El 41 Congreso del PSOE se va a celebrar bajo el impacto político de la DANA, el riesgo de desarticulación que vive la UE ante la fuerza creciente de los ultras y populistas, el miserable acoso político del PP al Presidente Pedro Sánchez y los interminables debates nacionales sobre los casos de corrupción y comportamientos no éticos que afectan también a la izquierda.
El adelanto de un año obedece, según Ferraz, a la necesidad de renovar liderazgos territoriales. Pero el Congreso no debería centrarse en resolver cuestiones internas de poder cuando la democracia se ve sometida a tensiones y amenazas crecientes que requieren prioridad.
Esta vez es imposible disociar el Congreso del contexto político global. Vivimos el avance de las ideas populistas y trumpistas por todo el Planeta, lo cual afecta especialmente a Europa. Los demócratas sabemos que los liderazgos autoritarios y los movimientos ultras, en versión Trump, Meloni, Maduro, Orbán, Milei o Ayuso, están de vuelta y se incrustan en las instituciones democráticas para debilitarlas.
No es casualidad que esto suceda cuando se extiende entre sectores de la población más humilde una sensación de miedo e inseguridad. Un estado de ánimo provocado por la incertidumbre derivada de las reformas que conlleva hacer frente a la crisis climática y por fenómenos complejos como las migraciones, los sistemas de robotización y automatización de la producción y los servicios y aplicaciones manejados desde la inteligencia artificial.
Por su parte, el relato populista y sus políticas iliberales está dirigido a una sociedad digital alterada en la que prima el individualismo. Y consiste en ofrecer “orden y seguridad” a costa de despolitizar a la ciudadanía, expulsar a las personas migrantes -considerados como invasores- y aprobar más rebajas fiscales con el sacrificio de las políticas sociales.
Lo anterior, repercute en la vida de las personas, en su empleo, estabilidad emocional y bienestar social. De ahí que el Congreso de los socialistas debiera reflexionar y debatir sobre la respuesta de la democracia a las quejas por la ineficacia de las instituciones ante demandas sociales, la continuidad de la corrupción y la desconfianza hacia los partidos. Cuestiones que alimentan el crecimiento de la desafección política y de las fuerzas reaccionarias.
El Congreso Federal Socialista ha de servir, en especial, para repensar el modelo de una democracia en crisis. Un modelo que tiene que adaptarse a los desafíos de esta era de la revolución tecnológica con sus plataformas digitales de información y comunicación, para afianzar los derechos digitales de la ciudadanía y dar respuestas a los nuevos problemas sociales y económicos en un tiempo en el que se está produciendo un cambio de paradigmas y de valores que nos empujarían hacia una sociedad distópica.
El Congreso ha de impulsar el desarrollo y ejecución del Plan de Regeneración aprobado por el Consejo de Ministros en septiembre, con un paquete de 31 medidas sobre la desinformación, la corrupción y los lobbies, los conflictos de intereses, la transparencia de la financiación de los medios, debates electorales, derecho al honor, reforma los reglamentos del Parlamento, etc. El Plan, que surgió a raíz del inesperado paréntesis de cinco días que abrió el Presidente para la reflexión sobre la desinformación y la necesidad de regeneración, ha de tener concreción, total aplicación e incorporación de otras medidas ambiciosas e innovadoras que refuercen los comportamientos de integridad y los valores éticos en la vida política.
Así mismo, el mejor funcionamiento de la democracia interna a todos los niveles, con debates plurales, la recuperación del turno de crítica a la gestión de la CEF, consultas a la militancia más precisas y transparentes y la necesaria significación del papel del PSOE como partido, absolutamente diluido cuando gobernamos en España, han de merecer la atención de las delegaciones.
ESPECIAL DE LA HORA DIGITAL SOBRE EL 41º CONGRESO FEDERAL DEL PSOE