El País de la derecha progresista
En la España de estos días, si nos faltaba poco, ahora empieza un nuevo baile: el de las conspiraciones mediáticas y los juegos de poder. Sí, como pueden suponer, hablo del culebrón en torno al control de PRISA, la matriz de El País y la Cadena SER. Este no es un drama nuevo, claro, y se lleva fraguando hace tiempo. Los últimos episodios nos regalan una fascinante mezcla de estrategia financiera, maniobras políticas y un poco de "magia mediática", todo orquestado por algunos actores que, si uno no los conoce bien, podrían pasar por simples figurantes. Y como protagonista principal de esta historia (pronto también en formato televisivo), José Miguel Contreras parece haberse consolidado como el verdadero factótum detrás de la operación, armando un teatro que bien podría competir con las mejores series norteamericanas de suspense político.
El espectáculo de la derecha "progresista".
Para los más ingenuos que aún piensan que la izquierda actual gobernante tiene un compromiso histórico con la justicia social y la libertad de prensa, esta historia les caerá como un balde de agua fría: "Veritas non recipit venenum". Pues resulta que las obsesiones son malas compañeras. La “izquierda” de Pedro Sánchez, que muchos consideran el campeón del progresismo europeo, está liderando una jugada digna de las derechas más clásicas para hacerse con el control de los medios. Porque, claro, ¿qué sería de un dirigente sin su altavoz mediático, verdad?
El gobierno actual ha decidido que no es suficiente para ganar elecciones con el CIS y otros organismos públicos; también es necesario controlar los medios de comunicación. Y aquí es donde entra nuestro querido Banco Santander, aliado "casual" en esta maniobra. Sí, el mismo Santander, que ha sido emblema del capitalismo más implacable durante décadas, ahora parece ser un socio estratégico de una izquierda que, en teoría, debería combatir el poder desmedido de los grandes bancos. Con Sánchez, las cosas van por días. Pero no, amigos, en lugar de eso, Sánchez y su séquito han decidido abrazar a la banca, como si de viejos camaradas se tratara, para asegurarse de que El País y la Cadena SER continúen en la línea "correcta".
José Miguel Contreras, el hombre que lo quería todo.
Qui totum vult totum perdit ("Quien quiere todo lo pierde todo"). Y como en toda buena película de suspense, siempre hay un hombre en la sombra, ese personaje que maneja los hilos con una destreza que roza lo sobrenatural. José Miguel Contreras, el gran artífice detrás de este movimiento, se perfila como el director plenipotenciario en la sombra de esta ópera mediática. No es la primera vez que Contreras se encuentra en el centro de un huracán mediático conspirativo, claro está. Su historial es de sobra conocido: uno de los fundadores de La Sexta, asesor político, y siempre con un pie en el poder y el otro en los medios. Con Zapatero y Roures como socios estratégicos ya lo intentaron. Se ha dicho que es tan influyente que, si quisiera, podría decidir la línea editorial de El País con un par de llamadas.
Ahora, Contreras está orquestando esta alianza espuria entre el Gobierno de Sánchez y el Banco Santander, todo ello bajo la excusa de salvar a PRISA de su declive financiero. Porque, ya se sabe, la mejor manera de "salvar" un medio de comunicación es atarlo de pies y manos al poder político y financiero, ¿no? No importa que eso suponga una completa contradicción con los principios de la libertad de prensa, ni que lo que se espera de un gobierno de izquierda sea precisamente lo contrario. Lo importante aquí es el control, porque, ¿qué líder digno de ese nombre no sueña con un medio de comunicación que le cante loas desde el amanecer hasta el anochecer?
Sánchez, el verdadero líder de la derecha.
Pedro Sánchez, quien ya ha demostrado con creces que su liderazgo tiene más de "derechista de manual" que de progresista, ha dado otro paso hacia la consolidación de ese modelo de dirigente que muchos en la derecha envidian en secreto. Sánchez ha sabido jugar a ese juego de equilibrios donde, con una mano, ofrece discursos sobre justicia social y progreso, mientras que, con la otra, reparte guiños a los grandes poderes financieros y mediáticos, y reparte las prebendas de cargos públicos entre amigos y conocidos. Y, claro, entre guiño y guiño, se asegura de tener un altavoz que propague su visión "progresista" sin demasiadas interferencias ni comprobaciones.
El hecho de que un gobierno de izquierdas esté aliándose con el capital para controlar un medio de comunicación dice mucho de lo que hoy entendemos por política progresista. ¿Quién necesita a la derecha cuando la izquierda hace el trabajo de manera tan impecable? Mientras tanto, los ciudadanos observamos cómo los líderes de ambos bandos, izquierda y derecha, se afanan por alcanzar ese preciado poder sobre los medios de comunicación, como si fuera el último reducto para asegurar la permanencia en el poder.
El control mediático, un viejo conocido.
Lo irónico de esta situación es que la izquierda, que históricamente ha luchado por la libertad de expresión y el control democrático de los medios, ahora se vea envuelta en este embrollo que no le es propio. Debe ser por ser "la vieja izquierda".
La alianza entre el poder y los medios para hacerse favores es un clásico. Ahí tenemos el ejemplo clásico de los medios de Berlusconi en Italia, donde el magnate jugó a ser político con todo a su servicio. También puede que alguien quiera ser político para ser luego magnate. Y, si retrocedemos un poco más en el tiempo, la España franquista ofrecía su propio espectáculo mediático bajo la mano de hierro del régimen, que controlaba cada titular y cada locutor de radio. Si nos ponemos nostálgicos, quizá Sánchez está mirando a otros. Después de todo, controlar la narrativa siempre ha sido la clave del éxito para todo buen caudillo.
Hablando de nostalgia, recordemos los tiempos en los que PRISA, con El País a la cabeza, era el baluarte del periodismo independiente. Su fundador, Jesús de Polanco, habría levantado una ceja si viera lo que está ocurriendo hoy. Polanco solía decir que la independencia era el bien más preciado de un periodista, y su periódico solía ser el ejemplo perfecto de eso. Hoy la "independencia" ha quedado relegada a un segundo plano. Hoy la política es el control de la narrativa mediática.
Al final, esta lucha por el control de PRISA y, por ende, de El País y la Cadena SER, no es más que el último capítulo de una larga saga en la que los medios de comunicación se convierten en peones de un juego mucho mayor. Que este juego sea orquestado por la "izquierda" actual de Pedro Sánchez, con la ayuda de José Miguel Contreras y el Banco Santander, no hace sino poner en evidencia lo lejos que han quedado los ideales de libertad de prensa y justicia social. Pero, al fin y al cabo, ¿qué sería de la política sin una buena dosis de ironía y cinismo? ¿Cuál es la diferencia entre la derecha y la izquierda?