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El Informe Draghi o cómo lograr que la Unión Europea gane el futuro

El Informe Draghi o cómo lograr que la Unión Europea gane el futuro

La Unión Europea, cuyo origen se remonta a más de siete décadas, se concibió como un proceso de integración para los países de Europa, promovido por varias generaciones que anhelaban la paz después de haber sufrido las horrorosas consecuencias de dos guerras mundiales. El proceso de construcción europea ha sido un camino difícil, con avances y retrocesos,  sembrado de obstáculos y en el que se han cometido errores pero, pese a todo ello, Europa ha disfrutado en ese tiempo del periodo más largo de paz y prosperidad de su convulsa historia.


Lamentablemente, en la actualidad, la incertidumbre se cierne sobre Europa y pareciera que no se ha aprendido nada de la historia a la luz de los últimos acontecimientos y de la vuelta de fantasmas del pasado como el auge de los extremismos y de la guerra. Las crisis sanitaria y energética de los últimos años, el cambio de orientación del paradigma sobre el que se ha asentado el comercio internacional desde el término de la Segunda Guerra Mundial y la negativa de EEUU para mantener el modelo de seguridad que cobijaba a la UE, obligan a una transformación profunda del modelo de crecimiento europeo vigente.

 

En este contexto, la Comisión Europea encargó hace un año a Mario Draghi, ex primer ministro de Italia (2021-2022) y exgobernador del Banco Central Europeo (2011-2019), un informe en el que se evaluara la situación actual de la economía europea y se formularan las propuestas de política económica necesarias para favorecer su crecimiento. Hay que recordar que la UE aporta alrededor del 17% del PIB mundial, por detrás de la economía estadounidense (26%) y a la par con China (17%). Esta posición contrasta con el débil crecimiento que viene mostrando Europa los últimos años, los problemas para aumentar su productividad, así como la pérdida de competitividad y cotas de comercio exterior en relación a otras potencias económicas.

 

Hace unas pocas semanas Draghi presentó, junto con la presidenta de la Comisión Ursula von der Leyen, dicho informe titulado The future of European competitiveness (1). Se trata de un extenso documento de 400 páginas que, tras exponer un diagnóstico de la situación actual de la UE, pone de manifiesto algunas de sus debilidades respecto a otras economías competidoras y hace propuestas de reformas para ganar en competitividad, sostenibilidad y seguridad de cara a futuro. Algunas voces autorizadas del entorno comunitario lo consideran un posible plan de gobierno para la nueva Comisión recientemente constituida y que estará presidida por la propia Von der Leyen.

 

El informe se estructura en seis apartados. En el primero se realiza una descripción de la situación actual que resulta muy ilustrativa y que es del todo coincidente con la mayoría de los discursos y análisis que se vienen sucediendo en los últimos tiempos sobre el estado de Europa. Los tres apartados siguientes se centran en las áreas sobre las que se debe actuar para estimular el débil crecimiento europeo y su baja productividad, tres desafíos que se resumen en: reducir la brecha tecnológica existente en innovación con los principales bloques competidores; armonizar la descarbonización de la economía europea con el sostenimiento de la competitividad; y buscar la fórmula para aumentar la seguridad económica y reducir las dependencias externas. El informe concluye con dos apartados en los que se proponen como medidas para superar esos desafíos el refuerzo de la inversión público-privada y la mejora de la gobernanza europea.

 

REDUCIR LA BRECHA TECNOLÓGICA E IMPULSAR LA INNOVACIÓN

 

Los datos económicos en el ámbito de la innovación son muy claros y muestran que la UE está perdiendo competitividad frente a otras potencias económicas, especialmente EEUU y China. 

 

El informe incide en la idea de que tan importante como innovar es poder hacer realidad y comercializar esa innovación. A la UE no le faltan innovación y talento pero las empresas que más innovan no encuentran, en el marco legal y normativo vigente, un espacio que favorezca su actividad. Algo parecido ocurre, según el informe, a la hora de encontrar financiación para sus proyectos y un nivel de formación adecuado de la fuerza de trabajo necesaria. Por todo ello, un tercio de las empresas unicornio prefieren trasladarse a otros países, especialmente a EEUU, cuyo entorno les resulta más flexible y ventajoso que Europa.

