Las elecciones francesas fueron en julio. Tras la moratoria olímpica, el Presidente Macron nombró el 5 de septiembre Primer Ministro, su prerrogativa, a Michel Barnier quien acaba de formar un gobierno de centro derecha.
En España bailaron en Ferraz a pesar de perder las elecciones hace un año frente al PP porque “eran más” juntándose con sus malas compañías de extrema izquierda y separatistas, algunos herederos políticos de terroristas. En Francia los que son más van del centro a la extrema derecha.
El “Nouveau Front Populaire” (“France Insoumise” del radical Mélenchon, comunistas, verdes y socialistas) ganó sin mayoría suficiente, pero el partido más votado fue el “Rassemblement National” de Le Pen. Preocupantes realidades, ambas. Mientras Macron realizaba consultas para elegir al primer ministro la extrema izquierda y la extrema derecha hicieron comentarios negativos sobre los candidatos. Desde el NFP intentaron imponer a Lucie Castets, socialista mélenchoniana poco dispuesta a entenderse con los macronitas. Un error o una estrategia para apartarse de Macron que deseaba alguien que pudiese lograr compromisos en el abanico parlamentario.
Tras tantear varios veteranos socialistas alejados de los actuales socialistas franceses (PSF) que fueron rechazados por los extremos al no ser suficientemente progresistas, o serlo excesivamente, según gustos, Macron eligió a Michel Barnier, antiguo ministro con Chirac y Sarkosy y, asimismo, antiguo Comisario en la Unión Europea. Se declara “patriota europeo”. Fue el duro negociador europeo del Brexit. Pertenece al PP francés, “Les Républicains” (LR), solo la cuarta fuerza política en la Asamblea.
No tiene el rechazo de Le Pen lo que le da cierto margen que podría ampliarse si consigue atraerse a miembros moderados del NFP, esencialmente socialistas. Los puentes entre Macron y Le Pen existen, como ya se señaló en este blog antes de las elecciones, mientras que son inexistentes con los insumisos y los comunistas. La clave para una estabilidad estará en el programa económico y en el rechazo recíproco entre Macron y Mélenchon que juega a Robespierre pensando en la elección presidencial de 2027.
Los diputados de “Renaissance”, el partido macronita, responden en cierta medida a Gabriel Attal que los ha seleccionado y que puede tener más futuro que Macron cuyo trayecto presidencial acabará en tres años. Fueron seleccionados para parar a Le Pen. Attal rabia por haber sido primer ministro sólo ocho meses y culpa a Macron por unas elecciones fallidas para las que no fue consultado. Attal tiene, pues, cierto juego frente a un Macron debilitado por lo que el acercamiento tácito del Presidente al RN tendrá sus dificultades pasadas ciertas líneas que no tienen por qué ser claras ni rojas.
Parte de la clave para que Barnier pueda aguantar un tiempo difícil de definir estará en su capacidad de atraer a socialistas moderados. Si lo consigue, durará más. Por otra parte, Barnier, nombrado por Macron, no podrá ignorar al Presidente, pero dada la debilidad de este último, tendrá también cierta autonomía. Su, asimismo, propia debilidad puede ser, paradójicamente, su fuerza en función de los equilibrios que logre para evitar un voto de censura y conseguir aprobar unos presupuestos. Francia está a la merced de equilibrios precarios cruzados que pueden aguantar habilidosamente o colapsar. Ello se refleja en el Gobierno Barnier, con clara mayoría de la coalición “Enssemble” (“Renaissance” más otros partidos centristas), unos conservadores de “Les Républicains” y un antiguo socialista en Justicia (abandonó su partido hace tiempo al ser nombrado para presidir el Tribunal de Cuentas francés, un ejemplo para Tezanos y otros).
Como telón de fondo está la elección presidencial de 2027 si Macron llega a completar su mandato. Por ahora es inconcebible que el NFP logre su destitución que intenta por pura pataleta. Si, en cambio, fracasara Barnier y, si ello ocurre, cuando, entonces no sería descartable una elección presidencial adelantada. Tiempos difíciles en Francia hasta que se resuelva la próxima elección presidencial con muchos que sólo piensan en 2027. Un panorama de incertidumbre tampoco bueno para la UE.
Europa ve como las extremas derechas se hacen cada vez más fuertes, con la inmigración como exitosa bandera negativa porque es un problema real, exagerado o devaluado, pero necesitado de soluciones. La derecha tradicional se reduce y la socialdemocracia va disminuyendo en Francia y Alemania, sustituida por una extrema izquierda incluso xenófoba (Alemania) o permeada por ésta y avasallada por los separatismos que buscan privilegios y la independencia (España). Las extremas derechas y extremas izquierdas, ambas rechazables, se retroalimentan implacablemente.
Tras la Segunda Guerra Mundial se produjo una fusión económica, cultural, social y política entre Europa Occidental y los EEUU. El Atlántico Norte une. Es un Mare Nostrum, un activo importante. Por otra parte, las migraciones intraeuropeas a partir de mediados del siglo XX desde España, Portugal, Italia y Grecia, así como el turismo de un norte rico a un sur soleado permitió una homogeneización europea de la que fueron grandes protagonistas entonces la socialdemocracia y la democracia cristiana, así como otras derechas moderadas. La Europa del Este se impregnó de ello por ósmosis incluso antes de la caída del Muro de Berlín y su liberación del yugo ruso.
Sin embargo, estamos actualmente en peligro de que nuestro continente se polarice, como España o EEUU, y que la UE se estanque mientras Rusia muestra sus garras, China conquista mercados por todas partes (también en África como los rusos de los mercenarios Wagner), India surge y los EEUU aún sigue vivos. Europa debe andarse con cuidado …
Carlos Miranda, Embajador de España