Europa está huérfana. El modelo político surgido tras la II Guerra Mundial, ha durado mucho, ha mantenido la paz y el crecimiento pero ha tocado a su fin.
Las cuatro potencias vencedoras volvieron a encontrarse en Bonn 45 años después de la conferencia de Potsdam, (14 de marzo del 1990), para acometer una compleja y largamente aplazada tarea: la redacción de un acuerdo que permitiera la unificación alemana tras el trauma del nazismo y casi medio siglo de separación, y llenara el vacío legal abierto por un tratado de paz que, debido a la guerra fría, nunca llegó a firmarse. El Tratado Dos más Cuatro (en alemán: Zwei-plus-Vier-Vertrag), también llamado Tratado sobre el acuerdo final con respecto a Alemania, fue un acuerdo de 1990 entre la República Federal de Alemania (RFA), la República Democrática Alemana (RDA) y las cuatro potencias que controlaban las zonas de ocupación aliada en Alemania tras el fin de la Segunda Guerra Mundial en Europa: Francia, el Reino Unido, los Estados Unidos y la Unión Soviética.
El Tratado allanó el camino para la reunificación alemana y fue firmado en Moscú el 12 de septiembre de 1990, después de meses de negociaciones entre las partes. El 1 de octubre de 1990, las 4 potencias aliadas, mediante una declaración conjunta emitida en Nueva York, renunciaron a sus derechos en relación con la ciudad de Berlín, devolviéndole así a Alemania su plena y entera soberanía. Entró en vigor el 15 de marzo de 1991, fecha del depósito de los últimos documentos de ratificación, en una ceremonia oficial.
Según el tratado, la Alemania reunificada podría pertenecer, si así lo desease, a la OTAN. Además, las tropas soviéticas debían retirarse del este de Alemania antes del 31 de diciembre de 1994. A partir de entonces, el ejército alemán, y por tanto, efectivos alemanes de la OTAN, podrían ocupar la totalidad del territorio alemán, pero los efectivos de otros países miembros de la OTAN no podrían mantener tropas en las antiguas provincias germanoorientales. Las fuerzas armadas alemanas fueron reducidas a 370.000 integrantes. Alemania renunció a la posesión de armas nucleares, biológicas y químicas. Así mismo, Alemania acordó confirmar su aceptación de la línea de control con Polonia como frontera definitiva con ese país, y aceptó que las fronteras de Alemania tras la reunificación corresponderían solo a los territorios entonces administrados por Alemania Occidental y Oriental, con la exclusión y renuncia de cualquier otro reclamo territorial. La «cuestión Óder-Neisse» fue regulada en un tratado separado (firmado 2 meses después), pero también fue incluida en el Tratado Dos más Cuatro. El 9 e noviembre de 1989, habia caido el muro de Berlín y con ello cerrado simbólicamente la Guerra Fría.
CONTROVERSIA SOBRE LA OTAN
El 9 de febrero de 1990, durante el proceso de redacción del tratado de reunificación alemana, el secretario de Estado de Estados Unidos, James Baker, visitó al entonces Secretario general del Partido Comunista de la Unión Soviética, Mijaíl Gorbachov, y a su ministro de exteriores, Eduard Shevardnadze, y un día después, se produjo también la visita del canciller de la Alemania Federal, Helmut Kohl. El objetivo era apaciguar a los soviéticos por la inclusión de una Alemania unificada en la órbita occidental. Gorbachov llegó a proponer una estructura pan-europea de seguridad, que incluiría el ingreso de Rusia en la OTAN. Baker consideró esta idea «un sueño» inalcanzable. Baker y Kohl convencieron a Gorbachov de que una Alemania unificada entrase en la OTAN, aduciendo que sería mejor que una Alemania por libre, pero asegurando que no habría expansiones al este.
