SEGURIDAD, TERRORISMO Y CRIMINALIDAD ORGANIZADA
La inestabilidad en Libia tiene un impacto importante en los países limítrofes, donde los problemas de seguridad, terrorismo, tráfico ilegal y flujos migratorios exacerban las tensiones regionales. La falta de control estatal facilita el contrabando de armas, drogas y combustible, al tiempo que permite la infiltración de grupos armados yihadistas, como Al Qaeda y el Estado Islámico, antiguo Daesh, que utilizan el país como base para organizar ataques en la región. En este contexto, Libia enfrenta múltiples disputas fronterizas que reflejan la complejidad geopolítica de su ubicación y las dinámicas de seguridad de la región.
La porosidad en la frontera con Túnez ha permitido el auge del contrabando y la actividad terrorista, además del flujo masivo de refugiados libios y de inmigrantes legales e ilegales hacia Túnez, influyendo en las comunidades que dependen del comercio transfronterizo. Argelia, comparte una vasta frontera desértica con Libia que facilita la actividad de las organizaciones yihadistas (AQMI y Estado Islámico) que aprovechan la permeabilidad fronteriza para cometer atentados, aumentando los riesgos de seguridad regional.
La falta de definición en la frontera entre Níger y su vecino ha convertido la zona en un corredor clave para la migración y el tráfico de personas hacia Europa, generando tensiones entre ambos países. Níger también se ha convertido en un punto estratégico para el contrabando de armas, drogas y personas hacia el Sahel, aprovechado por grupos libios y movimientos insurgentes (Tuareg y Estado Islámico), incrementando la inseguridad en la región. Además, Níger enfrenta una crisis humanitaria agravada por miles de migrantes africanos que atraviesan su territorio en su intento de llegar a Libia, lo que intensifica las tensiones a ambos lados de la frontera.
Persisten las tensiones entre Libia y Chad por la franja desértica de Aouzou, en el Sahara, un territorio históricamente disputado y escenario de enfrentamientos armados entre ambos países. En Chad, los rebeldes han utilizado el sur de Libia como base para lanzar ataques, como en el que asesinaron al presidente Idriss Déby (2021). Las comunidades transfronterizas, como los Tebú y los Zaghawa, se ven afectadas por estas disputas. Al mismo tiempo, la inseguridad en la región dificulta el acceso a recursos esenciales como el agua y el comercio.
Por otra parte, Libia se ha convertido en un mercado para mercenarios sudaneses que intensifican los conflictos en ambos territorios. Estos grupos armados utilizan Libia como plataforma para operar en regiones como Darfur, lo que afecta negativamente las relaciones y la estabilidad regional. Asimismo, la frontera entre Libia y Sudán, enfrenta desafíos relacionados con el control de recursos hídricos y la actividad de grupos terroristas como el Estado Islámico, lo que complica la cooperación entre ambos países.
Egipto, por su parte, considera su frontera con Libia como una amenaza directa debido a la actividad de grupos yihadistas que han perpetrado ataques en el Sinaí y el oeste del país. Para contrarrestar esta amenaza, apoya al Ejército Nacional Libio (ENL) liderado por Khalifa Haftar, compartiendo objetivos estratégicos en seguridad y en la lucha contra el islamismo político.
TERRORISMO
La caída de Gadafi provocó un colapso en la seguridad de Libia, lo que permitió a grupos terroristas como AQMI acceder a los vastos arsenales de armas del antiguo régimen. Estos depósitos contenían armamento avanzado, incluidos lanzacohetes, explosivos y municiones. Como resultado, Libia se ha convertido en un punto estratégico para las redes yihadistas dedicadas al tráfico de armas a través del Sahel y el norte de África. Además, el control del tráfico de personas hacia Europa les proporciona ingresos adicionales. Incluso colaboran con cárteles sudamericanos que utilizan Libia como una vía para el contrabando de drogas con destino al continente europeo.
Los grupos del Estado Islámico se financian con los secuestros, el contrabando, el tráfico de refugiados y el éxodo de inmigrantes causado por la desestabilización en la región.
Los grupos del Estado Islámico (1), operan de forma clandestina en áreas del sur y regiones desérticas de Libia. Explotan rutas de contrabando y tráfico humano, utilizando armas ligeras y explosivos improvisados (IEDs) para sus ataques. Además, llevan a cabo incursiones ocasionales contra convoyes armados. Ansar al-Sharia, aunque debilitado en los últimos años, mantiene redes en el este del país, promoviendo una agenda islamista radical y ejerciendo control territorial.
Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI) actúa tanto en Libia como en otras partes del norte de África, con una notable influencia en regiones del sur del país, como el desierto de Fezzán, cerca de las fronteras con Níger, Chad y Argelia. Estas áreas, caracterizadas por la debilidad en la seguridad, facilitan la movilidad y son clave para el tráfico de armas, combustible, drogas y personas, actividades que financian sus operaciones. Además, AQMI realiza secuestros para obtener rescates y explota recursos locales. Mantiene alianzas estratégicas con otras redes yihadistas, como Ansar al-Sharia y afiliados del Estado Islámico, adaptándose según sus intereses. También colabora ocasionalmente con grupos como el Frente de Liberación de Macina y Jama'at Nusrat al-Islam wal-Muslimin (JNIM), especialmente en el Sahel, fortaleciendo sus capacidades logísticas y militares.
Aunque AQMI no participa directamente en la lucha por el control político de Libia, aprovecha el caos para reorganizarse tras las operaciones antiterroristas en Argelia y Mali. Busca apoyo entre los Tuareg y los Tabú, estableciendo alianzas basadas en intereses comunes, aunque estas relaciones suelen ser frágiles y dependientes de factores locales. AQMI refuerza su financiación mediante actividades ilícitas y recluta combatientes entre comunidades locales y migrantes desplazados por el conflicto. Su presencia representa una amenaza no solo para Libia, sino para la seguridad regional, vinculando el conflicto libio con la inestabilidad en el Sahel y el Magreb.
REGRESO DE ISLAMISTAS LIBIOS DESDE SIRIA E IRAK
A estas problemáticas se suma el retorno de combatientes libios tras el colapso del Estado Islámico en Siria e Irak. El número de islamistas que regresaron de la guerra varía según las estimaciones, ya que no existen cifras exactas debido a la falta de registros oficiales y a la naturaleza clandestina de estos movimientos. Sin embargo, informes de inteligencia y organizaciones internacionales como el Grupo Soufan (2) estima que entre 800 y 1.500 libios viajaron a Siria e Irak para unirse a grupos extremistas como el Estado Islámico (ISIS) y Jabhat al-Nusra. De ellos, una parte importante habría regresado a Libia, especialmente tras la caída del Estado Islámico en Mosul (Irak) y Raqqa (Siria). Algunas estimaciones hablan de entre 200 y 400 combatientes retornados, lo que representa una amenaza significativa para la estabilidad y la seguridad regional.
Estos retornados han contribuido a la inestabilidad en el país, sumándose a grupos locales como Ansar al-Sharia y facciones leales al ISIS, que intentaron establecer un bastión en Sirte, Derna y Sabha, utilizando el país como base para planificar ataques en el norte de África y Europa. También se han integrado en milicias regionales u operan como células independientes, especialmente en áreas del sur y este del país.
El Gobierno de Acuerdo Nacional (GNA) y el Ejército Nacional Libio (LNA) han intensificado operaciones antiterroristas contra estos grupos, así como, la coalición liderada por Estados Unidos y otros actores internacionales han realizado ataques aéreos para eliminar a líderes clave y bases de estos retornados.
CAMBIO CLIMATICO Y MIGRACIONES
Los aumentos proyectados de la temperatura, la variabilidad y disminución de las lluvias y el aumento del nivel del mar amenazan con exacerbar los ya graves desafíos de escasez de agua.
Libia, hogar de casi 7 millones de personas, es principalmente una nación desértica. El país es altamente vulnerable a los factores de estrés climático, incluido el aumento de la temperatura, los cambios en los patrones de precipitación y la disminución de las precipitaciones, y el aumento del nivel del mar. Experimenta una grave escasez de agua y depende de acuíferos subterráneos no renovables para uso doméstico y agrícola. Los aumentos previstos de temperatura, la variabilidad y disminución de las precipitaciones, así como, el aumento del nivel del mar, amenazan la disminución de los recursos de agua subterránea, a las zonas costeras y urbanas del país y la productividad agrícola. Mientras tanto, los desafíos actuales asociados con la inestabilidad económica, el conflicto y la concentración de la población a lo largo de la costa norte plantean desafíos a la capacidad de Libia para desarrollar la resiliencia climática.
Estos factores de estrés climático también plantean riesgos para la seguridad alimentaria. Además, la insuficiencia de los recursos hídricos pone más énfasis en los conflictos internos y regionales en curso en Libia. Aunque se formó un gobierno provisional en 2021, la falta de gobernanza efectiva en medio del conflicto de la última década ha resultado en un crecimiento urbano sin control y una degradación ambiental en expansión, ambos desafiando la capacidad de Libia para desarrollar la resiliencia climática.
