Un campo de batalla entre la promesa de estabilidad democrática en un contexto electoral incierto y la persistente sombra del narcotráfico.
Guinea-Bissau enfrenta una nueva crisis política en vísperas de las elecciones presidenciales del 24 de noviembre de 2024, en un contexto de prolongada inestabilidad desde su independencia de Portugal en 1973. El país, que ha sufrido cuatro golpes de Estado y numerosos intentos fallidos, ha sido históricamente un punto de tránsito del narcotráfico, especialmente durante la década de 2000, cuando la corrupción y la débil aplicación de la ley facilitaron el tráfico de cocaína entre América Latina y Europa.
El presidente Umaro Sissoco Embaló ha acentuado esta inestabilidad al disolver el Parlamento en dos ocasiones en los últimos años, la más reciente en diciembre de 2023, alegando amenazas de golpe de Estado. Estas acciones han intensificado las tensiones políticas y suscitado críticas de la oposición, que lo acusa de autoritarismo y de intentar instaurar una dictadura. En contraste, Embaló argumenta que dichas medidas son necesarias para garantizar la estabilidad en un entorno marcado por intentonas golpistas, como el reciente enfrentamiento entre la Guardia Nacional y las Fuerzas Especiales de la Guardia Presidencial en Bissau.
La disolución del Parlamento, controlado por la oposición, ha dejado un vacío institucional crítico. Este bloqueo incluye la incapacidad de renovar la comisión electoral, lo que pone en duda la organización adecuada de los comicios. Aunque los principales partidos aún no han confirmado sus candidatos, se prevé una repetición del escenario de 2019 entre Embaló y Domingos Simões Pereira.
Embalo ha enviado señales contradictorias sobre su futuro político. En septiembre de 2024 anunció que no competiría en noviembre, solo para luego insinuar su intención de mantenerse en el poder más allá de 2030. Este doble discurso genera incertidumbre sobre el rumbo del país.
El Partido Africano para la Independencia de Guinea y Cabo Verde (PAIGC), con raíces en el movimiento de independencia, y el Movimiento para la Alternancia Democrática (MADEM), liderado por Embaló, siguen siendo las principales fuerzas políticas, aunque hay más de 30 partidos políticosi. El sistema de dos rondas para la elección presidencial añade una dimensión estratégica a los comicios, particularmente en un contexto de polarización.
La inestabilidad en Guinea-Bissau ocurre en un momento de expansión de golpes de Estado en África Occidental, lo que pone a prueba la capacidad de la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (CEDEAO) como garante regional de estabilidad.
Más allá del resultado de las elecciones, el reto principal radica en consolidar un sistema de gobernanza estable y reforzar las instituciones nacionales para prevenir abusos de poder.
CONTEXTO HISTORICO
Guinea-Bissau tiene una historia profundamente marcada por la colonización, la resistencia anticolonial y la inestabilidad política posterior a la independencia.
Los primeros asentamientos humanos datan de hace 10,000 años, con comunidades de cazadores-recolectores ubicadas en zonas costeras y fluviales. A partir del primer milenio a. C., la región se integró en redes de comercio y cultura del África Occidental, influenciada por grandes imperios como Ghana, Malí y Songhái. Los portugueses llegaron en el siglo XV, marcando el inicio de la colonización. Inicialmente no se aventuraron más allá del litoral marítimo y, en el interior, el reino de Gabú consiguió mantener su independencia hasta el siglo XIX, mientras las poblaciones costeras eran esclavizadas. Los portugueses se fueron expandiendo hacia el interior debido al lucrativo comercio de esclavos y oro. La abolición del comercio de esclavos por Gran Bretaña (1807) dio a los traficantes de Guinea un virtual monopolio sobre dicho comercio de África Occidental con Brasil. Aunque los gobiernos brasileño y portugués acordaron en la década de 1830 poner fin a este tráfico, el último envío importante de esclavos de África Occidental llegó a Brasil en 1852.
