Amaia Vargas interpretando a La portera nacional tiene que acabar exhausta. Es tal el derroche de energía, de nervios, de saltar de un tema a otro, de interactuar con el público, que parece un torbellino; lo contrario a salir a comprar el periódico un domingo y tomarse un café con churros. Porque será que ya casi nadie compra el periódico y aunque sí degustan churros y porras con el desayuno, esta mujer, este personaje, posiblemente dejara su sitio en la mesa rápidamente para ir a enfrascarse con otras cosas.
Y no es, ni más ni menos, que el talante de muchas mujeres que tuvieron que salir del pueblo y venirse a la capital a servir primero, a buscarse las lentejas de otras formas cuando se podía, a ejercer de sí misma en función de los demás, a fregar por donde otros pisan, a echar una mano a los menesterosos, a encubrir a los desalmados, a comprender a las almas en pena, a socorrer a los benditos, a hablar e, incluso, yacer con los fantasmas, a comerse sus propias penas, a arreglar el mundo a su manera, a ser primero otros y después ella, y a pesar de todo ir dejando huella, ella, ella; a que los sueños no sean demasiado fantasiosos, a no conformarse con poco y tener que conformarse con lo poco que le ofrecen por mucho que ella busque, por mucho que ella se entregue, a no construir castillos en el aire porque el viento los derrumba fácilmente, a comer lo que sobra y a cocinar de cinco tenedores para los demás, a tirar besos al aire, a viajar sin moverse de su portería, leyendo y viendo la tele y escuchando la radio, a bailar como si no hubiera mañana, a añorar ciertas caricias, a aprender a que nadie le rompa el corazón, a contar con los dedos para que nadie la sise, aunque ella sepa de historia y pudiera ser maestra, aunque comprenda las injusticias y los fondos buitres, aunque oculte la droga de otros, aunque lea entre líneas, aunque la melancolía la invada, aunque nunca haya estado en Venecia.
La portera nacional, la portera que todos tuvimos o conocimos algún día, la portera que no es necesario que sea portera, sino que también puede ser dependienta, ama de casa, sirvienta, cuidadora de niños y ancianos, limpiadora de casas y oficinas, la portera que todo lo sabe y que de nada presume, la que tiene razón aunque no la lleve, la que razona aunque crean los demás que no piensa, ni siente, ni padece.
Así veo yo a esta portera inventada y creada por Elena Díaz Barrigón, una mujer fuerte, valiente, “echá p’adelante”, tensa y relajada, tormenta, siempre al frente, que no se arredra ante nada, aunque después, en la soledad de su alcoba, una lágrima le brote y sueñe, y tenga melancolía y se sienta sola, y no suene banda sonora cinematográfica en sus acciones.
Y dirige a Amaia Vargas, como decíamos al principio, salvándonos de la tristeza, haciéndonos reír, aflorando antes la risa que las quejas, porque la actriz se come el escenario, lo convierte en su particular terreno donde habita con sus palabras y sus hechos, trasegando con el día a día y con la soledad de la noche, conociendo a todos sus vecinos, y bregando con la propietaria, a pesar de que esta quiera vender el edificio a los mejores postores aunque sean buitres conocidos.
Un monólogo de muchas sensaciones, su voz podría ser la voz de muchísimas mujeres trabajadoras que no se atreven a piar por si las despiden, pero que le cantarían las cuarenta hasta al propio rey si así lo advirtiere en defensa de La Macarena, de un desvalido, de un Pokémon o de Antoñito el Camborio, el Gramsci o quien fuere.
La portera nacional es un elogio a la lucha y la dignidad de las mujeres.
FICHA ARTÍSTICA
LA PORTERA NACIONAL
- TEXTO Y DIRECCIÓN: Elena Díaz Barrigón
- INTÉRPRETE: Amaia Vargas
- PRODUCCIÓN: La Piconera Producciones
- ESPACIO: Teatro Lara – Sala Lola Membrives todos los sábados
Sobre el autor
Alberto Morate
Alberto Morate es profesor de literatura, dramaturgo, cronista de teatro, director de escena, poeta,… Su obra se extiende por el Teatro (7 libros publicados), un texto narrativo (La estatua de Lope de Vega), un Ensayo (Teatro en el colegio traducido a 8 idiomas). Incluido en diversas y variadas Antologías Poéticas, cientos de reseñas teatrales, artículos y Poesía, con 10 poemarios publicados hasta la fecha. También organiza recitales, ha escrito prólogos y presentado libros a colegas poetas.