estafas financieras y pornografía. Queda lejos aquél Zuckerberg que pidió disculpas al Senado estadounidense por la complicidad involuntaria de Facebook en la campaña de la empresa Cambridge Analytica a favor de Trump en 2016.
En general, la gran empresa y banca estadounidenses se están alineando, por convicción o por temor a las represalias, con las políticas de Trump. El fondo de inversión BlackRock, que había sido hasta ahora un adalid de la descarbonización, ha renunciado a financiar inversiones en energías renovables. Se trata del mayor fondo de inversión del planeta con un patrimonio de 10,5 billones de euros —siete veces el PIB español— y su retirada tendrá una importante influencia negativa en la lucha mundial contra el cambio climático. Bancos tan importantes como JP Morgan y Citibank han tomado decisiones similares. Grandes empresas como Apple, OpenAI, Meta, Amazon y Uber han rendido pleitesía a Trump, donando millones de dólares para financiar el acto de inauguración de su mandato.
Por último, está el reciente acuerdo —por 1.500 millones de euros— entre las empresas SpaceX y Starlink de Musk y la primera ministra italiana Meloni para suministrar a Italia satélites de comunicación cifrada a través de Internet, poniendo así obstáculos al proyecto europeo de comunicaciones Iris-2.
Todos estos datos permiten visualizar con nitidez la nueva estrategia del complejo industrial-tecnológico americano: una vez situado en la presidencia de EE.UU., con muy malas artes, su representante Trump, y ocupado el nuevo gobierno con grandes magnates de los negocios, tiene garantizada la desregulación de los mercados y el abandono de las políticas climáticas dentro de su país. Ahora se trata de imponer esas mismas reglas en el escenario mundial y, para ello, la Unión Europea actual es un obstáculo porque promueve el multilateralismo, el libre comercio, la lucha medioambiental y el apego a los valores democráticos. Solución: intervenir en la política europea atacando a los gobiernos socialdemócratas, conservadores o liberales y favorecer la llegada al poder de las extremas derechas. También, acordar con gobiernos donde éstas ya están allí, como los de Hungría e Italia, para obstaculizar la políticas de cohesión interna, como el proyecto Iris, o las medioambientales.
El gran capital no quiere regulación, ni restricciones medioambientales, ni que obstaculicen la difusión de sus mentiras en las redes que controlan. Quiere ciudadanos sumisos y desinformados que consuman sin rechistar sus productos. Desea acumular todavía más riqueza en un mundo que ya es extremadamente desigual y está dispuesto a hacerlo por cualquier medio. Se trata de un ataque frontal a la democracia y a la soberanía de los estados y los europeos deberíamos tomar buena nota y prepararnos para defendernos. Hasta ahora, la reacción de la UE a los ataques de Trump y Musk ha sido bastante tímida.
Pero los magnates tienen un punto débil: somos nosotros los que alimentamos sus ganancias utilizando sus redes sociales y consumiendo sus productos. Si se empeñan en atacarnos, nada más fácil que darnos masivamente de baja de nuestras cuentas en X, Facebook, Instagram y del resto de ellas y apuntarnos a redes alternativas. Algunos anunciantes ya han empezado a hacerlo. Si los poderes públicos y las instituciones empiezan dando ejemplo, la emigración será mucho más fácil. Así impediríamos también que sus intoxicaciones tengan éxito.
En cualquier caso, con la llegada de Trump al poder vienen tiempos complejos, en tanto siguen presentes las amenazas y la guerra híbrida de Rusia y China contra Europa. Debemos estar atentos porque el sistema tan trabajosamente construido tras la Segunda Guerra Mundial está en grave peligro.