España atraviesa un periodo crítico dentro del contexto europeo, pese a lo que algunos se creen. Es una evidencia que hay una clara percepción del deterioro de sus instituciones y una alarmante sensación de desgobierno que repercute en su posición dentro de la Unión Europea (UE). Este declive no responde a un solo factor, sino a una compleja interacción de decisiones políticas, crisis de liderazgo y una polarización que debilita el sistema democrático. La enfermedad va camino de la metástasis. Esta situación, más pronto que tarde, va a tener consecuencias para España y su papel en Europa.
El bloqueo institucional: el caso de Teresa Ribera
Uno de los ejemplos más evidentes del deterioro institucional es el bloqueo del Partido Popular (PP) al nombramiento de Teresa Ribera como comisaria europea. Esta maniobra, justificada oficialmente por su inacción en la gestión de la Dana, refleja una estrategia política centrada en debilitar al Gobierno de Pedro Sánchez a cualquier costo. Sin embargo, a nadie se le escapa, las repercusiones trascienden las fronteras nacionales, ya que este acto pone en peligro la formación del nuevo Ejecutivo comunitario en un momento de extrema fragilidad para la UE.
La falta de consenso, para todo, no solo afecta la imagen de España, que aparece como un país incapaz de mantener un frente unido en Europa, sino que también debilita la influencia española en instituciones clave. Este tipo de actitudes evidencia una oposición más interesada en socavar al adversario político que en defender los intereses nacionales o europeos.
Crisis de gobernanza tras la DANA
La reciente DANA (Depresión Aislada en Niveles Altos) que azotó varias regiones de España puso de manifiesto la falta de coordinación y liderazgo tanto del Gobierno central como de las administraciones autonómicas. Pedro Sánchez, lejos de asumir un papel activo en la gestión de la catástrofe, delegó responsabilidades al presidente de la Comunidad Valenciana, Carlos Mazón, quien a su vez respondió con críticas al Gobierno central. Este cruce de acusaciones subraya una constante: la incapacidad de las principales figuras políticas para anteponer soluciones efectivas al cálculo electoral. Ello con problemas donde el porcentaje del balance se cifra en los muertos que ha habido y los que pudo haber.
Mientras tanto, las zonas afectadas siguen esperando respuestas concretas, y la ciudadanía percibe un evidente vacío de autoridad. Esta inacción alimenta la narrativa de un Estado débil y descoordinado, una imagen que mina aún más la confianza en las instituciones. Es grave que algunos empiecen a hablar de “estado fallido”, tanto por responsabilidad del gobierno como de la oposición.
Corrupción y descrédito: Pedro Sánchez en el ojo del huracán
La gestión de Pedro Sánchez no solo ha sido cuestionada por su inacción ante crisis como la DANA, sino también por los casos de corrupción que estan salpicado su mandato, y que han pasado de la prensa a los juzgados, y que siguen siendo objeto de investigación en los tribunales pareciendo que pese a acusaciones de conspiración, hay caso. Estas acusaciones han dado munición al PP y a otros partidos incluidos los que apoyan a Sánchez, ya piensan que la imagen de desgobierno y falta de integridad les va a caer a ellos como responsables.
Sin embargo, el propio PP no está exento de responsabilidad. La insistencia de su líder, Alberto Núñez Feijóo, en bloquear iniciativas clave (como los presupuestos) y utilizar estas crisis para promover su narrativa de colapso nacional contribuye al desprestigio institucional. En lugar de actuar como una oposición constructiva, el PP ha optado por una estrategia de confrontación total que prioriza la ganancia política inmediata sobre la estabilidad del país.
La deuda pública: un espejismo de prosperidad
Otro factor que agrava la percepción de caos es el manejo de la deuda pública. El Gobierno de Sánchez ha impulsado una narrativa de bonanza económica, prometiendo recursos para prácticamente todo, desde infraestructuras hasta programas sociales. Sin embargo, la realidad pinta un panorama mucho más preocupante: España es uno de los países con mayor nivel de endeudamiento en Europa, lo que compromete su sostenibilidad fiscal a largo plazo.
La falta de transparencia y las decisiones populistas para mantener una imagen de prosperidad alimentan las críticas desde dentro y fuera del país. España corre el riesgo de ser vista como un socio poco fiable en la UE, especialmente si esta estrategia termina afectando su capacidad para cumplir con los objetivos fiscales marcados por Bruselas.
La desaparición del PSOE como partido de estado y estructurado
Uno de los elementos más alarmantes de esta crisis es la transformación del Partido Socialista Obrero Español (PSOE). Bajo el liderazgo de Sánchez, el PSOE ha pasado de ser una organización política estructurada a convertirse en una herramienta casi personalista. Esto ha debilitado los espacios internos de debate y relegado a la militancia a un papel no secundario, terciario.
Por otro lado, esta dinámica no es exclusiva del PSOE. El PP, bajo Feijóo, ha mostrado una tendencia similar, centrando su estrategia en un relato de enfrentamiento constante con el Gobierno en lugar de articular propuestas sólidas. Esta polarización extrema no solo erosiona la calidad del debate político, sino que también alimenta el desencanto ciudadano, abriendo la puerta a opciones más radicales de derechas.
El ascenso de la extrema derecha
La combinación de una oposición destructiva, un Gobierno percibido como ineficaz y la degradación de las instituciones ha tenido un efecto claro: el crecimiento de la extrema derecha. Partidos como Vox han capitalizado el descontento, presentándose como una alternativa al statu quo.
La falta de transparencia en las políticas de nombramientos, como la reciente designación de miembros del Consejo de Administración de Radio Televisión Española (RTVE) sin experiencia ni currículum en medios de comunicación, solo pesebrismo político partidario, refuerza la percepción de que las élites políticas se guían por intereses clientelistas y no por criterios de mérito. Este tipo de prácticas refuerzan el discurso populista, que denuncia una “casta” desconectada de las necesidades reales de la población.
Un camino hacia el abismo
España se enfrenta a una encrucijada. El deterioro institucional, la falta de liderazgo político y la polarización extrema están erosionando su credibilidad tanto a nivel interno como en el contexto europeo. Ni el Gobierno de Pedro Sánchez ni la oposición liderada por Alberto Núñez Feijóo demuestran estar a la altura de los desafíos que enfrenta el país.
En lugar de buscar soluciones a largo plazo, ambos bloques políticos parecen más interesados en alimentar la confrontación para en teoría consolidad a su electorado. Con ello, dejan un vacío que va a ser ocupado por fuerzas políticas más extremas. Si esta dinámica no cambia, España corre el riesgo de profundizar su aislamiento en Europa y de perpetuar un clima de inestabilidad que afectará no solo su gobernanza, sino también su cohesión social y económica.
La política española necesita urgentemente un cambio de rumbo, uno que pase por reconstruir el tejido institucional, priorizar el interés nacional sobre las disputas partidistas y recuperar el papel que le corresponde dentro de la UE. Sin este esfuerzo, el futuro de España en Europa seguirá siendo incierto.
Lo más grave de todo ello es que Sánchez, ni Feijóo, van a posibilitar su pase a una jubilación anticipada, que es el buen relato que los españoles quieren escuchar.