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El debate entre partidos en España podemos fotografiarlo con esta cita de Pascal:"La violencia y la verdad nunca tienen nada en común; aquellos que argumentan con violencia no tienen otra cosa que decir." O quizás está de Thomas Paine "El que grita más fuerte es casi siempre el que menos razón tiene." Elijan y adjudiquen. Es lo que les dejan. 

Humanismo sin apellidos

Humanismo sin apellidos

Resulta sorprendente la alusión del recién nombrado presidente de Cataluña Salvador Illa al humanismo cristiano en la toma de posesión de su Gobierno como uno de los principios ideológicos que decidió destacar expresamente junto con el socialismo democrático.


Es conocida y numerosa la llegada al compromiso social de parte de la izquierda a partir de círculos o creencias religiosas católicas, si bien aquello ocurrió bajo la dictadura de Franco y generacionalmente el president se ha debido formar políticamente ya en democracia.

 

Quizá Illa quiso hacer una referencia personal, quizá quiso hacer alusión a la parte menos PSC de su Gobierno, un guiño a la democracia cristiana que creíamos desaparecida, víctima del populismo, y alguna vez pudo inspirar CiU.

 

En cualquier caso las conexiones entre religión y nacionalismo son evidentes en cualquier geografía , responden a parecido pensamiento mágico. En Cataluña, cabría recordar a Marta Ferrusola, política nacionalista catalana y matriarca del clan Pujol, advirtiendo hace décadas de la probable conversión de las muy catalanas iglesias románicas en mezquitas no catalanas; también le molestaba la abundancia de ferias de abril en su territorio.

 

La evidencia muestra la diversidad indiscutible de la sociedad catalana que tiene hoy a Illa de presidente. Un tercio de la población catalana ha nacido fuera de Cataluña y más de un 20% en el extranjero; parte de ellos de confesión islámica, circunstancia esta última que sería el último problema.

 

Nada se parece más a una persona religiosa que otra persona religiosa, sean católicos, musulmanes o adventistas del Séptimo Día.

 

Quizá sean los ateos y personal que vive ajeno a la existencia de dioses los que puedan sentirse excluidos de tamaña declaración de principios políticos, y así se define al menos un 40% de la ciudadanía, condición perfectamente compatible con el apego a festejos y celebraciones de origen religioso que han marcado durante siglos el calendario social y en parte lo siguen haciendo.

 

Cabría preguntarse si es relevante políticamente en 2024  la confesión religiosa de un ministro de Sanidad, de un alcalde, de un concejal de Hacienda o del presidente de una Comunidad Autonóma. Los caminos por los que uno alcanza conciencia política y compromiso social tienen interés biográfico, quizá sociológico, pero es al menos dudosa su relevancia para calibrar el ejercicio de un cargo de responsabilidad ejecutiva.

 

Para ser alcalde de Londres o primer ministro británico la confesión religiosa no es un elemento decisivo; ni para ser alcaldesa de París, el lugar de nacimiento.

 

Habría que destacar que el humanismo cristiano es algo concreto, una filosofía política digna de análisis mas allá de que sea utilizada, por ejemplo, por colegios privados para camuflar su confesionalismo católico.

 

El humanismo sin apellidos -o con muchos- está muy ligado a la dignidad humana universal y a los derechos individuales, frente al teocentrismo medieval, se podría relacionar hoy con las políticas que amparan una justicia distributiva, el reparto menos desigual de los recursos.

 

El humanismo cristiano vendría y vino a compatibilizar un humanismo de tendencia laica y social con el contenido solidario del catolicismo y enganchar con una época en la segunda mitad del siglo XX que exigía lo primero con gentes formadas en lo segundo, vino a integrar condiciones materiales en las espirituales católicas.

 

 

Entendemos que Illa ha pensado que su adscripción religiosa sería bien recibida por una identidad política catalana ligada simbólicamente al catolicismo. Lo relevante es que Salvador Illa ha decidido destacar el componente religioso en una muy breve intervención a los pocos días de tomar posesión como máxima autoridad política de Cataluña.

La sociedad catalana y española requieren hoy de un sistema político inclusivo de la diversidad de los ciudadanos, más allá de la integración del que no coincida con la tradición o la identidad mayoritaria, que como nos hicieron descubrir Eric Hobsbawm y Julio Caro Baroja, son una construcción política, fechables en el tiempo y el espacio; con Álvarez Junco aprendimos además que la identidad es múltiple y cambiante a lo largo del tiempo.

 

El gran reto político actual es cómo dar respuesta a la diversidad, la derecha ha apostado por ondear la bandera de una identidad uniforme e inventada, la realidad ciudadana por el contrario es diversa y no solo en origen biológico y geográfico o de creencias religiosas.

 

 

 

 


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