Empecemos por la parte de los resultados electorales, lo que más suele mover la política de los partidos. En Sajonia, la AFD fue segunda con el 30,6% de los votos y el BSW, de Sahra Wagenknecht, fue tercero con el 11,8%. Los partidos del gobierno de coalición alemán obtuvieron pobres resultados, el SPD un escaso 7,3%, los verdes el 5,1% y el FDP desapareció del mapa electoral con un paupérrimo 0,9%. La victoria en este länder fue para la CDU con el 31,9% de los votos.

 

Respecto a Turingia, los resultados fueron todavía peores para los partidos del gobierno federal, ganó la extrema derecha del ADF con el 32,8%, segunda fue la CDU con el 23,6%, el BSW obtuvo el 15,8%, die Linke sacó el 13,1% (el candidato era el actual presidente del länder) y ya muy detrás, el SPD 6,1%, y verdes y FPD obtuvieron con el 3,2% y el 1,1% respectivamente.

 

Las dos formaciones políticas que más cuestionan el apoyo a Ucrania, ADF y BSW, y abogan por el cese inmediato de las hostilidades y la firma de un tratado de paz han obtenido unos resultados electorales muy importantes. Desde posiciones políticas muy diferentes, la ADF en la extrema derecha, y la BSW -un partido con un mixto de medidas de corte populista, como el control férreo de la emigración, y políticas de izquierda, con una política de no beligerancia con Rusia y de vuelta al status quo anterior (principalmente en la reanudación de las compras de materias primas baratas a Rusia, el gas fundamentalmente)- defienden la paralización de la entregas de armamento alemán a Ucrania y el cambio en dela política exterior alemana para facilitar una salida urgente al conflicto.

 

Es muy importante destacar que para garantizar la gobernabilidad de ambos länders, si se mantiene el cordón sanitario a la ADF, aspecto que ya ha afirmado la CDU, se necesita llegar a acuerdos con BSW. De hecho, la CDU ya está contactando con el partido de Sahra Wagenknecht. Esto implica asumir, en alguna medida, alguno de los postulados de esta formación. y todo apunta que Ucrania puede ser un tema clave.

 

Pasemos a la polémica en Alemania por la publicación en The Wall Street Journal de la posible implicación de Ucrania en la la voladura del gasoducto Nord Stream II, que une Rusia y Alemania, en septiembre de 2022. Según el diario estadounidense, el plan fue supervisado por un general en funciones con experiencia en operaciones especiales que reportaba al entonces comandante en jefe de las Fuerzas Armadas de Ucrania, el general Valery Zaluzhny. Además, contaba con el conocimiento previo del presidente ucraniano, Volodimir Zelensky.

 

Esto ha provocado un terremoto político en el país germano. Se está poniendo en duda la versión aceptada inicialmente de que Rusia había autosaboteado su propia instalación, en un acto de falsa bandera.

 

La importancia política del asunto no es menor, el gaseoducto Nord Stream II fue costeado en gran parte por el estado alemán y es una infraestructura estratégica que se construyó con la beligerante oposición de EEUU, Polonia y de la propia Ucrania. De ser cierta la pista ucraniana, estaríamos hablando de un ataque directo contra una infraestructura estratégica alemana realizado por un país amigo y al que están destinando los alemanes una cantidad masiva de recursos militares y económicos.

 

El tema ha provocado mucha preocupación en el gobierno de Kiev y Zelensky se ha apresurado a afirmar que no conocía el tema y que su gobierno no tiene nada que ver con el sabotaje. En Alemania hay abierta una investigación oficial por parte de la fiscalía alemana que ha dictado una orden de arresto a un ciudadano ucraniano, denominado Wolodymyr Z. que se cree que residía en Polonia hasta hace muy poco. Tanto la ADF, como el BSW, están presionando al gobierno alemán con este asunto y pidiendo explicaciones. Como es fácil imaginar, la polémica en Alemania en relación a esto es mayúscula.

 

Por otro lado, y antes que estallará la polémica por el sabotaje del Nord Stream II, El Gobierno de Olaf Scholz ha declarado que va a suspender nuevas entregas de armas a Ucrania en este año ya que se han agotado los fondos presupuestarios destinados a ese fin en 2024. Además, en el marco del plan de reducción de gastos pactado por los tres miembros de la coalición (socialdemócratas, verdes y liberales) para el presupuesto del próximo año, se reducen a la mitad los fondos destinados a la ayuda militar a Ucrania que pasan de los 7.480 millones de euros que figuran en el presupuesto de este año 2024 a 4.000 millones de euros en el 2025.

 

A todo esto, la situación económica en la, hasta ahora, locomotora de Europa sigue estancada. Los datos macroeconómicos no son buenos, la economía no crece y se empiezan a hacer ajustes para volver a la senda de la ortodoxia fiscal con lo que los presupuestos no van a ser expansivos. Esto implica control de gastos, priorizar las políticas y asumir dónde se pueden hacer recortes.

 

De hecho los malos datos macroeconómicos se acumulan, como la caída deja la producción industrial que ha quedado un 2,2% por debajo de su nivel medio del segundo trimestre y un 9,5% por debajo de su máximo más reciente, alcanzado en febrero de 2023. En el sector privado, sobre todo el industrial, las cosas no van mejor. Volkswagen ha anunciado que se está planeando cerrar plantas de producción en la propia Alemania. Nunca se había dado esto en los 87 años de historia de la compañía. Ni que decir tiene que el cierre de centros de producción y un aumento del paro tendría un impacto político muy importante en la política alemana.

 

Todos estos factores, más la propia evolución de la guerra en Ucrania -aunque esto es para un próximo análisis específico, porque por primera vez en mucho tiempo la situación de la guerra está cambiando de forma significativa- hacen que el debate sobre cómo afrontar el futuro de la guerra y la posición específica de Alemania estén encima de la mesa y condicione la agenda política.

 

La situación política y social está cambiando de forma acelerada en Alemania, por tanto es muy de prever que esto va a condicionar muchos aspectos de la política interna y externa. Con un gobierno de coalición débil, una situación económica preocupante y el auge de formaciones políticas contrarias al mantenimiento de las ayudas a Ucrania y partidarias de dedicar esos recursos a la propia Alemania, se hace muy difícil que todo vaya a seguir igual. Vienen cambios que van a afectar de forma significativa a la evolución de la guerra en Ucrania. El apoyo inquebrantable realizado hasta ahora por Berlín a Kiev está en entredicho.