La resistencia anticolonial cobró fuerza en el siglo XX, bajo el liderazgo de Amílcar Cabral y el Partido Africano para la Independencia de Guinea y Cabo Verde (PAIGC), que opto por la lucha armada para conseguir la independencia. Desde inicios de la década de 1960 el PAIGC logró crear zonas liberadas, con la fundación de escuelas para toda la población -incluidas las mujeres- inspiradas en el pensamiento del brasileño Paulo Freireii, con la producción de libros escolares, clínicas improvisadas, agricultura de auto subsistencia y desarrollando formas innovadoras de organización sociopolítica, con base en las culturas locales.
Cabral dirigió una de las pocas luchas en donde un pueblo derrotó al colonizador y alcanzó la libertad, hecho ignorado muchas veces. La proclamación unilateral de independencia anunciada por el líder guineano el 8 de enero de 1973, fue la causa de su asesinato pocos días después en Guinea Conakry. La tesis más difundida, pero no confirmada, apuntan a la temida Policía Internacional y de Defensa del Estado (PIDE) portuguesa.
En abril de 1974, la dictadura portuguesa fue derrocada, y en septiembre, Portugal reconoció la independencia de Guinea-Bissau, que ingresó a la ONU. En julio de 1975, Cabo Verde y las otras tres colonias africanas declararon su independencia.
Desde su independencia, el país ha sufrido frecuentes golpes de Estado, tensiones étnicas y conflictos internos. João Bernardo "Nino" Vieira derrocó a Luiz Cabral en 1980, y su mandato estuvo marcado por represión y enfrentamientos militares. La guerra civil de 1998-1999 devastó la infraestructura y la economía, resultando en su destitución.
En el siglo XXI, gobiernos transitorios, elecciones disputadas y asesinatos políticos continuaron desestabilizando al país. José Mário Vaz completó un mandato completo en 2019, siendo el primero en lograrlo. Su sucesor, Umaro Sissoco Embaló, elegido en 2019, asumió el cargo en 2020 tras resolver impugnaciones electorales.
La herencia colonial portuguesa, la corrupción sistémica, el narcotráfico y la pobreza siguen afectando al país. Guinea-Bissau es un punto clave para el tránsito de drogas hacia Europa. A pesar de esfuerzos nacionales e internacionales por fortalecer las instituciones y combatir estas problemáticas, la situación sigue siendo precaria.
CONTEXTO GEOPOLITICO
Guinea-Bissau es un país rico en recursos naturales, destacándose por su potencial en pesca y agricultura. Sin embargo, enfrenta importantes desafíos derivados de la falta de infraestructura y un desarrollo industrial limitado. A pesar de estas restricciones, su posición estratégica y la riqueza de sus recursos atraen el interés de actores regionales e internacionales. Estas potencias combinan políticas de cooperación y desarrollo con iniciativas para mitigar actividades delictivas que proliferan debido a las debilidades estructurales del país.
Situada en África Occidental, Guinea-Bissau tiene una superficie de 36.125 km² y limita con Senegal al norte y con Guinea Conakri al sur y este. Su ubicación estratégica, próxima a zonas de alta inestabilidad como el Sahel, y su litoral de 350 km en el Atlántico, caracterizado por estuarios cenagosos, rías y el Archipiélago de Bijagós (compuesto por 81 islas, de las cuales pocas están habitadas), subraya su importancia geopolítica. Guinea-Bissau es también el punto más cercano entre América Latina y África: apenas 5.500 km la separan de Venezuela, una distancia que equivale a cuatro noches de navegación o cinco horas de vuelo.
Con una población estimada de 2,15 millones de habitantes (2023) y una capital, Bissau, que concentra a 492.000 personas, el país cuenta con un clima tropical favorable para la agricultura y una activa industria pesquera, potenciada por su extensa línea costera. Su territorio es predominantemente llano, y aunque el portugués es el idioma oficial, el criollo es la lengua más hablada por la población.
