Libia: un Estado fallido trece años después de Gadafi
La situación en Libia sigue siendo extremadamente compleja, debido a la inestabilidad política, la fragmentación social y las tensiones entre actores internos y externos. La estructura del poder permanece dividida entre dos gobiernos rivales: el Gobierno de Unidad Nacional (GUN) o Alto Consejo de Estado y el Parlamento o Cámara de Representantes.
En este contexto, el Banco Central de Libia y la Compañía Nacional de Petróleo son las pocas instituciones funcionales que mantienen cierta cohesión estatal. Sin embargo, el control del banco se ha convertido en un nuevo frente de disputa (2), por la pugna entre su gobernador, Sadiq Kabir, y el primer ministro Abdulhamid Dbeiba. El mariscal Jalifa Haftar, quien controla el este del país con el respaldo del Parlamento, bloqueó el 26 de agosto de 2024 la producción de petróleo en el yacimiento de Al Fil, el segundo en importancia del oeste, con una producción de 70.000 bpd gestionado por Mellitah Oil & Gas, una empresa conjunta entre la Compañía Libia de Petróleo (NOC) y la italiana ENI (3) en protesta por el nombramiento unilateral que reemplazaba a Sadiq Kabir.
No obstante, la situación regreso a la normalidad tras la reunión del 28 de septiembre entre representantes del Parlamento y el Alto Consejo de Estado, donde alcanzaron un acuerdo para definir el mecanismo, los criterios y el calendario para la designación del nuevo gobernador, vicegobernador y junta directiva del BCL. Este pacto incluye la creación de una administración temporal para resolver la crisis de liderazgo en el banco, tras los intentos de ambas instituciones rivales de imponer a un gobernador.
La Misión de Apoyo de las Naciones Unidas en Libia (UNSMIL), supervisó la firma del acuerdo, concebido como "puramente libio" y la Unión Europea (UE) elogió el acuerdo y subrayó su apoyo al papel de la ONU y de UNSMIL en la promoción de la estabilidad y la paz en Libia.
POSIBLES ESCENARIOS
Libia sigue siendo un terreno clave para la estabilidad del Mediterráneo y el Sahel, por lo que es fundamental una estrategia multilateral que priorice la reconciliación política y la estabilización socioeconómica. El desarrollo de cualquiera de estos escenarios dependerá de múltiples factores internos y externos.
CONTEXTO HISTÓRICO
Libia cuenta con una historia compleja, pero esencial para entender la situación actual. Su territorio fue hogar de civilizaciones antiguas como los fenicios y los griegos. Formó parte del Reino de Cirene, que más tarde fue absorbido por el Imperio Romano. Durante este periodo, la región pasó a ser conocida como la provincia romana de "Afri" (origen de África) y posteriormente se integró al Imperio Bizantino. En el siglo VII, la región fue conquistada por los árabes, que introdujeron el Islam, configurando su identidad religiosa y cultural. Durante siglos, Libia fue parte de diversos califatos hasta que quedó bajo el dominio del Imperio Otomano (1551-1911). Mientras las zonas costeras permanecieron bajo administración otomana, el interior del país mantuvo las estructuras autónomas de organización tribal.
En 1911, Italia colonizó Libia y mantuvo el control hasta el final de la Segunda Guerra Mundial. En 1951, el país logró su independencia bajo una monarquía liderada por el rey Idris I. En 1969, un golpe militar encabezado por el coronel Muamar Gadafi derrocó al monarca, instaurando un régimen autoritario que combinaba ideologías socialistas e islamistas. El gobierno de Gadafi se caracterizó por la represión interna y el aislamiento internacional, que marcaron décadas de su historia.
Primera guerra civil Libia (2011-2013). Comenzó en febrero de 2011, como respuesta a las protestas populares que surgieron en Bengasi, capital de la región de Cirenaica, en la costa noreste de Libia, con motivo de las revueltas de la Primavera Árabe. Estas protestas, lideradas por grupos tribales excluidos del régimen de Muamar Gadafi, reclamaban su dimisión y la instauración de un gobierno democrático.
Las protestas se extendieron por todo el país, y los grupos armados organizados en el Consejo Nacional de Transición (CNT) comenzaron a luchar contra las fuerzas leales a Gaddafi. En abril la lucha se intensificó, y las fuerzas rebeldes tomaron varias ciudades, incluyendo Bengasi, Trípoli y Misrata. En junio la OTAN intervino en el conflicto, estableciendo una zona de exclusión aérea y bombardeando objetivos militares del régimen de Gadafi. Las fuerzas rebeldes avanzaron hacia Trípoli, y el 20 de octubre de 2011, Gadafi fue asesinado por las tropas rebeldes.
