El triunfo de la candidatura de Edmundo González Urrutia tiene meses produciéndose. Antes de la jornada electoral de hoy -lo que proyectan las encuestas es que de cada 10 votos, 8 serán a favor del candidato de la oposición democrática-, se ha producido una victoria política de extraordinaria revulsión estratégica: se ha producido una movimiento creciente de apoyo a la dupla María Corina Machado y González Urrutia, que ha sacudido a su paso, cada punto de la geografía venezolana.
Se ha dicho que la movilización de la que hablo es única. Y, en efecto, lo es, porque nunca como en esta oportunidad, el régimen ha hecho una inversión de recursos, violatoria de las leyes, para impedir las concentraciones. De hecho, su esfuerzo principal ha consistido en sabotear la campaña electoral opositora. Han establecido cordones y alcabalas militares y policiales para impedir la movilización del candidato, de su equipo y hasta de los simples curiosos. Han atravesado vehículos de gran tamaño, para cerrar las vías al avance de las caravanas. Han llegado al extremo de romper con maquinaria pesada carreteras y caminos pavimentados para hacerlos intransitables. Han robado y expropiado vehículos fluviales o terrestres, para que los equipos electorales no alcance su destino. Han suspendido el servicio eléctrico. Han bloqueado la señal de internet. Han cerrado medios de comunicación. Detenido a casi 200 activistas o trabajadores que prestan servicios de transporte, sonido, alimentación y otros. Han vuelto a usar los recursos del Estado para financiar la campaña del PSUV y de su candidato, Nicolás Maduro. Han obligado a noticieros y programas de opinión a silenciar el desenvolvimiento de la campaña de la oposición democrática, como si ella no existiera.
Esta lista podría crecer más, pero diré que ya no es necesario. A este hora interesa más comentar el resultado del programa de sabotaje y amedrentamiento gubernamental: la ciudadanía ha asumido la candidatura de González Urrutia como un desafío, ha recogido el guante, a pesar de la pobreza y la escasez de recursos, y ha allanado los caminos, conseguido por vehículos, buscado las soluciones, armado las cadenas de solidaridad, para que la campaña no sea impedida.
En otras palabras, los que estaban llamados a ser simples espectadores han dado un salto cualitativo: se han convertido en activistas, en militantes de la campaña. Las decenas de personas que con guadañas y palas abrieron una trocha en una zona aledaña a una carretera que había sido destruida horas antes, para así abrir el paso a la caravana electoral, habla de una voluntad excepcional. Habla de una campaña que es también resistencia y desafío. Habla de un pueblo que no aparece dispuesto a que le arrebaten su voluntad.
Hay, más o menos desde finales del 2001 hasta comienzos de 2024, una línea de lucha ciudadana en las calles y en cualquier escenario, con sus altibajos y matices, que ha estado siempre presente. No lo olvidemos ni lo minimicemos: tenemos más de dos décadas combatiendo a la dictadura, luchando en condiciones de enorme desventaja, con un régimen militarista, represor, torturador, corrupto, violador de los derechos humanos, vinculado al narcotráfico. Hay que reconocerlo: un régimen que se fue fortaleciendo con el paso de los años.
Pero eso no ha significado el silenciamiento de las voces de protesta o la liquidación del deseo de vivir en un ambiente de libertades. En el camino, muchos liderazgos de la oposición fueron encarcelados, perseguidos y no tuvieron otra opción que ir al exilio. Llegará la hora, muy pronto, en que entenderemos que los que se fueron no fracasaron, sino que actuaron empujados por la dictadura represora. Los testimonios de los perseguidos y los exiliados ha sido fundamental en la tarea de sensibilizar a las audiencias internacionales sobre la gravedad de cuanto hemos padecido en un cuarto de siglo. Han cumplido con una tarea política de indiscutible valor.
Haremos presidente a Edmundo González Urrutia porque no es posible prolongar la crisis humanitaria que sufre más de la mitad de la población venezolana, que a duras penas sobrevive en estado de hambre, enfermedad y pobreza extrema. Haremos presidente a Edmundo González Urrutia porque urge poner en marcha la estructura productiva nacional, porque urge ordenar y potenciar la producción petrolera, gasífera y petroquímica; porque los productores del campo no puede seguir siendo tratados como enemigos a liquidar.
Haremos presidente a González Urrutia porque la destrucción de todos los servicios y derechos de los ciudadanos -a un sistema de salud efectivo y capilar; a un sistema educativo estable, profesional y de calidad; a servicios regulares de energía eléctrica, agua potable e internet, a transporte público funcional y accesible- ha conducido a los ciudadanos a condiciones vida agónicas e insostenibles.
Haremos presidente a González Urrutia como requisito indispensable para establecer un modelo de convivencia democrático, fundamentado en derechos: libertades políticas, ideológicas y de asociación; libertades para opinar, informar y estar informado; garantía de acceso a un sistema judicial y de poderes públicos autónomos y profesionales. Haremos presidente a González Urrutia porque, como ha demostrado de forma inequívoca el inocultable fracaso de la campaña electoral de Maduro, la sociedad venezolana no aguanta ni un minuto más. Quiere un cambio y quiere que ese cambio ocurra de inmediato.