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"Se cansa uno de todo, menos de comprender..." Anatole France

En plena desgracia que no nos enfrenten

En plena desgracia que no nos enfrenten

Valorar lo ocurrido con la DANA es complicado; quizás estamos demasiado cerca del desastre para sacar todas las conclusiones. Sin embargo, cuando lo que se necesita es trabajar unidos, escuchar las declaraciones de algunos responsables políticos es, cuanto menos, desalentador.


Mientras se habla de cooperación y de la importancia de trabajar juntos para reparar lo mejor posible la mayor catástrofe natural sufrida en España en décadas, la realidad muestra otra cara: acusaciones mutuas, señalamientos de culpabilidad y reproches que evidencian errores graves e, incluso en algunos casos, negligencias con resultados trágicos.

 

Con todos los medios técnicos de que disponemos hoy, es alarmante ver fallos tan claros en la comunicación sobre la gravedad de lo que estaba ocurriendo o estaba a punto de ocurrir. Esto debería impulsar un cambio profundo.

 

Los protocolos de actuación han fallado estrepitosamente, pero lo peor es la impotencia de tantas familias, que pasaron horas y horas con el agua al cuello, sin saber cómo estaban sus seres queridos. La gente siente que, en su desgracia, se les ha dejado solos.

 

Asusta ver lo ocurrido: predicciones y alertas que fallaron o resultaron confusas. A pesar de la tecnología actual, que permite prever fenómenos de este tipo, no se utilizó de manera adecuada. Es evidente que las autoridades tardaron en informar a la población afectada. Esto debe servirnos para mejorar los sistemas de alerta temprana y la comunicación con los ciudadanos.

 

La falta de infraestructura adecuada, como sistemas de drenaje y alcantarillado que puedan afrontar fenómenos como la gota fría o la DANA, también pone en cuestión la planificación urbana. Especialmente en una región acostumbrada a estos fenómenos, la falta de actualización de infraestructuras es motivo de reflexión y exige medidas urgentes para aprender de la desgracia y evitar que se repita.

 

La descoordinación entre administraciones y entre organismos locales, regionales y nacionales es otro punto crítico. Si bien en esta ocasión se ha visto que las instituciones locales, más cercanas a la gente, han respondido mejor y en muchos casos han suplido la falta de actuación de otras, la magnitud de la catástrofe y las trágicas pérdidas de vidas nos hacen sentirnos menos seguros y nos invitan a preguntarnos en manos de quién estamos cuando ocurren circunstancias de esta envergadura.

 

Desde la tranquilidad de nuestras casas, es fácil repartir culpas y criticar los errores de unos y el sufrimiento de otros. Por eso, al juzgar, toda precaución es poca; toda ayuda es necesaria. Dotar de medios para reparar lo posible, ayudar a la población a canalizar el daño y la rabia, y reconstruir lo perdido son prioridades.

 

Vale más un joven con una pala retirando barro que mil denuncias oportunistas que buscan imponer su relato en medio de la desgracia. Es desgarrador que, mientras unos buscan a sus seres queridos desaparecidos o enfrentan la pérdida de todo, las autoridades, en lugar de cumplir su función, se enfrasquen en disputas políticas.

 

Este desastre deja en claro la necesidad de mejorar la comunicación con la población, las infraestructuras, la planificación urbana y los sistemas de emergencia para enfrentar fenómenos climáticos extremos. También destaca la importancia de invertir en prevención y adaptación para mitigar el impacto de eventos que, debido al cambio climático, parecen ser cada vez más frecuentes.

 

Cuando suceden estas desgracias, la solidaridad de tantos ciudadanos nos muestra lo mejor del ser humano, pero también destaca la necesidad de contar con recursos para reparar tanto daño y el gran margen de mejora que tenemos ante situaciones límite. 

 

Siempre quedará la duda de cuántas vidas y cuánto sufrimiento se podrían haber evitado tomando las decisiones adecuadas. Sin embargo, nunca un lamento ha solucionado un problema; lo mejor será aprender del pasado, aunque ¡qué duro! y ¡qué triste! que haya que sufrir tanto para sacar estas lecciones.


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