El derrocamiento de Gadafi dejó un vacío de poder que desencadenó una guerra civil y la fragmentación política del país. Las elecciones legislativas celebradas en julio de 2012 condujeron a la formación del Congreso General Nacional, un parlamento que, tras diversos acuerdos y maniobras políticas, quedó dominado por los islamistas.
La Segunda Guerra Civil Libia (2014-2020) enfrentó a las dos principales facciones: la Cámara de Representantes (HoR), respaldada por el Ejército Nacional Libio (LNA) liderado por el general Jalifa Haftar, y el Gobierno de Acuerdo Nacional (GNA), reconocido internacionalmente.
Las hostilidades se desencadenaron cuando el general Haftar ordenó la disolución del Congreso General de Trípoli, controlado por los Hermanos Musulmanes, tras extender su mandato de forma unilateral. En paralelo, Haftar lanzó la Operación Dignidad en Bengasi, dirigida contra grupos islamistas y yihadistas, incluidos algunos leales al Congreso. Aunque el LNA justificó estas acciones como patrióticas, la motivación que subyacía era de carácter tribal y clientelista, con un predominio de oficiales provenientes del este del país, históricamente receloso del control centralizado de Trípoli, especialmente en temas como la gestión petrolera.
Las disputas por el control de los recursos petroleros y la influencia política se convirtieron en los ejes centrales del conflicto. Las llamadas "guerras de milicias" profundizaron la fragmentación territorial y política del país, mientras actores internacionales como Turquía, Rusia, Egipto y varias potencias occidentales intervinieron, apoyando a distintas facciones. La operación provocó una respuesta violenta por parte de grupos islamistas y diversas milicias, lo que escaló el conflicto a nivel nacional y agravó la ya crítica situación humanitaria, provocando un flujo significativo de refugiados
Un mes después, las elecciones legislativas dieron lugar a la creación de la Cámara de Representantes, con sede en Tobruk, y un Gobierno provisional encabezado por Abdullah Al-Thinni, ubicado en Al-Bayda. El conflicto reflejó una fractura profunda en la estructura del poder político, militar y económico en Libia, acentuada por el apoyo que fuerzas de Zintan (4) ofrecieron a Haftar, presionando al Congreso con su posible disolución forzada, marcando un punto de inflexión en la fragmentación del estado libio y su lucha por la estabilidad.
En 2014, la coalición Amanecer Libio se formó con el objetivo de expulsar a las fuerzas zintaníes de Trípoli. Esta alianza incluyó milicias islamistas opuestas a la Operación Dignidad, brigadas de Misurata (enfrentadas con Zintan) y otros grupos que buscaban consolidar su control en la capital. En este contexto, las elecciones parlamentarias de junio de 2014 llevaron a la formación de la Cámara de Representantes de Libia, establecida en Tobruk y aliada con la Operación Dignidad y Zintan, bajo la protección del Ejército Nacional Libio (LNA).
Simultáneamente, los diputados del Congreso General Nacional (elegidos en 2012) se autoproclamaron legisladores legítimos, aliándose con las milicias de Trípoli y, en menor medida, de Bengasi. Esta división cristalizó la rivalidad entre el Oeste (Congreso General Nacional) y el Este (Cámara de Representantes). El conflicto se internacionalizo a nivel regional: Egipto y los Emiratos Árabes Unidos respaldaron a Tobruk mediante ataques aéreos contra Amanecer Libio en Trípoli y Bengasi, mientras que Catar y Turquía apoyaron militar y financieramente a Amanecer Libio. El vacío de poder fue explotado por el Estado Islámico (EI), que tomó ciudades clave como Derna y Sirte antes de ser derrotado con apoyo internacional.
Este periodo marcó la fragmentación política y militar en Libia, con implicaciones geopolíticas y de seguridad en el Mediterráneo y el norte de África.
Ante este escenario, la ONU lideró las negociaciones que culminaron en diciembre de 2015 con la firma del Acuerdo Político Libio (APL) en Sjirat, Marruecos, bajo la dirección del diplomático español Bernardino León, Representante Especial del SGONU para Libia. Este acuerdo buscaba iniciar una transición hacia nuevas elecciones en un plazo de dos años.
La ONU implementó el plan de paz UNSMIL, estableciendo un Ejecutivo de transición (GNA) consensuado por los delegados de ambas facciones. Este plan mantuvo la Cámara de Representantes como Cámara Baja y transformó el Congreso General en la Cámara Alta (Consejo de Estado Superior). Aunque el proyecto fue avalado por los delegados y la Cámara de Representantes, fue rechazado por el Congreso General. Además, la lista de ministros encabezada por Fayez al-Sarraj no obtuvo aprobación parlamentaria, pero la ONU reconoció al GNA como el representante legítimo de Libia.
