El 27 de noviembre de 2024, insurgentes sirios lanzaron una ofensiva sorpresa en el noroeste del país, permitiendo a las fuerzas rebeldes tomar rápidamente vastas áreas de la gobernación de Alepo, incluida la ciudad de Alepo, la segunda más grande de Siria. Asimismo, lograron ocupar zonas controladas por el gobierno en Idlib.
Ayer, las fuerzas insurgentes tomaron el control de Damasco, lo que forzó al presidente Bashar Al Asad a abandonar el país tras más de 13 años de guerra civil y medio siglo de dictadura bajo el control de la familia Al Asad.
La coalición rebelde, liderada por Hayat Tahrir al Sham, ha proclamado un "Estado Libre de Siria" y se ha comprometido a proteger las instituciones públicas mientras busca establecer un nuevo gobierno para el país.
CONSECUENCIAS ENCADENADAS
La abrupta salida de Al-Ásad ha provocado la división entre las élites del régimen y un debilitamiento de las instituciones estatales, creando un vacío de poder y la fragmentación interna. De hecho, milicias progubernamentales y grupos opositores han intensificado sus esfuerzos por ganar influencia en áreas estratégicas, incrementando los riesgos de enfrentamientos locales.
Algunos movimientos han aprovechado el colapso del régimen para reclamar mayor participación en el futuro político del país, aunque carecen de unidad.
Los kurdos y otras minorías buscan garantizar autonomía y representación política en el nuevo escenario. Las organizaciones locales emergen como actores clave en la provisión de servicios básicos y en la mediación de conflictos.
REACCIÓN INTERNACIONAL
Rusia e Irán, antiguos aliados del régimen buscan salvaguardar sus intereses estratégicos. Rusia intenta liderar las conversaciones de transición, mientras que Irán consolida su influencia en áreas clave.
Estados Unidos y la UE han condicionado su apoyo a la reconstrucción a la formación de un gobierno inclusivo y el avance en derechos humanos.
Algunos gobiernos del Golfo presionan para facilitar una transición que estabilice la región y limite la influencia iraní.
CRISIS HUMANITARIA
La salida de Al-Ásad no ha aliviado la crisis humanitaria: 14 millones de personas siguen necesitando ayuda urgente. Los desplazados internos y refugiados permanecen sin perspectivas claras de retorno debido a la inseguridad y la incertidumbre política.
ECONOMÍA EN RUINAS
La economía siria está al borde del colapso, agravada por el caos político, las sanciones internacionales y la falta de recursos para la reconstrucción. La recuperación depende de un plan coordinado entre actores internos e internacionales, algo difícil de alcanzar en el clima actual.
AMENAZA DE GRUPOS EXTREMISTAS.
En medio del caos, grupos como el Estado Islámico han incrementado su actividad, aprovechando la ausencia de un liderazgo central fuerte y las divisiones entre las fuerzas de seguridad. El Estado Islámico posee unas características que ningún otro grupo armado yihadista ha tenido jamás: pragmatismo y modernidad. Una táctica que le ha permitido extender sus fronteras, consolidar el territorio y convertirse en el icono indiscutible del movimiento yihadista mundial.
PERSPECTIVAS A CORTO Y MEDIO PLAZO.
El abandono de Al-Ásad plantea oportunidades y riesgos. Por un lado, abre la posibilidad de una transición política liderada por actores internos y respaldada por la comunidad internacional. Por otro, el riesgo de una intensificación del conflicto y una mayor fragmentación territorial es significativo si no se logra un consenso inclusivo rápidamente.
La estabilización de Siria dependerá de la capacidad de los actores internos para negociar un gobierno de transición representativo. De un compromiso internacional unificado para evitar la instrumentalización del país como campo de batalla geopolítico. La priorización de respuestas humanitarias que mitiguen el sufrimiento de la población.