No soy de los que creen que están capacitados para hacer cualquier cosa mejor que aquellos obligados a hacerla; no creo que la mayoría de los españoles pudieran ejercer cualquier cargo público con más eficacia y mejor desempeño que los que hoy son juzgados; no pienso que Pedro Sánchez o Núñez Feijoo sean unos incapaces en muchas facetas de la vida, pero sí creo que, cuando la vida te da un revolcón como el que le ha dado a Mazón, ya no hay opción: te tienes que marchar.
Ya imagino que no es fácil, pero una cadena tal de errores, medias verdades, mentiras y desaciertos, suyos y de su equipo, no pueden pasar sin consecuencias dolorosas. Es más, creo que en esas circunstancias terminar con el suplicio debe ser liberador, pues su futuro se va dibujando como una auténtica pesadilla cuyo fin sólo puede llegar con la dimisión y la retirada a lo más oscuro de la actividad privada.
Me da la impresión de que los que alcanzan el poder en la política parecen vestirse de un aura de majestad intocable, que la realidad no les llega ni les afecta, pero, de repente, una tormenta te cruje la vida, muestra tus carencias a los ciudadanos y ya nada de lo que hagas es creíble o llega al mínimo considerado como creíble.
Mazón no tiene más remedio que cometer “sepuku” después de decapitar ceremonialmente a su equipo implicado en la no gestión del desastre acaecido, no tiene otra opción, no hay más futuro que la retirada. Es cruel, pero la gestión pública es así de ingrata. No dudo de que intenta dejarse los cuernos para arreglar, ahora, lo que ayer le pasó por encima, pero eso ya no es posible: el que ha pecado no puede arreglar las consecuencias del pecado y debe pagar la penitencia.
Lo hizo tan mal que ha dejado al actor secundario del desastre casi a salvo y pensando, desde la barrera, “joder, por poco nos pilla a nosotros”. Al gobierno central le ha ido de un pelo, pero tiene casi agotadas las no sé cuántas vidas que ya ha gastado en su pelea por la permanencia en el poder. Sánchez ha pasado por una pandemia, por un volcán, por varias épocas de sequía extrema y ahora por las peores avalanchas e inundaciones que ha tenido España. Creo que será uno de los pocos que, al dejar el gobierno, respire aliviado pensando que “Ya no me pilla otra”.
Mientras tanto, que unos y otros se pongan al lío y arreglen este desastre de la mejor manera posible, que hace falta.