Los amigos de La Hora Digital me han pedido que hiciera un comentario del libro “El laboratorio palestino” de Antony Loewenstein, periodista judío nacido en australiano y cuyos se exiliaron huyendo del genocidio. Este libro salió a relucir en diversas ocasiones en la charla de Álvaro Frutos y el Coronel Morato con el Embajador del Estado Palestino en España. Para mi un placer pues un libro que no te deja indiferente, si te interesa acercarte objetivamente a esta cuestión.
En “El laboratorio palestino”, el periodista y autor Antony Loewenstein explora cómo la ocupación israelí de los territorios palestinos ha servido como un campo de pruebas para la industria de la seguridad global. Loewenstein argumenta que Israel ha perfeccionado sus tácticas de control, vigilancia y represión en los territorios ocupados, y ha exportado esas tecnologías y conocimientos a nivel mundial.
El libro examina cómo la industria militar y de seguridad israelí ha aprovechado la ocupación para desarrollar productos y servicios que luego se venden a otros gobiernos y empresas privadas. Esto incluye sistemas de vigilancia, drones, tecnologías de frontera y armas no letales, que se promocionan como "probados en combate" en Gaza, Cisjordania y otros contextos de ocupación.
Loewenstein analiza el papel que juega esta "militarización de la ocupación" no solo en la represión del pueblo palestino, sino también en la legitimación de un estado de control permanente. Además, revela cómo muchos países que se declaran defensores de los derechos humanos compran tecnología y conocimiento israelí para implementar políticas represivas en sus propias fronteras o contra sus poblaciones.
El autor también se detiene en las implicaciones éticas y políticas de esta industria militarizada, destacando cómo perpetúa la ocupación y el sufrimiento palestino, y contribuye a la erosión de los derechos humanos a nivel global.
En mi opinión el trabajo de Loewenstein ofrece una perspectiva reveladora y perturbadora sobre las intersecciones entre la tecnología, la represión y el comercio global de la seguridad. Uno de los puntos más poderosos del libro es cómo demuestra que la ocupación no es solo una tragedia humanitaria, sino también una oportunidad de negocio para Israel, lo cual plantea preguntas profundas sobre la ética de la guerra y el capitalismo.
El enfoque de Loewenstein en el concepto de "probado en combate" es crucial. Al exponer cómo las armas y tecnologías de vigilancia desarrolladas en un contexto de ocupación son luego exportadas a nivel global, muestra una dimensión del conflicto palestino-israelí que a menudo pasa desapercibida. La ocupación se convierte, según el autor, en un laboratorio para tecnologías represivas que luego se despliegan en contextos como la frontera entre Estados Unidos y México, o en regímenes autoritarios que buscan controlar a sus ciudadanos.
Sin embargo, una crítica que podría hacerse a *El laboratorio palestino* es que en algunos momentos el libro cae en un tono excesivamente tecnocrático, alejándose del análisis humano y emocional del conflicto. Aunque la obra es profundamente informativa y rigurosa en cuanto a los datos que presenta, a veces el lector puede sentir que el sufrimiento palestino se trata como un fenómeno colateral, cuando es central para comprender las implicaciones éticas y morales del comercio militar israelí.
En general, *El laboratorio palestino* es una contribución valiosa para entender las dinámicas de poder y represión no solo en Palestina, sino en el mundo entero. La obra subraya cómo el conflicto local tiene repercusiones globales, y cómo la industria de la guerra y la ocupación ha encontrado en este contexto un terreno fértil para expandir su influencia. Esto obliga a reflexionar no solo sobre la necesidad de resolver el conflicto, sino también sobre el rol que juegan los actores internacionales en perpetuarlo.