Guinea-Bissau se caracteriza por una notable diversidad cultural y religiosa. Los musulmanes, mayoritariamente sunitas, representan el 46 % de la población y se concentran en el norte y noreste. Las religiones indígenas, seguidas por el 31 %, están distribuidas por todo el país, excepto en el norte. Por su parte, los cristianos (19 %), tanto católicos como protestantes, tienen mayor presencia en Bissau y las zonas costeras. Esta coexistencia refleja un sincretismo cultural en el que muchas personas combinan creencias tradicionales con prácticas islámicas o cristianas.
En política exterior, Guinea-Bissau adopta un enfoque no alineado, buscando cooperación con múltiples estados y organizaciones. Es miembro fundador de la Comunidad de Países de Lengua Portuguesa (CPLP) y mantiene relaciones estrechas con Portugal y Brasil. Mientras Portugal es un socio comercial clave y destino de una numerosa diáspora, Brasil apoya proyectos en áreas como educación, salud y agricultura.
En el ámbito internacional, Guinea-Bissau es miembro de organismos como la ONU, el Banco Mundial (BM) y el Fondo Monetario Internacional (FMI). A nivel regional, forma parte del Banco Africano de Desarrollo y la CEDEAO, UEMOA, UA y la OCI, destacando su participación en la CILSS para combatir la sequía en el Sahel.
La cooperación con la Unión Europea abarca comercio, gobernanza democrática y desarrollo sostenible, incluyendo acuerdos para la pesca sostenible, la lucha contra el narcotráfico y el crimen organizado. Por otro lado, Estados Unidos ha proporcionado ayuda alimentaria, infraestructura básica y programas de desminado desde 1990, además de alinear a Guinea-Bissau con su postura en temas internacionales, como el reconocimiento de Kosovo.
China financia proyectos de infraestructura a cambio de derechos de pesca y explotación forestal, además de invertir en telecomunicaciones. Rusia, históricamente ligada por la relación con la URSS, ha visto disminuir su influencia en los últimos años. India, por su parte, es el principal importador de productos de Guinea-Bissau, especialmente anacardos.
España mantiene una cooperación activa, liderada por la AECID, y en la que participan las CC.AA. en áreas como educación, salud y agricultura, además de programas para fortalecer instituciones y combatir el tráfico de drogas y personas. Aunque el comercio bilateral es modesto, hay potencial para un mayor crecimiento, especialmente en productos agrícolas como los anacardos.
ECONOMÍA Y SOCIEDAD
Guinea-Bissau es uno de los países más pobres de África. Ocupa el puesto 177 de 191 en el Índice de Desarrollo Humano (IDH) del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). Con un PIB per cápita de los más bajos del mundo, alrededor del 68% de su población vive en condiciones de pobreza multidimensional. El país enfrenta serios problemas estructurales que incluyen deficiencias en el suministro energético debido a la financiación limitada, y uno de los presupuestos educativos más bajos de África. Además, registra algunos de los índices de mortalidad infantil más elevados del mundo y una esperanza de vida que apenas alcanza los 58 años.
Guinea-Bissau ocupa la posición 164 de 180 en el Índice de Percepción de la Corrupción, lo que refleja altos niveles de corrupción que agravan la inestabilidad económica y social. La economía del país es principalmente de subsistencia, basada en la agricultura (que representa el 45% del PIB) y la ganadería, mientras que los sectores industriales y de servicios son muy limitados. Esta economía de baja productividad se ve debilitada aún más por la falta de infraestructuras básicas y por una dependencia significativa de las importaciones de alimentos, lo que impide una autosuficiencia alimentaria efectiva.
A pesar de su situación crítica, Guinea-Bissau cuenta con recursos naturales como bauxita y fosfatos, y exporta productos pesqueros, madera y anacardos, siendo estos últimos el principal ingreso exportador, representando el 80% del total. La reciente implementación de proyectos de mejora en redes de telecomunicaciones y carreteras está impulsando un crecimiento ecológico.
