Mientras en Europa se producía el derrumbe del comunismo por obra de los indetenibles procesos históricos subordinados a la ciclicidad de las relaciones internacionales, que algunos hasta ahora se resisten en aceptar, en América Latina, gran parte de las naciones se hallaban en la fase final de contar las dictaduras que soportamos principalmente en los años sesenta y setenta. Este proceso liberalizador fue de la mano con el fin de las ideologías que dominaron durante la Guerra Fría, surgida luego de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945).
En adelante, los actores visibles en la vida política de los países del continente que lleva el nombre del afamado cartógrafo Américo Vespucio, fueron los movimientos políticos, como sucedió en el Perú, con la aparición del fujimorismo, superponiéndose a los partidos tradicionales como el APRA y Acción Popular. Nuestra región había soportado el enorme influjo de las oposiciones teóricas entre el capitalismo y el comunismo, que incluso llegó hasta las universidades, principalmente públicas, y en el campo, a la aparición de las guerrillas en algunos países en los que se pretendía llevar adelante revoluciones como pasó en Cuba en 1959, y que buscaban el mismo camino en Colombia con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia - FARC y el Ejército de Liberación Nacional, hoy prácticamente consumadas en su extinción, y en el Perú, las guerrillas de 1965 como las lideradas por Luis de la Puente Uceda y Hugo Blanco y hasta la aparición atémpore de Sendero Luminoso en el inicio de los años ochenta y del Movimiento Revolucionario Túpac Amaru – MRTA, a mediados de la también denominada década pérdida, esto dos últimos, grupos terroristas, es decir, grupos delincuencias, distintos de las guerrillas, aunque éstas también marginales al derecho internacional.
La caída del Muro de Berlín no solo fue un acto simbólico. Nada de eso. Significó la gran liberación de nuevas generaciones al imperio de las corrientes ideológicas que los mantenían casi como somnolientos sin poder advertir la necesidad de arrancarse de los prejuicios que fueron los perfectos hacedores de las problemáticas que habían vuelto a nuestras sociedades dialécticas y sin resultados concretos para promover los cambios cualitativos esperados camino al desarrollo.
Los años noventa que siguieron a caída del Muro de Berlín, dieron paso al desarrollo de nuevos roles y agendas para nuestra región. De mirarnos hacia adentro de nuestros países, comenzamos a hacerlo hacia afuera, como pasó con el desarrollo multidimensional de la proyección de la política exterior de gran parte de los países de América Latina hacia la emergente Cuenca del Pacífico que fue de la mano con el auge del desarrollo de las tecnologías. Ese fue el período que me tocó cuando joven me desenvolvía por los pasillos del ministerio de Relaciones Exteriores del Perú. De hecho, a mi país, Perú, le tocó ingresar, para nuestra suerte, en el Foro de Cooperación Económica Asia Pacífico – APEC, que en pocos días organizaremos por tercera vez y ese fue el comienzo de una etapa distinta para nuestra proyección internacional como pasó a otras diplomacias de la región que debían ponerse a tono con la emersión de los nuevos paradigmas que comenzaron a dominar en nuestros países.
Las universidades y otros espacios del debate del pensamiento iniciaron una suerte de reingeniería en la agenda académica, esta vez dejando atrás las tribunas de los enfrentamientos entre los referidos capitalistas y comunistas que habían dominado gran parte del mundo bipolar, es decir, del mundo de las hegemonías estadounidense y soviética. Es verdad que el impacto del fin del comunismo apurados por la perestroika y el glasnost, llevados adelante por Mijaíl Gorbachov, habían dado la estocada para el referido proceso liberalizador, pero también lo es que, las resistencias de los sectores de la izquierda latinoamericana tuvieron que reinventarse en su derrota para evitar su extinción, forjando espacios como el Foro de Sao Paulo y el Grupo de Puebla, que más bien se dedicaron a llevar adelante procesos de conspiración política a la estabilidad y democracia de los países de nuestra región, como hemos visto en las últimas décadas.
La caída del Muro de Berlín fue, finalmente, el acontecimiento que precipitó la mayor migración de los latinoamericanos hacia otros espacios del globo, principalmente los Estados Unidos de América y Europa. Encerrados y dominados por las pugnas ideológicas y los conflictos internos, muchos hombres y mujeres sintieron hallarse en un mundo de enormes pérdidas y retrasos para sus aspiraciones. El 9 de noviembre de 1989 como hoy, fue el acontecimiento escatológico que contagió un proceso liberalizador que advenía irreversible e inexorable, esto último hay que reiterarlo por siempre.
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