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"Deberíamos tratar de ser los padres de nuestro futuro en lugar de los descendientes de nuestro pasado". Miguel de Unamuno

Aquellos “bichos verdes”

Aquellos “bichos verdes”

Ellos fueron los que tocaron la alarma del cambio climático. Alzaron la voz, entre la incomprensión de los demás, que los veían como unos iluminados, unos bichos verdes.


La realidad siempre acaba enseñando su verdad, y el calentamiento global pasa a ser una realidad. El tiempo del que tantas veces dudábamos, sin razón, pasa a dárnosla y se vuelve mucho más loco. El deshielo, con el consiguiente aumento del nivel del mar, olas de calor, tormentas, danas, alguna nevada en el Sáhara; los fenómenos meteorológicos extremos, antes esporádicos, ahora aumentan su frecuencia.

 

Mientras, en las cumbres climáticas, se habla y habla, pero ni siquiera se consiguen los objetivos mínimos comprometidos. Hay algo por resolver que está en el núcleo del problema: ¿Quién paga los cambios?

 

Esta Europa, donde los ciudadanos la sienten cada vez más lejana y sus instituciones en el extrarradio, ha sido donde se toman las mayores medidas para intentar parar esa locura de la destrucción del planeta en la que nos hemos metido. Con una clara influencia de los postulados de aquellos que vieron el problema cuando los demás estábamos obsesionados con el crecimiento económico.

 

Muchas veces no se puede dudar de la buena intención, pero la falta de explicación coherente y, sobre todo, hacer recaer esas medidas y costes sobre sectores ya muy castigados, da munición a los antídoto, antisistemas, antieuropeístas, anticambio climático, anti... y surge un aumento de la extrema derecha, que ve un filón en los errores de nuestros gobernantes.

 

El populismo avanza con mensajes directos a las vísceras. Ver el mapa de por dónde se extiende la misma nos puede dar una visión de por dónde son menos comprendidas las medidas que toma la Unión Europea. Si te tocan el bolsillo, al menos que veas lo positivo de ello.

 

Se habla de cordones sanitarios, de no pasarán... pero “el quid de la cuestión” es por qué para tantos electores son más atractivas las propuestas de una extrema derecha, que tiene el estigma de los horrores que cometieron sus antepasados ideológicos hace menos de un siglo. Que más de diez millones de nuestros vecinos franceses hayan apoyado esta opción tiene que dar para una amplia reflexión y algo más.

 

Quienes todo lo solucionan con aquello de que hay muchos fachas, o son muy torpes o no quieren ver el verdadero problema. Lo primero para que un elector elija una opción es que la misma sea atractiva y que vea que ayuda a solucionar los problemas. Hacen falta muchas más incidencias y menos sal gruesa, que aleja a los indecisos. El insulto de esos extremos es un abono para los dos, y lo saben.

 

La inseguridad, o esa sensación, es un sentimiento fácil de transmitir; culpar a los diferentes de nuestros males es un tópico en la historia de la humanidad. Esos mensajes calan, y sobre todo, cuando no se es capaz de dar explicaciones coherentes a temas como la ocupación de viviendas, cuando no hay una integración social, cuando uno ve que vive situaciones peores que las que han tenido sus padres en el acceso a la vivienda, en un trabajo con sueldos dignos, ello hace que los jóvenes, y los no tan jóvenes, se vayan a las posturas antisistema. Si las instituciones no dan las soluciones, el instinto es ocuparlas o incluso destruirlas, siguiendo la ley de péndulo  cuando dos fuerzas  con mayor intensidad chocan más se separan una de la otra, y el odio cala hacia las posiciones diferentes.

 

Esos verdes que lograron importantes resultados electorales en el centro de Europa, que tocaron poder sobre todo en Alemania, han sido fagocitados por los partidos, sobre todo de izquierda, que, como el perro del hortelano, ni los dejaron crecer, ni han conseguido transmitir ese sentimiento de verdadera urgencia para salvar nuestra casa común, que no es aquella izquierda de los ochenta, sino nuestro propio planeta.

 

Hoy, la tercera fuerza política en Europa ya es la extrema derecha, con un gran crecimiento en las elecciones europeas, y que poco a poco va ganando adeptos por todos los países. Mientras algunos pasan tanto tiempo diciendo los peligros que tienen ser, les está olvidando qué ofrecen ellos mejor para todos.

 

Aquellos “bichos verdes” tenían “más razón que un santo”. Sin embargo, hoy son casi residuales, han acabado apoyando a la conservadora Ursula Von der Leyen al frente de la Comisión Europea como mal menor, que poco reconocimiento, Ahora bien ¿quién paga la fiesta?,  como dice tuitero metido a aprendiz de brujo de esa extrema derecha ¿quién renuncia a su crecimiento, aunque sepan que el camino nos lleva al precipicio? No hay mayor irresponsable y egoísta que quién solo mira por su presente.

 


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