No obstante, debido a la inestabilidad y la debilidad institucional, Guinea-Bissau depende en gran medida de la ayuda externa para sostener sus finanzas y llevar a cabo proyectos de desarrollo. Esta dependencia limita su autonomía política y su capacidad para ejecutar una agenda geopolítica independiente.
Para mejorar su productividad y facilitar una transformación económica estructural, Guinea-Bissau necesita atraer inversión extranjera en su industria, promover el desarrollo de cadenas de valor locales y mejorar significativamente sus infraestructuras y el capital humano. Alcanzar estas metas dependerá en gran medida del acceso a la financiación externa y del fortalecimiento de la gobernanza y la estabilidad política. Las instituciones financieras internacionales, como el Banco Mundial, podrían ser clave en este proceso, proporcionando recursos y financiación innovadora, como los bonos verdes, para fomentar un crecimiento sostenible.
SEGURIDAD, NARCOTRAFICO, TERRORISMO Y CRIMINALIDAD ORGANIZADA
Guinea-Bissau se encuentra atrapada en un círculo vicioso de pobreza extrema, corrupción institucional y debilidad estatal. Este panorama ha facilitado que el país se transforme, desde mediados de los años 2000, en un centro neurálgico del tráfico internacional de drogas. La geografía estratégica de Guinea-Bissau, con costas abiertas al Atlántico y un archipiélago difícil de vigilar, ha sido aprovechada por los cárteles sudamericanos, especialmente tras el endurecimiento de los controles en rutas tradicionales como Panamá y el Caribe.
El impacto del narcotráfico en Guinea-Bissau trasciende sus fronteras. Las redes del crimen organizado conectadas con el país financian grupos terroristas que operan en regiones como el Sahel, exacerbando la inseguridad en países como Malí, Chad y Nigeria. A nivel global, la cocaína que pasa por Guinea-Bissau está destinada principalmente a Europa, convirtiendo a este pequeño país africano en un eslabón clave en la cadena del crimen transnacional.
Desde 2006, las organizaciones delictivas han transformado a Guinea-Bissau en un punto de tránsito vital para el envío de drogas hacia Europa y Oriente Medio. Los cárteles sudamericanos establecieron una presencia visible, con figuras prominentes adquiriendo propiedades de lujo y consolidando su control sobre sectores económicos clave. La economía local, dominada históricamente por el comercio de productos agrícolas como anacardos, ha sido desplazada por la economía ilícita del narcotráfico.
La corrupción endémica y el involucramiento directo de las fuerzas de seguridad, incluidos altos mandos militares, han perpetuado la impunidad. Ejemplos notables incluyen los casos de José Américo Bubo Na Tchuto y Antonio Indjai, figuras militares de alto perfil acusadas de colaborar con los cárteles.
El archipiélago Bijagós, con su acceso difícil y limitado control estatal, se ha convertido en un punto de entrega para cargamentos de drogas lanzados desde aeronaves. Las pistas de aterrizaje abandonadas y las bases militares no solo carecen de supervisión, sino que en muchos casos son utilizadas para facilitar el transporte de drogas.
Los asesinatos de figuras clave, como el del presidente João Bernardo Vieira y el general Tagme Na Waie en 2009, han evidenciado el nivel de violencia vinculado al narcotráfico. Estos crímenes se perciben como ajustes de cuentas, subrayando la capacidad de los cárteles para operar con total impunidad y para infiltrarse en los niveles más altos de poder.
El narcotráfico en Guinea-Bissau tiene una conexión directa con grupos terroristas que operan en el Sahel y el norte de África, lo que subraya el carácter multidimensional del problema. Las ganancias de la cocaína han financiado operaciones de Boko Haram, Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI) y otros grupos similares. Este nexo entre narcotráfico y terrorismo intensifica la urgencia de una respuesta internacional coordinada.