En la segunda mitad de la década de 1990, los países miembros de la OTAN decidieron unánimemente invitar a algunos países de Europa del Este que deseaban pertenecer a la organización lo que significaba expandir las fronteras de la OTAN hacia el este. Así, en 1999 la OTAN incorporó a Hungría, Polonia y la República Checa, para posteriormente —en 2005, semanas antes de la adhesión de estos Estados a la UE— ampliarse también a Bulgaria, Lituania, Rumanía, Eslovaquia, Eslovenia, Estonia y Letonia; estos dos últimos fronterizos con Rusia. De esta forma, Bielorrusia y Ucrania quedaron como los dos países ubicados sobre la «línea roja» que separaba a la OTAN de Rusia. Ucrania se convirtió entonces en una posición crucial para ambos bandos y su política interna empezó a estar fuertemente influenciada por la puja de poder internacional.
En 2008, el presidente estadounidense George W. Bush, declaró públicamente la intención de incorporar a Ucrania —y también a Georgia— a la OTAN, y simultáneamente el pro europeo Víktor Yúshchenko, presidente de Ucrania, pidió la entrada de su país en la coalición militar. Por su parte, el presidente ruso Vladímir Putin, se pronunció en contra de la posibilidad de dicha adhesión. No obstante, en 2010 Víktor Yanukóvich —quien reemplazó a Yúshchenko como presidente— retiró el solicitud, si bien en septiembre de 2020, el nuevo presidente Volodímir Zelenski, aprobó la Estrategia de Seguridad Nacional, «que prevé el desarrollo de la asociación distintiva con la OTAN con el objetivo de ser miembro de la OTAN».
Estos términos volvieron a ser objeto de debate público en 2022 con motivo de la crisis ruso-ucraniana, durante la cual el presidente ruso, Vladímir Putin, exigió la prohibición legal de que Ucrania ingresase en la OTAN. (Acuerdos con James Baker). Tanto Ucrania como la OTAN se negaron. El 24 de febrero de 2022 Rusia esgrimió los hechos como una de las razones para iniciar la invasión militar rusa de Ucrania.
ALEMANIA NO CRECE, ALEMANIA NO INVIERTE.
Cuando a mediados del pasado setiembre se hundió el puente Carola en Desdén, muchos descubrieron que lo ocurrido venia a ser una metáfora y una evidencia de los muchos años de falta de inversión en un país que se había renovado a fondo y reconstruido tras la II Guerra Mundial. Para la Asociación Central de la Industria de la Construcción Alemana, la corrosión implacable mostraba a la vista de todos una sección de 100 metros del puente sobre el rio Elba, construido en 1971, en tiempos de la República Democrática Alemana y renovado en 2019, ya no aguantaba mas años y se desmoronaba. Como una premonición, apenas 2 meses después se hundía en Alemania la coalición tripartita del gobierno del Canciller Olaf Scholz Esta vez crujía la incapacidad de llegar a un acuerdo presupuestario para el año 2025 que obliga al ejecutivo alemán a tener elecciones anticipadas el 23 de febrero y congela la locomotora europea a tratar de relanzar una economía que no crece. El PIB no avanza, cae ligeramente( 0,1%). No se vislumbran alegrías para el 2025. Tras el paro por el coronavirus que castigo las cadenas de suministros. El gobierno alemán considera rival sistémico la crisis energética debido a la invasión de Ucrania en febrero del 2022 a lo que se sumaron las sanciones al gas ruso difícil de sustituir por precio con cualquier otro suministrador en un mercado dónde ha irrumpido la competencia china que erosiona sus empresas y que a pesar de ello optan por trasladar a China y otros países asiáticos parte de su producción para reducir la repercusión de los costes laborales alemanes. Esa Alemania durante años dedicada a la producción y la explotación parece que olvido renovarse invirtiendo en infraestructuras, en digitalización y en recursos humanos.
Sobre el autor
Anna Balletbò
Anna Balletbò es licenciada en Ciencias de la Comunicación e Historia Moderna y Contemporánea, y diplomada en Periodismo y Ciencias de la Educación. Presidenta de la Fundación Internacional Olof Palme. Entre 1980 y 2000 fue diputada en el Congreso de los Diputados.
Desde 1973, ha colaborado como periodista en diferentes medios de comunicación, como el País, el Diario de Cataluña, La Vanguardia, Radio 4, COPE, Ona Zero, COM Radio, Antena 3, TV3 y Tele Cinco.