En 2016, el Gobierno de Acuerdo Nacional (GNA), liderado por Fayez al-Sarraj como presidente del Consejo Presidencial y primer ministro, se estableció en Trípoli tras un breve exilio en Túnez. Este nuevo gabinete marcó un punto de inflexión en la fragmentada política libia al recibir el respaldo del Ejército Libio desvinculado del Ejército Nacional Libio (LNA) y de varios grupos armados no islamistas, incluidas brigadas de Misurata. La formación del GNA supuso la disolución formal del Congreso General Nacional, que fue reemplazada por el Alto Consejo de Estado como órgano consultivo. Sin embargo, no todas las facciones aceptaron el acuerdo de paz: diversas milicias islamistas, lideradas por Jalifa al-Ghawil, continuaron operando en el oeste de Libia, cuestionando la autoridad del nuevo gobierno.
A pesar del apoyo de la ONU y de una parte de la Comunidad Internacional, el GNA se enfrentó a serios desafíos internos. La Cámara de Representantes de Tobruk, reconocida internacionalmente como el Parlamento legítimo de Libia y respaldado por el LNA, se negó a ratificar el gobierno de Al-Sarraj, perpetuando la división política en el país. Como resultado, Libia quedó con dos administraciones en conflicto: el GNA en Trípoli, apoyado por el Alto Consejo de Estado, y la Cámara de Representantes en Tobruk, que contó con el apoyo del LNA liderado por Jalifa Haftar. Esta dualidad de poder agravó la ya precaria situación del país y dejó un vacío institucional que se transformó en el escenario de un prolongado conflicto político y armado.
A partir de 2017, Khalifa Haftar, líder del LNA, aprovechó la debilidad del GNA y el contexto internacional, marcado por el aislacionismo de la Administración Trump y la crisis diplomática de Catar, para expandir su control territorial. El LNA capturó importantes instalaciones petroleras en Ras Lanuf y Sidra, así como la región de Fezzán, Derna y Bengasi. Este avance militar fue posible gracias al apoyo diplomático y material de potencias como Emiratos Árabes Unidos, Egipto, Rusia y Francia, lo que consolidó a Haftar como un actor clave en el conflicto.
Pese a los esfuerzos de la Comunidad Internacional para negociar una solución política, las cumbres realizadas en 2018 no lograron frenar las ambiciones de Haftar. En 2019, este lanzó una ofensiva para tomar Trípoli y consolidar el control sobre todo el país. Sin embargo, esta acción polarizó aún más el escenario internacional, intensificando la involucración de actores externos y alejando la posibilidad de una paz negociada.
En 2020, la intervención directa de Turquía en apoyo al GNA cambió el curso del conflicto. Ankara desplegó drones y apoyo militar estratégico que contrarrestaron el avance del LNA, asegurando la defensa de Trípoli y otras áreas occidentales. La posibilidad de una derrota del LNA llevó a Rusia a enviar aeronaves militares, marcando un punto de inflexión en el conflicto. Este equilibrio precario de fuerzas, donde cualquier avance implicaba enfrentarse directamente a potencias internacionales, obligó a ambas partes a retomar las negociaciones.
El bando de Haftar también experimentó cambios. Egipto y Rusia maniobraron para relegar a Haftar, que comenzaba a perder apoyo internacional, promoviendo en Aguilah Issa como figura política principal en el marco de las negociaciones de paz, evidenciando un cambio en las prioridades de los aliados internacionales del LNA, en buscar una solución política más estable. En 2020, las principales facciones alcanzaron un alto el fuego, y en 2021 se formó un Gobierno de Unidad Nacional (GNU) encabezado por Abdul Hamid Dbeibeh, con el objetivo de guiar al país hacia elecciones nacionales. Sin embargo, los comicios programados para 2021 han sufrido múltiples retrasos debido a disputas políticas y militares, evidenciando la fragilidad del proceso de paz en Libia.
NOTAS
- Nombre provisional hasta aprobación próximo texto constitucional.
- https://elpais.com/internacional/2024-08-22/la-disputa-por-el-control-del-banco-central-amenaza-la-estabilidad-de-libia.html
- https://elperiodicodelaenergia.com/gobierno-oriental-libia-cesa-extraccionventa-petroleoabre-conflicto-tripoli/
- Brigadas Zintan unidades armadas vinculadas a la ciudad de Zintan y sus alrededores,