Aunque ha habido esfuerzos internacionales para enfrentar el problema, como la intervención de la ONUDD y la asistencia técnica de países como Portugal y Estados Unidos, estos han sido insuficientes y esporádicos. En 2024, las incautaciones siguen siendo significativas, como los 789 kg de cocaína decomisados en marzo, pero no han alterado de manera sustancial el flujo de drogas ni la estructura operativa de los cárteles.
El caso de Guinea-Bissau es un ejemplo paradigmático de cómo el narcotráfico puede capturar a un estado debilitado, transformándolo en un epicentro del crimen organizado transnacional. La solución requiere una estrategia multidimensional que combine el fortalecimiento de las capacidades locales con un apoyo internacional sostenido y mecanismos de control regional para combatir el tráfico de drogas y sus consecuencias colaterales. Europa, como destino final de la mayoría de la cocaína, y países clave como España tienen un papel esencial en liderar estos esfuerzos.
GEOESTRATEGIA DE LAS DROGAS
El tráfico de drogas en África Occidental y su conexión con América Latina evidencian cómo las dinámicas del narcotráfico trascienden fronteras y dependen de la vulnerabilidad institucional de los Estados. Guinea-Bissau es un ejemplo paradigmático de cómo un país puede convertirse en un nodo clave dentro de un sistema criminal global que alimenta la demanda de cocaína en los mercados más desarrollados, mientras deja profundas cicatrices sociales, económicas y políticas en las regiones de tránsito.
Guinea-Bissau, situada a solo 5,500 km de Venezuela, es el punto más cercano entre América Latina y África, lo que la convierte en un eslabón estratégico en las rutas de tráfico de drogas. Esta proximidad permite que las rutas marítimas (cuatro noches en barco) o aéreas (cinco horas de vuelo) se utilicen para trasladar cocaína desde los principales países productores en Sudamérica hacia África Occidental y, desde allí, a Europa y otras regiones del mundo.
Según el último informe mundial de drogas de la Oficina de Naciones Unidas sobre Droga y Crimen (UNODC), más de 23 millones de personas consumen cocaína en todo el mundo. Estados Unidos lidera el consumo absoluto, seguido por Europa. Sin embargo, África y Asia han emergido recientemente no solo como corredores de tránsito, sino también como mercados crecientes de consumo.
Mientras que la producción de cocaína sigue concentrada exclusivamente en Colombia, Perú y Bolivia, el aumento sostenido de la demanda global ha provocado un incremento significativo en el cultivo y tráfico de la sustancia. En los últimos tres años, la superficie de cultivo creció un 76 %, impulsada principalmente por Colombia, en un contexto de debilitamiento de las políticas de erradicación.
Desde hace más de 15 años, África Occidental se ha consolidado como un importante corredor en la cadena global de distribución de cocaína. Se estima que un tercio de la cocaína que llega a Europa pasa por esta región.
La fragilidad institucional de los Estados en África Occidental ha creado un entorno propicio para las redes criminales transnacionales. Países con débiles estructuras gubernamentales, como Guinea-Bissau, han sido transformados en hubs estratégicos para el tráfico de drogas hacia Europa, Asia y Medio Oriente.
Dentro de la llamada “zona caliente” del tráfico en África Occidental se incluyen los siguientes países: Benín, Burkina Faso, Cabo Verde, Costa de Marfil, Gambia, Ghana, Guinea, Guinea-Bissau, Liberia, Mali, Mauritania, Níger, Nigeria, Senegal, Sierra Leona y Togo.
Entre estos, Guinea-Bissau, junto con Guinea y Senegal, forma parte de los principales núcleos de ingreso a través de la costa atlántica. Guinea-Bissau destaca particularmente debido a su geografía, su débil capacidad estatal y su historial de vínculos con redes criminales.
