La casa de Bernarda Alba fue un mar de luto. Alba, en contraste con tan luminoso nombre, es un lugar de oscuridad, un sitio tenebroso donde impera el silencio, donde ni siquiera las lágrimas brotan libres, donde cada paso que se da resuena en como si fuera un golpe en el yunque del corazón.
Nombrar a Bernarda Alba es decir la negrura, el duelo, el luto, la falta de libertad. Ni el aire mismo tiene escapatoria.
Después de los 8 años de enclaustramiento, ¿qué pasó con las mujeres que habitaban tal cárcel siniestra? ¿Qué fue de Bernarda? ¿Qué pasó con Martirio, con Angustias, con Amelia, con Magdalena? De Adela ya sabemos su destino, su aciago final ¿Dónde se escondió María Josefa? ¿Y Poncia, que lo veía venir, pero no tenía potestad para cambiar nada?
Poncia, en un vuelo posterior del personaje, haciéndose examen de conciencia, sabiendo todo de su entorno, diciendo ahora en voz alta todo lo que calló por aquel entonces.
Palabras de Federico García Lorca y de Luis Luque, el autor y director del texto que interpreta de forma contundente y visceral, Lolita Flores. El lenguaje de Poncia vuela, pero no tiene escapatoria. Las sábanas bordadas o no, los visillos que impiden la entrada del aire y de las estrellas, la tienen presa de cuerpo y mente. Solo puede recordar, y lamentarse, y despotricar, y arrepentirse, y gritar sin voz y, secos los labios, secos los ojos, despedirse en una especie de confesión al viento atrapado entre cuatro paredes.
Hay un cuerpo balanceándose de una soga, pero lo único que preocupa es reafirmarse en la virginidad, el maldito honor casposo que impide otras palabras. ¡Silencio!, nadie diga nada, solo rezos, solo Poncia se atreverá a hablar, solo Poncia nos contará descarnadamente la lava de ese volcán, las coces de ese garañón, el pistoletazo de una escopeta que erró el cuerpo de Pepe el Romano. El suelo de la solería está lleno de cristales. Poncia los pisa descalza. Las hijas de Bernarda Alba no salen de sus habitaciones. La propia Bernarda Alba ahora es solo su propio fantasma.
Ya son solo recuerdos. Ya las campanas enmudecen, ya la ausencia llena todas las estancias y es difícil escaparse de esa corteza que se cae a pedazos. Ya son solo máscaras de la tragedia, y Lolita Flores nos las hace ver, quitándosela ella misma. Es la única que se mantiene a flote, a pesar de su voz desgarrada, de su propio destino sin nadie.
Las hijas de Bernarda y la propia Bernarda están hechas de cera y sal. De heridas que no sangran. De costra que, si se arranca, volverá a doler.
Por eso es necesario este testimonio, para que el barco no se hunda del todo, para que los pecios del naufragio puedan recogerlos otros, aunque ya nada sirva para una nueva cosecha. Porque los segadores también evitarán ese camino, la casa de Bernarda Alba ya es solo un castillo encantado donde solo la criada tendrá la llave de todas las puertas y cuando las abra, encontrará los espectros, las sombras colgadas de una pasión que no encontró su sentido.
FICHA ARTÍSTICA. PONCIA
- Texto y dirección: Luis Luque
- Intérprete: Lolita Flores
- Espacio Escénico: Mónica Boromello
- Música original: Luis Miguel Cobo
- Productor: Jesús Cimarro, Pentación Espectáculos y Teatro Español
- Espacio: Actualmente de gira por España
Sobre el autor
Alberto Morate
Alberto Morate es profesor de literatura, dramaturgo, cronista de teatro, director de escena, poeta,… Su obra se extiende por el Teatro (7 libros publicados), un texto narrativo (La estatua de Lope de Vega), un Ensayo (Teatro en el colegio traducido a 8 idiomas). Incluido en diversas y variadas Antologías Poéticas, cientos de reseñas teatrales, artículos y Poesía, con 10 poemarios publicados hasta la fecha. También organiza recitales, ha escrito prólogos y presentado libros a colegas poetas.