 

 

El informe recoge una amplísima batería de medidas para corregir esta situación y reducir el gap tecnológico de Europa, que van desde un marco regulatorio más sencillo y favorable a la innovación, programas financieros para impulsarla, un nuevo Programa Marco de I+D, programas para promover la excelencia académica, una mayor inversión en infraestructuras de investigación y tecnología, un incremento del gasto europeo en I+D y un nuevo modelo de formación permanente que mejore las habilidades de los trabajadores europeos.

 

COMPATIBILIZAR DESCARBONIZACIÓN Y COMPETITIVIDAD

 

Desde mucho antes de la firma del Acuerdo de París, se han producido arduos debates sobre cómo se debe transitar hacia una economía con bajas emisiones de carbono a la atmósfera, pero lo que casi nadie razonable pone en duda es la conveniencia de hacerlo. 

 

El Informe Draghi analiza este segundo desafío al que ha de enfrentarse la UE en estos próximos años: hacer compatible la descarbonización de su economía con el sostenimiento de su competitividad frente al resto del mundo. En el documento subyace la idea de que el suministro de energía barata para la industria europea procedente de Rusia ya no será posible y que una excesiva dependencia extracomunitaria de energía no es deseable. Las empresas europeas tienen que soportar unos precios de la energía mucho más altos que las estadounidenses o las chinas, haciéndolas menos competitivas.  El informe plantea la descarbonización como un asunto inaplazable y como una fórmula para que la economía europea gane competitividad siempre que el proceso se realice de manera adecuada.

 

El informe plantea también medidas concretas para promover la competitividad en sectores estratégicos como el de defensa, el energético, los sectores industriales intensivos en energía, las tecnologías limpias, las materias primas fundamentales, el automóvil, el farmacéutico, los transportes, el aeroespacial y, por supuesto, el de la tecnología digital.

 

 

Un proceso de transición energética como el que se plantea no está exento de riesgos que habrá que medir con precisión, sobre todo en lo que se refiere a la coordinación entre los Estados miembros. No lograr esa coordinación y no establecer unos objetivos comunes probablemente perjudicaría la competitividad del mercado europeo y generaría más tensiones internas.

 

También será necesaria una adecuada coordinación para acompasar tres variables: la transición del sector energético, la modernización de la estructura productiva y la transformación digital de la economía.

 

Si las actuales reglas del mercado energético europeo no se modifican adecuadamente y los beneficios de las energías renovables no se traducen en un menor precio de la energía, los elevados precios acabarán frenando el crecimiento económico en Europa. Del mismo modo, si los potenciales beneficios del proceso no se traducen en una factura más barata de la luz y el gas para hogares y empresas, podría perderse el necesario apoyo social para el proceso de descarbonización que se pretende realizar.

 

GARANTIZAR LA SEGURIDAD ECONÓMICA Y LA AUTONOMÍA ESTRATÉGICA

 

Las disfunciones económicas y comerciales generadas, primero, por la crisis pandémica de la Covid-19 y, posteriormente, por la crisis energética provocada por la guerra entre Rusia y Ucrania, han aflorado debilidades de la UE derivadas de su elevado grado de dependencia externa. El informe señala la importancia de que la UE fortalezca su autonomía estratégica y su seguridad económica para evitar así posibles presiones de terceros países.

 

El documento incide en dos necesidades: aumentar el gasto en defensa, para garantizar una industria de defensa más fuerte y autónoma, y adoptar un plan estratégico, en consonancia con la ley europea de materias primas fundamentales, que permita a Europa abastecerse de los minerales críticos necesarios para su transición. En la industria y las tecnologías modernas, materias primas como el litio, el cobalto, el galio o el titanio son tan esenciales como escasas y su suministro corre el riesgo de verse interrumpido.

 

 

El informe reconoce que alcanzar un adecuado nivel de autonomía estratégica tendrá un coste elevado y propone para minimizarlo, a nivel interno, la cooperación entre los Estados miembros, como por ejemplo mediante la articulación de programas de inversiones y compras conjuntas, aprovechando la fortaleza que da un mercado interior europeo de grandes dimensiones. Por otra parte, a nivel externo, plantea la firma de acuerdos con terceros países que permitan diversificar y reducir los riesgos. En este orden de cosas, adopta una posición más favorable al libre comercio al seguir considerándolo útil para aumentar la seguridad y avanzar en el de-risking (o minimización de riesgos) frente a otros posicionamientos más proteccionistas y de decoupling (desacoplamiento) o friendshoring (deslocalización productiva hacia los países aliados).