Prueba del nivel de complicidad alcanzado, quedo en evidencia en 2007, cuando los habitantes de las islas Bijagos, señalaban que las bases de la minúscula marina guineana eran empleadas no para controlar, sino para facilitar el tráfico de drogas. El espacio aéreo es otro colador, dado que los aviones heredados de tiempos de la ayuda soviética están almacenados hace largo tiempo. Las pistas abandonadas, son empleadas para que aviones que transportan droga, las utilicen, y ha sido frecuente ver a soldados, descargando paquetes con drogas.
CAMBIO CLIMÁTICO Y MIGRACIONES
El cambio climático influye de manera significativa en las dinámicas migratorias de Guinea-Bisáu, un país especialmente vulnerable tanto a eventos climáticos extremos como a la degradación ambiental. Fenómenos como las sequías prolongadas, el aumento del nivel del mar y los patrones de lluvia impredecibles afectan directamente a sectores clave como la agricultura y la pesca, de los que depende gran parte de la población. Estas alteraciones limitan los medios de subsistencia, agravan la pobreza y generan una presión migratoria, tanto interna como externa.
La economía de Guinea-Bisáu se basa principalmente en la agricultura, especialmente en el cultivo de anacardos, que representa una fuente crucial de ingresos. Sin embargo, las sequías prolongadas están reduciendo la productividad agrícola y el acceso a agua potable, forzando a muchas comunidades rurales a migrar hacia zonas urbanas o países vecinos en busca de mejores oportunidades.
Por otro lado, las zonas costeras densamente pobladas del país están en riesgo debido a la erosión costera y al aumento del nivel del mar. Las comunidades pesqueras, que dependen de la pesca artesanal, enfrentan amenazas a sus fuentes de ingresos y viviendas. Esto ha provocado desplazamientos internos desde áreas costeras hacia regiones más seguras en el interior, aunque estas zonas también presentan desafíos significativos, como infraestructura limitada y falta de oportunidades económicas.
Las inundaciones, cada vez más frecuentes y severas, están dañando infraestructuras y desplazando a miles de personas. Estas afectan de manera desproporcionada a las poblaciones más pobres, que suelen residir en zonas de mayor vulnerabilidad y tienen menor capacidad de adaptación. Además, el estrés generado por la escasez de recursos aumenta el riesgo de conflictos locales y desplazamientos forzados hacia otras áreas del país.
La combinación de falta de oportunidades económicas y los impactos del cambio climático está impulsando la emigración hacia países de la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (CEDEAO), Europa y otras regiones. Muchos migrantes de Guinea-Bisáu se integran en redes migratorias ya establecidas hacia Senegal y otras naciones de África Occidental, buscando empleo y estabilidad económica.
En resumen, el cambio climático actúa como un "multiplicador de amenazas" en Guinea-Bisáu, intensificando problemas estructurales como la pobreza, la falta de infraestructura y la desigualdad. Para mitigar sus efectos, resulta esencial que el país reciba apoyo para implementar políticas de adaptación climática, fomentar el desarrollo rural y gestionar de manera sostenible los recursos naturales. Estas medidas no solo reducirían la presión migratoria, sino que también mejorarían la resiliencia de las comunidades más vulnerables.
NOTAS:
1.- Hay más de 30 partidos políticos. Los principales son: MADEM-G15: Movimento para a Alternância Democrática Grupo 15: partido del actual Presidente de la República PAIGC: Partido Africano da Independência da GB y Cabo Verde: liderado por Domingos Simões Pereira PRID: Partido Republicano da Independência e Desenvolvimento: liderado por Aristides Gomes APU-PDGB: Assembleia do Povo Unido, Partido Democrático da Guiné- Bissau: liderado por Nuno Gomes Nabiam PRS: Partido de Renovação Social: liderado por Alberto Nambeia
2.- El filósofo y educador brasileño Paulo Freire (1921-1997), es considerado uno de los pensadores de la educación más influyentes del siglo XX. Freire es reconocido por su modelo de la “conciencia crítica” y como precursor de la pedagogía crítica.