La tormenta Daniel, un ciclón que azotó la costa en 2023, ejemplifica los vínculos entre la gobernanza, el conflicto y los impactos climáticos en Libia. La tormenta trajo consigo fuertes lluvias que ejercieron presión sobre dos represas cerca de Derna, debilitadas por más de 20 años de mantenimiento irregular en medio de un conflicto en curso y disturbios políticos. Ambas represas se rompieron y las inundaciones resultantes causaron la muerte al menos 4,300 personas, cerca de 8,540 desaparecidas y más de 42.000 fueron desplazadas.
Dado el predominio de los hidrocarburos en la economía de Libia, los esfuerzos de acción climática hasta la fecha se han centrado principalmente en reducir las emisiones de energía y aumentar la eficiencia energética. No se hace suficiente hincapié en otros esfuerzos críticos, como la adaptación, la previsión de cambios futuros y la creación de resiliencia, que podrían tener efectos indirectos en una amplia gama de sectores económicos.
MIGRACIONES
Libia es un punto clave para los flujos migratorios hacia Europa debido a su proximidad a Italia y su extenso litoral. La inestabilidad ha convertido al país en un punto de tránsito para migrantes provenientes de África Subsahariana y del Cuerno de África.
En los últimos años, Libia se ha convertido en un centro para migrantes y solicitantes de asilo en camino a Europa, con aproximadamente 700.000 migrantes viajando a Libia desde otros países en 2023. Muchos migrantes son de países vecinos (Níger, Chad y Egipto). Estas personas se enfrentan a la extorsión, detenciones arbitrarias y explotación en centros de detención gestionados por milicias o entidades vinculadas al gobierno (3).
Además de la violencia y otros factores económicos, el estrés climático contribuye de forma importante en la migración internacional en Libia. Los eventos climáticos también afectan el desplazamiento interno en Libia: más de 44.000 personas fueron desplazadas tras las inundaciones asociadas con la tormenta Daniel en 2023. El número de migrantes, desplazados internos y las presiones asociadas sobre los recursos naturales podrían aumentar con los cambios proyectados en el clima para Libia y sus vecinos. Y el desplazamiento interno y regional puede conducir a un mayor riesgo para los derechos humanos (trabajo forzoso, detención, extorsión y violencia de género y LGBTQI) que ya son desafíos en Libia.
Las fuerzas de seguridad, grupos armados, milicias y actores no estatales cometieron con impunidad abusos generalizados y sistemáticos contra las personas refugiadas y migrantes en 2023 (4). La Organización Internacional para las Migraciones informó que, hasta el 25 de noviembre de 2023, 947 migrantes murieron y 1.256 desaparecieron en el mar cerca de la costa de Libia.
Guardacostas respaldados por la Unión Europea y otros grupos armados interceptaron y devolvieron a Libia a 15.057 personas. El 19 de agosto, el grupo armado Tariq Ben Zeyad interceptó un barco con 110 personas en la zona de búsqueda y salvamento de Malta. Tras desembarcar en Bengasi, cinco sobrevivientes denunciaron haber sido recluidos arbitrariamente en condiciones inhumanas y sometidos a trabajo forzoso, incluidos niños.
Desde abril de 2023, agencias de seguridad libias llevaron a cabo detenciones masivas, afectando incluso a personas con visados válidos o registradas en ACNUR. En septiembre, 3.913 personas extranjeras permanecían recluidas arbitrariamente en centros del Departamento de Lucha contra la Migración Irregular, mientras miles más estaban bajo custodia de milicias y grupos armados. Estas personas sufrieron torturas, violencia sexual, rescates extorsivos y falta de atención médica adecuada.
Desde julio, autoridades tunecinas expulsaron a miles de personas refugiadas y migrantes a zonas fronterizas despobladas con Libia, privándolas de alimentos y agua. Esto resultó en muertes documentadas. Además, grupos afines a las Fuerzas Armadas Árabes Libias deportaron forzosamente a más de 22.000 personas a Chad, Egipto, Níger y Sudán sin permitirles solicitar protección internacional ni impugnar las deportaciones.
La Unión Europea ha implementado medidas para contener la migración, apoyando a los guardacostas libios, lo que ha provocado críticas debido a las violaciones de derechos humanos documentadas contra migrantes interceptados en el mar. Muchos de ellos son devueltos en condiciones infrahumanas a Libia.
NOTAS
https://www.eldiario.es/internacional/islamico-isis-isil-daesh_1_2374681.html
https://www.soufangroup.com/
https://www.acnur.org/noticias/comunicados-de-prensa/nuevo-informe-de-acnur-oim-mmc-desvela-aciagos-horrores
https://www.es.amnesty.org/en-que-estamos/paises/pais/show/libia/