 

PROPUESTA DE FINANCIACIÓN 

 

Enfrentarse y superar adecuadamente todos estos desafíos requiere un plan de financiación que Draghi traza en su informe. Su propuesta no es del todo novedosa, en tanto que adopta la idea ya formulada por diferentes instituciones y líderes europeos que cuantifican en 800.000 millones de euros las necesidades adicionales de inversión anual para transformar el modelo de crecimiento, lo que viene a significar en torno al 5% del PIB europeo.

 

Pero más allá de la discrecionalidad al fijar esa cantidad, que no ha sido objeto de una profunda evaluación en la sociedad europea ni de un verdadero análisis de la capacidad de la economía europea para acomodar esa ingente cantidad de fondos a un número suficiente de proyectos de inversión viables, pueden producirse otros problemas de aplicación que conviene conocer y calibrar adecuadamente. 

 

En otras palabras, las políticas económicas y los fondos financieros que se desplieguen son unas herramientas imprescindibles al tratar de generar los estímulos necesarios para el aumento de la competitividad y el crecimiento. La mera existencia de esos instrumentos, sin embargo, no garantiza la consecución de los objetivos. Una aplicación ineficiente de las políticas podría convertirlas en un intento fallido y hacer fracasar las reformas estructurales necesarias. 

 

Otro problema que ha de ser considerado tiene que ver con las posibles resistencias políticas, tanto internas de cada Estado miembro, como del conjunto de la UE.

 

Cabe preguntarse si es posible la aplicación de las medidas propuestas por el Informe Draghi en un contexto político como el actual. En el momento presente, los países con mayor peso dentro de la UE, como Alemania, Francia o Italia, que podrían liderar el proceso de reformas, están más centrados en lidiar con sus complejos problemas internos -que van desde la debilidad de su crecimiento económico o las dificultades para gestionar adecuadamente las políticas de inmigración, pasando por el creciente descontento popular y el auge de los movimientos extremistas- que en desarrollar una efectiva política industrial europea.

 

En este mismo orden de cosas, la UE se encuentra dividida respecto a otros asuntos implícitos en el Informe Draghi y que podrían impedir la aplicación de las reformas propuestas como: la conveniencia misma de profundizar en el proceso de integración, el modelo de autonomía estratégica y de defensa o la creación de un activo común europeo (Eurobono) que ayude a captar financiación en los mercados para emprender las reformas estructurales necesarias.

 

Una división latente en el seno de la UE es la que se está produciendo entre los países en los que los partidos de extrema derecha están logrando gobernar y aquellos otros Estados miembros en los que no alcanzan una representación suficiente o, pese a su auge, se aplican cordones sanitarios para que no puedan hacerlo. Por norma general, aquellos países con gobiernos ultras muestran un rechazo total a profundizar en el proceso de integración europea y rehúsan, en principio, apoyar muchas de las medidas propuestas por el Informe Draghi.

 

Otra muestra de división está entre los países que quieren apostar por una autonomía estratégica liderada por Bruselas y los que (principalmente del Este Europeo) todavía confían en que el mejor garante de la seguridad europea es EEUU.

 

La simple propuesta de crear un activo común europeo para captar financiación para realizar las medidas de reforma se ha convertido, también, en un elemento de división, cuando no de enfrentamiento abierto, en el seno del Consejo Europeo.

 

Europa se encuentra en una encrucijada y el Informe Draghi hace un excelente ejercicio de reflexión sobre en qué punto está Europa y nos señala un posible camino, seguramente no el único, para avanzar en el proceso de construcción europeo. Pero la historia nos enseña que el progreso de Europa siempre encuentra fuertes resistencias y obstáculos. En muchas ocasiones, estos solo se han podido superar a base de crisis que se convirtieron en oportunidades para alcanzar los consensos políticos necesarios y llevar a cabo las reformas propuestas. Quizás este sea uno de esos momentos en los que Europa se juega el futuro, veremos.

 


 

NOTAS

  1.  https://commission.europa.eu/topics/strengthening-european-competitiveness/eu-competitiveness-looking-ahead_en#paragraph_47059

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