Tradicionalmente, los congresos del PSOE, en su calidad de máximo órgano interno del partido, han definido su línea política, sus principios y su identidad y además han establecido una estrategia de actuación para los años posteriores a su celebración.
Ha habido en la vida del PSOE algunos congresos históricos que han determinado el proyecto socialista de forma decisiva. Otros han sido más continuistas o de trámite. Ejemplos de los primeros son la negativa a integrarse en la III Internacional o Komintern en 1921, la decisión de establecer la dirección socialista en el interior de España y no en el exilio en 1972, la ruptura democrática en 1974, el compromiso constitucional en 1976 y el abandono o mantenimiento de adscripciones ideológicas como el marxismo en 1979. O el cambio de criterio sobre la permanencia de España en la OTAN, insinuado de forma sibilina en 1984.
Si entramos en el chat GPT de la Inteligencia Artificial y le pedimos que nos diga qué debería tratar el Congreso del PSOE convocado para noviembre de 2024, nos responde con una lista de eslóganes, declaraciones de intenciones y puntos programáticos más bien genéricos y por tanto, políticamente irrelevantes. Es lo que los franceses llaman la langue de bois. Claro, el big data le ha proporcionado un abundante material de textos oficiales más propios de una retórica de referencia difusa del clásico discurso político lleno de tópicos y lemas muy eufónicos que en el fondo son semánticamente vacíos y no comprometen a nada.
Sin embargo, de un Congreso que vaya a revitalizar un partido que hoy atraviesa una seria crisis de identidad cabría esperar más unas resoluciones que impliquen un impulso real que meros envoltorios para intentar vender mejor el producto y salir al paso con palabras huecas para un relato más o menos eficaz.
La realidad es que en estos momentos el PSOE en su funcionamiento interno está condicionado por la existencia de un liderazgo cesarista, consecuencia de haber elegido al secretario general mediante un procedimiento que siguiendo la denominación norteamericana se ha llamado “elecciones primarias”. En la práctica consiste en la elección de cargos orgánicos y candidatos electorales por sufragio directo de los militantes. A través de la designación del líder en 2017 por el citado método al que concurrieron varios candidatos se ha legitimado un sistema presidencialista en el que todas las decisiones estratégicas y trascendentes las toma el secretario general.
A este hecho hay que añadir que desde aquella fecha primigenia de las primarias ya no se ha vuelto a celebrar elección alguna para elegir al líder del partido, al no haber candidatos, entre otras razones por la exigencia de un mínimo número de avales que hace extremadamente difícil la concurrencia.
¿Qué papel tendrá este congreso en el futuro del PSOE? ¿Se limitará, como es propio de las democracias plebiscitarias, a refrendar las decisiones adoptadas de antemano por el secretario general y a delegar en el líder elegido en su día en las primarias todas las decisiones importantes? ¿O impulsará a partir de un debate participativo una línea política que marcará la línea política de la organización?
No parece a priori que el próximo Congreso del PSOE vaya a tener un carácter histórico que implique un punto de inflexión en la historia del partido.
Un primer asunto que conviene analizar es si el PSOE tiene de facto en este momento un proyecto propio o está rehén en la adopción de decisiones de gran calado y trascendencia por las concesiones a sus socios de gobierno. De hecho, en asuntos vitales como el modelo territorial el Partido Socialista ha modificado profundamente planteamientos como fue en su día la declaración de Granada, giro motivado por la necesidad de contar con los votos de los partidos nacionalistas y secesionistas para conformar mayorías parlamentarias.
En la presentación del 41º Congreso en los documentos oficiales del PSOE no se nos dan muchas pistas sobre definiciones programáticas o identitarias. Se nos habla de “nuevas líneas políticas” lo que no deja de ser un mero reclamo de marketing, sin mucho contenido referencial.
También se habla en el citado documento de la voluntad del actual secretario general de presentarse a la reelección, hecho que ya se ha producido con anterioridad al cónclave socialista, por lo que es un asunto que no se dirimirá en el próximo Congreso.
