Dicen, y es algo que parece que nuestros gestores políticos han olvidado, que la democracia (al igual que la justicia) son formas; formas que nos permiten convivir en el desacuerdo y que todo marche de una forma más o menos civilizada. Esas formas son amplias, son adecuadas y, en otros países con más experiencia, suelen funcionar de manera bastante adecuada sin que eso suponga desdoro para nadie que se adapte a su aplicación y cumplimiento.
Ahora nos hemos enterado de que la presidencia de la Comunidad de Madrid no quiere reunirse con la presidencia del Gobierno. Así, sin anestesia, sin el más mínimo respeto por lo convenido y lo convencional, como si esa institución que ha sido convocada no estuviera condenada a entenderse con la institución convocante de la reunión.
Parece ser que llevada por ciertas tendencias que dominan la vida política actual, la persona que ostenta la dignidad de representación de todos los madrileños ha decidido no sentirse concernida por lo que pueda plantear la presidencia del gobierno; es más: parece ser que la Comunidad de Madrid no tuviera cuestiones pendientes que resolver, proyectos que plantear, diferencias que limar…¿Va todo tan bien que no hay que hablar de nada?
Un veterano ministro del PP, José Manuel García Margallo, decía -y creo que decía bien - que nunca hay que retirar la representación diplomática en un momento de crisis con otro país pues, cuando esa tentación existe, es cuando el diálogo y la diplomacia son más trascendentes y más importantes. Por si esa afirmación o teoría no fuera suficiente, existe algo llamado obligación, urbanidad, buen gusto y cuidado de las formas, esas que nos permiten cruzarnos por la calle sin atropellarnos unos a otros o soportar las juntas de vecinos sin acabar en comisaría.
España, como Estado, se organiza en Comunidades Autónomas que son las encargadas de aproximar la administración a los ciudadanos y que son, por mucho que a algunos les pese, tan Estado y tan Gobierno, como el gobierno central y eso les hace solidarios de la acción de gobierno y necesitados de coordinación, ajuste y buena voluntad entre ambos estamentos.
Y si todo eso fallara, esa entrevista está incluida en la nómina que te pagamos todos, Sra. Presidenta.