Vivimos tiempos convulsos en los que la inteligencia parece sufrir momentos de ausencia, como si fuera posible que el mundo, de repente, decidiera regirse por normas y parámetros que nada tuvieran que ver con el pensamiento racional. A lo largo de la historia el ser humano ha ido evolucionando y generando sistemas de organización social muy diferentes, pero en los tres últimos siglos ha habido una cierta tendencia hacia la consecución de algo parecido a una organización inteligente de normas, leyes y sistemas.
Por mucho que la barbarie fuera el elemento más destacado de algunos espantos políticos - la Alemania nazi, la Rusia de Stalin, la Camboya de Pol Pot etc - en todos ellos se elaboraron complejos sistemas administrativos y legales que pretendían la construcción de un sistema social con leyes, normas, reglas y cámaras que velaran por la aplicación de la ley. Nadie niega que esas leyes fueran espantosas y nefastas, pero existían y todo se encaminaba a dar una imagen de legalidad del sistema intentando que fuera más o menos presentable.
En estos días empieza a cuajar la idea de establecer un paréntesis, una especie de “tiempo muerto”, en el que democracias asentadas puedan darse un respiro y se entreguen a un día de furia y barbarie que no se someta al imperio de la ley. Lo que nació como una idea absurda para rodar una película, amenaza con convertirse en una medida estrella del candidato Trump, que ya ha empezado a dibujarla y sacarla de paseo en sus mítines electorales. Un día en el que la policía pudiera perseguir a tiro limpio, sin consecuencias, a todo delincuente conocido, a inmigrantes ilegales, a reincidentes habituales sin que los jueces tengan que intervenir y, lo más importante, sin consecuencias posteriores; muertos gratis.
Si no fuera por lo absurdo de la idea y por el enorme catálogo de posibilidades que ofrece el cine para la proposición de este tipo de acciones, siempre aplaudidas por ese público que alimenta a los fabricantes de refugios nucleares, que da de comer a los monitores de supervivencia extrema y demás fanáticos próximos a la nación aria, la verdad es que no tendría miedo de que algo así pudiera pasar.
La cosa es que todo es tan impensable y tan irreal, tan fuera de la realidad y la lógica que cada vez que lo pienso, más próximo siento ese día sacrificial que propicie la hecatombe de nuestra generación.
No serán 100 bueyes, pero caerán muchos, ya lo veréis.