La ponencia marco ha llegado a las federaciones regionales con un margen de tiempo muy limitado para presentar enmiendas y organizar un debate interno de envergadura. Como ha sucedido en los últimos años se trata de un documento muy amplio en el que se abordan multitud de asuntos sin que de ellos se encuentre un texto con las selas de identidad diferenciales de un proyecto político propio. Se trata más bien de una vaga declaración de intenciones y un argumentario sobre los logros conseguidos hasta la fecha para rebatir críticas muy puntuales y concretas de la oposición.
Sin embargo, haría falta un debate interno sobre la identidad del proyecto socialista. Si ha cambiado o no, si el proyecto que se desarrolló desde Suresnes en 1974 hasta ahora responde a los retos del mundo actual y cómo hay que actualizarlo. Cómo encaja un proyecto socialista o socialdemócrata en el contexto mundial de 2024.
La democracia plebiscitaria a la que ha abocado el sistema de primarias para designar al secretario general y su subsiguiente presidencialismo o cesarismo ha modificado tanto el funcionamiento y la línea política del Partido Socialista Obrero Español que podemos hablar de un nuevo PSOE, de otro PSOE o como mínimo de otra etapa diferente en la historia de este viejo partido.
El PSOE, con sus políticas de alianzas, ha renunciado a tener un proyecto mayoritario y autónomo por el cortoplacismo de poder inmediato. Corriendo el riesgo de someterse a la dictadura de las minorías, como han señalado algunos autores.
Otro rasgo definitorio de esta última década es la deriva ideológica y programática y una política de alianzas condicionada por la existencia de una confrontación basada en dos bloques antagónicos e irreconciliables que apenas se comunican ni llegan a acuerdos para la gobernación del país. Dos bloques en los que los partidos minoritarios de cada uno de ellos condicionan muy notablemente la línea política de los grandes partidos.
El PSOE ha vuelto a ser partido de gobierno de 2018, como lo fue en los periodos 1982-1996 y 2004-2011, pero sin llegar a ser la formación política más votada, salvo en 2019, ni lograr tener un proyecto autónomo. Por tanto, una tarea que se podría plantear el 41º Congreso si quisiera imprimir un cambio de rumbo sería recuperar tres valores que fueron esenciales en otras épocas y que ahora se echan en falta: participación, proyecto autónomo y vocación mayoritaria.
En asuntos como el modelo territorial, el feminismo, el desarrollo constitucional, la política exterior, el modelo de sociedad, del equilibrio entre el sector público y el privado y otros tantos es conveniente que el PSOE marque diferencialmente su propia identidad. Una línea política permanentemente sometida a las presiones y chantajes de las minorías difuminaría su propia identidad.
Los once millones de votos que el PSOE obtuvo en 2008 y en parte se fueron a los partidos teóricamente situados a su izquierda no han vuelto.
Por tanto, una ambición razonable para disponer de un proyecto autónomo con vocación mayoritaria sería intentar recuperarlos sin perder la identidad socialista ni tratar de competir con los eslóganes y principios de otros grupos, que ya inician además un viaje a los infiernos que diezmará previsiblemente su espacio electoral y su influencia.
En suma, un proyecto menos cortoplacista, menos condicionado por el interés en permanecer en la Moncloa y más centrado en hacer realidad un proyecto propio que logre un mayor apoyo tanto en las instituciones como en la sociedad.
Ese giro implicaría un cambio absolutamente necesario para salir del impasse actual, que no es solo el desgaste del gobierno por ciertos escándalos o la perspectiva de turbulencias en algunas federaciones del partido, más relacionadas con la lucha por el poder que por definir la identidad del proyecto socialista en una sociedad compleja como es la española.
Si el 41º Congreso va a ser un congreso continuista, realmente sería una ocasión perdida, porque las decisiones puramente coyunturales para mantener -en ocasiones con respiración artificial- una mayoría parlamentaria han terminado por desdibujar la propia identidad del PSOE. Y ese hecho tiene mucho que ver con que haya dejado de ser un proyecto mayoritario, bien por renuncia, bien como efecto secundario no deseado.
ESPECIAL DE LA HORA DIGITAL SOBRE EL 41º CONGRESO FEDERAL DEL PSOE