Nunca he podido entender el nacionalismo mexicano actual y su artificial fundamento indigenista. Es un nacionalismo relativamente reciente, que arranca de ciertas ramas que estuvieron presentes en la revolución mexicana y que la izquierda populista ha hecho suyas. La que encarnaron ciertos muralistas revolucionarios, como Diego Rivera, que conciliaron el anticapitalismo y el odio a España.
La insistencia de estos dos personajes -López Obrador y Sheinbaum- en que España pida perdón - ¿qué les cuesta? acaba de decir AMLO?- por unos hechos que sucedieron hace cinco siglos me parece absurda. Imaginemos una comunidad internacional de perdones recíprocos: EEUU disculpándose por haber arrebatado a México un tercio de su territorio. Francia, por las múltiples y sangrientas guerras coloniales. El Reino Unido, por lo mismo. Rusia, qué les voy a contar. Argentina por haber exterminado, bajo el mando del general Rosas, a sus indígenas sureños. Y China, y Bélgica, con el nefasto rey Leopoldo Y México, ah México, por haber tenido abandonados, marginados y explotados durante dos siglos a los numerosos descendientes de los habitantes prehispánicos. Cuando pasé por Chiapa. s, hace unos años, en San Cristóbal de las Casas, todavía se vendían muñequitos del subcomandante Marcos -¿recuerdan, el joven de la pipa y el pasamontañas?- héroe para los locales, cabecilla de una protesta indígena contra la marginación secular.
¿No tendrán otra cosa mejor en la que ocuparse que reclamar a España - ¡ande, mano, una disculpita y todos contentos! - por haber cometido los pecados que eran comunes en la época? Ocuparse, por ejemplo, del avance del narco en varios estados, últimamente en Sinaloa. La corrupción endémica de la administración: la palabra mordida nació en México. Los feminicidios, el asesinato impune de mujeres. El acecho y la muerte constante de periodistas. La inseguridad: en la capital te advierten siempre que no vayas a los "barrios bravos", que tengas cuidado con el taxi que abordas, etc. etc. La inminente reforma del poder judicial, haciéndolo electivo, es, so capa de democracia, una vía abierta a la influencia del poder. Eso si debería ser materia de inquietud y no las andanzas de Cortes. Por cierto, Hernán Cortés, admirable condottiero del Renacimiento, conquistó Tenochtitlán a la cabeza de miles de indios, enemigos de los mexicas. Escritor más que aceptable en sus "Cartas de relación". Fue su talento político y no tanto su fuerza militar la que ganó un imperio para Carlos V.
El México moderno, mestizo, es fruto de las relaciones del conquistador y la Malinche. Ya lo decía José Vasconcelos, el autor del Ulises criollo (1935). Lean, lean ustedes el relato de uno de sus capitanes, Bernal Díaz del Castillo, la Historia verdadera de la conquista de Nueva España, monumento del castellano clásico. Ah, si no hubiera habido conquista, esta pareja de farsantes, tan reblanquitos, no estarían saludando al público desde el balcón de la casa de Gobierno, teniendo a la vista la maravillosa plaza -el Zócalo- la catedral que construyeron los españoles. Por cierto, nuestro presidente de Gobierno, por esta vez, ha estado en su punto. No así sus asociados; los "mariachis" caseros, con los que suele confraternizar en otras ocasiones. Son tan ilusos, tienen tan mal genio que aprovechan la ocasión para mostrar su desapego y hostilidad a las instituciones españolas y su profunda ignorancia sobre la historia de México, lindo país.
Javier Varela (UNED) es historiador. Su último libro se llama La vida deprisa. César González Ruano (1903-1964). Premio Antonio Domínguez Ortiz de biografías 2023, Sevilla, 2023