¡Qué gran noticia nos dio el ministro Bolaños con su último video! Ahí lo tenemos, presentando a su peluquero con un entusiasmo digno de un nuevo fichaje de la Champions. Porque, claro, ser ministro y enfrentarse a los grandes retos del país es secundario; lo importante aquí es saber quién le deja ese corte tan "políticamente incorrecto". Es que, en serio, ¿quién necesita hablar de presupuestos o del “cuponazo” cuando puedes enseñarnos el arte de mantener la independencia del flequillo?
Con tono serio, nos cuenta que no está para "esas cosas", mientras precisamente “se graba haciendo esas cosas”. ¡Ironía pura! Pero bueno, quién sabe, tal vez la próxima rueda de prensa la dará desde la barbería, cuchilla en mano, hablando de "recortes", pero pareciendo, como siempre, que lo que quería decir es otra cosa. Porque si algo nos quedó claro, es que las prioridades del ministro están perfectamente... revueltas. Y su pelo también. Le llamaban Gracita Bolaños... por lo de estar siempre diciendo eso de “sí señoriiiiito”. Ahora, el estratega del PP lo llamará “pelos locos”.
Es que todo es una permanente tomadura de pelo.
El estreno de La Revuelta de David Broncano ha llegado con un timbre de guerra que quiere resonar hasta en los estudios de El Hormiguero. Por un lado, tenemos a Broncano en plan defensor acérrimo del gobierno de Pedro Sánchez, y al otro lado del ring, Pablo Motos, con sus hormigas de confianza, lanzando dardos a Moncloa como si fueran flechas incendiarias. Si Motos reparte zascas al PSOE en directo, Broncano responde con guiños y chistes cómplices en diferido. ¡El nuevo prime time es para directamente pillar un libro!
Pepa Bueno, directora de El País, no se cortó un pelo al opinar sobre este choque de titanes televisivos. Según ella, no hay “guerra política” entre los programas. El de los suyos es de más calidad. Claro, claro, Pepa, es solo casualidad que La Revuelta sea una oda a la izquierda y El Hormiguero un campo de tiro para la derecha. No es que quieran manipularnos, ¡qué va! Si lo que buscan es entretenernos con pura "imparcialidad", como si nadie notara que los monólogos de Broncano son discursos disfrazados de risas y Motos no tuviera guiones firmados por sus amigos genoveses.
¿Y qué decir de los ciudadanos? Los gurús de la programación de Atresmedia y Prisa parecen pensar que cenamos cualquier cosa, como si no fuéramos capaces de distinguir el humor de la comedia política, ya sea un Big Mac de McDonald's o sándwiches de Rodilla. Pero ojo, lo malo es que, a lo mejor, tienen razón, comemos cualquier cosa, y de grandes cenas están las sepulturas llenas. Tal vez, entre tanto chascarrillo y aplauso enlatado de público pagado, nos hemos acostumbrado definitivamente a recibir la política en formato de show de variedades. Entre hormigas y personajes estrafalarios, parece que el objetivo es que acabemos votando según quién cuenta mejor el chiste de la semana.
Así que, mientras las cadenas se pelean por adoctrinarnos a golpe de zapping, nosotros nos acomodamos en el sofá, quizá un poco tontos, pero eso sí, aparentemente muy entretenidos.
Sostengo qué. ¡La política nunca había sido tan ridícula!