El Cid, el de la barba florida, el Campeador, el bueno de Vivar, el de la luenga barba, el que en buena hora nació, sale a ritmo de leyenda, de personaje histórico y ensalzado, de resucitado que gana batallas después de muerto, justo amigo, noble por sus acciones, rodeado de caballeros que le rinden pleitesía. Todos, menos un rey que, quizás, le tiene algo de envidia. ¡Qué buen vasallo sería si tuviera buen señor!
El Cid nunca pasa de largo, es decir, de moda. Es de nuestros personajes míticos, como el don Juan, como don Quijote, como Carmen, como Ana Ozores, como Segismundo… Con la diferencia que, por lo visto, este hombre sí existió.
El Cid es Antonio Campos, y muchos otros personajes que lo rodean, y que el actor nos trae con su registro de voces, con su corporalidad y sus gestos y sonidos y con una banda que ilustra con aires medievales, aquellas hazañas clásicas que todos se saben de memoria pero que ninguno se atreve a contar. Esos músicos son La Mugaña, que con percusión, zanfona, flautas… añaden a las palabras del intérprete la melancolía, el aire, el riesgo, la aventura, el ritmo, otras voces.
Antonio Campos, dirigido por Lluís Elías, imbuido del espíritu de Rodrigo Díaz (de Vivar), entre comentarios jocosos y actuales, referencias al presente y cantar de gesta, nos relata, nos conmueve, nos encandila, nos remueve en, sobre todo, la humanidad de tal personaje, decidido, desterrado, íntegro, al que hoy en día le irían pidiendo autógrafos allá por donde pasase.
A modo de cuentacuentos, maestro de ceremonias, catedrático de la elocución, Cid, o sea Antonio Campos, cargado de lecturas sobre el mismo, desanda el camino de aquellas bibliotecas donde hoy se encierra al personaje, y nos lo trae vivo en la soledad del vencedor, del astuto, del valiente, hasta convertirse en un héroe al que le ponen su nombre a avenidas que cruzan diversas ciudades.
Se ciñe su capa, se emociona y le brinda homenaje desde la herencia de una poética histórica y literaria para que no nos quedemos, solo, con el Cantar del Mio Cid y con la película de Charlton Heston.
Así pues, tenemos un montaje épico con dos dimensiones: la primera, la veracidad de los textos que el intérprete ha consultado y, la otra, la personalización del propio actor para hacerlo suyo y nuestro, es decir, hay un conflicto dramático y otro cómico, entre los cuales mantiene un equilibrio de contemporaneidad y las formas clásicas de los antiguos cómicos de la legua que iban de pueblo en plaza deleitando a los vasallos en la ilusión de que tuvieran un mito que llevarse a las alforjas.
Pero, entonces, ¿El Cid existió? – Sí, y sigue vivo. Continúa ganando batallas después de ser mal “ferido”. Y le ponen querellas y las toma estoicamente, y aunque no puede alegar nada a su favor, su honradez la demuestra con hechos. (Bueno, este último párrafo podía habérmelo evitado o suprimido, pero solo quería hacer un paralelismo del hace mil años con el ahora mismo).
FICHA ARTÍSTICA. CID
- Dirección: Lluís Elías.
- Interpretación y dramaturgia: Antonio Campos.
- Música original y directo: «La Musgaña».
- Vestuario: Tatiana de Sarabia.
- Productor ejecutivo: Carlos G. Navarro.
- Espacio: Corral de Cervantes – La Nave de las terneras
Sobre el autor
Alberto Morate
Alberto Morate es profesor de literatura, dramaturgo, cronista de teatro, director de escena, poeta,… Su obra se extiende por el Teatro (7 libros publicados), un texto narrativo (La estatua de Lope de Vega), un Ensayo (Teatro en el colegio traducido a 8 idiomas). Incluido en diversas y variadas Antologías Poéticas, cientos de reseñas teatrales, artículos y Poesía, con 10 poemarios publicados hasta la fecha. También organiza recitales, ha escrito prólogos y presentado libros a colegas poetas.