La libertad de pensamiento es uno de los pilares fundamentales de cualquier sociedad democrática, no es algo nuevo en estos tiempos de noticias falsas o desinformación, siempre ha sido así. En plena Guerra Civil Española, el periodista Chaves Nogales (1937) decía en su obra más conocida, “A sangre y fuego…”: "En España no hay una verdadera democracia porque no se tolera la discrepancia. Se persigue con igual furia al disidente que al enemigo." Esto lo decía mientras en España ambos bandos asesinaban a periodistas e intelectuales discrepantes.
La libertad de pensamiento y expresión permite la diversidad de ideas, la crítica constructiva y el progreso intelectual. La libertad de prensa es la primera condición para que un pueblo sea libre. Sin embargo, en la actualidad, este principio enfrenta amenazas significativas, agudizadas por la polarización política que parece no preocupar a nadie. La manipulación de la opinión pública se ha convertido en un objetivo político para todos en búsqueda de un rédito electoral. Nada es gratis y todo no van a ser ideales, el impacto de las estadísticas de visitas en los periódicos digitales, sea cierto o no lo que se dice, es el elemento básico para monetizar este arduo trabajo propagandístico.
La polarización política ha alcanzado niveles alarmantes en muchas sociedades, la nuestra no es una excepción. Las personas se agrupan en burbujas ideológicas, aislándose de opiniones contrarias y reforzando sus propias creencias como dogmas de fe. Este fenómeno no solo divide a las sociedades, sino que también debilita la capacidad individual de las personas para pensar de manera crítica e independiente. La libertad de pensamiento se ve amenazada cuando se fomenta un ambiente donde solo se escuchan y valoran las voces que confirman nuestras propias opiniones.
En este contexto, la calidad de la opinión pública se ve comprometida. Eso debería preocupar por igual a ambos lados del espectro político. Los debates políticos a los que nos están acostumbrando nuestros políticos, y cuyo reflejo más palmario son las sesiones de control del gobierno en las Cortes, no terminan ahí. Se proyectan en las tertulias de televisión donde el espectáculo es más visual y de ahí... todo se va reduciendo a ataques personales y perseverar en la desinformación, en lugar de discusiones fundamentadas en hechos y argumentos racionales. Los medios de comunicación, que deberían ser guardianes de la verdad y promotores del pensamiento crítico, están contribuyendo a este problema priorizando lo sensacionalista y polarizador, generando más clics de audiencia.
El presidente del gobierno, en su llamada campaña regeneradora, ha centrado su punto de mira en los periódicos digitales, en particular, aunque hoy todo es digital. Lo que sucede es que estos están bajo una presión constante para maximizar su tráfico web; en el pasado, todo dependía del número de ejemplares impresos, que no vendidos.
En definitiva, las estadísticas de visitas se han convertido en un criterio crucial para medir el éxito de una publicación. ¿Dónde está la calidad? Este enfoque ha llevado a una tendencia preocupante: la creación de contenido diseñado para atraer la mayor cantidad de visitas posible, a menudo a costa de la precisión y la profundidad informativa. Los titulares clickbait, las noticias falsas y la simplificación de los temas complejos están a la orden del día y, lo preocupante es que, utilizadas para captar la atención de los lectores, lo consiguen.
La consecuencia de esta tendencia que se está imponiendo es una opinión pública mal informada y fácilmente manipulable. La libertad de pensamiento se ve erosionada cuando las personas son expuestas a una dieta constante de contenido superficial y sesgado. En lugar de fomentar el pensamiento crítico y la reflexión, los medios digitales, algunos no todos, están reforzando los prejuicios insalvables que afloran en la política y los medios, conscientemente o no, polarizan aún más a la sociedad.
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Cambiar esto obligaría a repensar muchas cosas y tener la voluntad real de abrir un nuevo camino. En primer lugar, los medios de comunicación deben asumir su propia responsabilidad como actores clave en la formación de la opinión pública. Esto implica un compromiso renovado con el periodismo de calidad, basado en la investigación rigurosa y la presentación equilibrada de los hechos. Los directores de medios deben resistir la tentación de priorizar las estadísticas de visitas sobre la integridad informativa. Ahora bien, todo tiene un pero y este es muy importante: los políticos y sus entornos de agitprop, en que han convertido la militancia política, tendrían que transitar por otros territorios. No queriendo aparentar ser los puros en una guerra sucia.
En segundo lugar, es fundamental promover la alfabetización mediática entre la población. Las personas deben ser capaces de discernir entre información fiable y desinformación, y desarrollar habilidades críticas para evaluar la calidad de las fuentes de noticias. La educación juega un papel crucial en este sentido, desde las primeras etapas escolares. Una ciudadanía informada y crítica es la mejor defensa contra la manipulación mediática y de regeneración democrática. La pregunta es recurrente: ¿ Y a los partidos políticos les interesa?
Además, las plataformas digitales y los algoritmos de recomendación deben ser diseñados para promover la diversidad de opiniones y el contenido de calidad, en lugar de simplemente maximizar el tiempo de permanencia en la plataforma. Los gigantes tecnológicos tienen la responsabilidad de ajustar sus modelos de negocio para apoyar un ecosistema informativo saludable. Esto puede incluir medidas como la promoción de fuentes confiables, la reducción de la visibilidad de contenido sensacionalista y la introducción de mecanismos que fomenten la reflexión crítica entre los usuarios. Esto es cuestión más de autorregulación que de regulación.
Todo ello requeriría también espacios públicos donde poder expresar y debatir ideas de manera abierta y respetuosa; los partidos políticos, que estan constitucionalmente llamados a ello, hace tiempo que abandonaron este camino. Hoy en estos la adhesión inquebrantable es un valor en alza.
Hoy el debate se ha trasladado a las redes sociales y a los foros en línea que están lejos de ser lugares que fomenten el diálogo constructivo y se sancionen la desinformación y el discurso de odio, todo lo contrario. Los políticos con responsabilidades públicas son los primeros en entrar en este juego. No hace falta aquí referir nombres; todos sabemos de quiénes hablamos. Qué bueno sería la moderación efectiva y las políticas claras para mantener la calidad de un debate público.
La regeneración democrática no puede ser obra de un partido o de un bloque es una tarea colectiva; requeriría el compromiso no solo de todos los partidos políticos, sino de todos los sectores de la sociedad, de todo aquello que llamamos sociedad civil. Aquí no caben muros, solo la autoexclusión de grupos y personas. No caben excepciones.
El debate parlamentario sobre la cuestión evidenció que desde la política la regeneración va a tener un camino embarrado. Todos parecen tener razón, pero a todos les falta.
El PP, cuando intenta sacar rédito electoral a corto plazo de todo, se equivoca. Tendría que dejar actuar a la justicia en el caso de Begoña Gómez, por simplemente el respeto al principio de presunción de inocencia. Y si tiene pruebas de algo, ponerlas a disposición de los tribunales y punto. No se puede judicializar la política y pretender que cuando se es gobierno no lo hagan los que se convierten en oposición. La oposición es alternancia para el gobierno en propuestas y modelos de gestión, no en el ventilador de la excrecencia. Ese papel está reservado para aquellos partidos que no creen en la democracia y sus principios, que extremas derechas haberlas, haylas.
En la izquierda, en el presidente del gobierno, no puede existir una confusión parecida. La democracia no es como Dios, no vale la reflexión unamuniana "Creo en Dios porque creo a Dios". La democracia son reglas prestablecidas e iguales para todos. Es, tambien ejemplarizar, dando cuenta por los gobernantes y sus entornos (mujeres incluidas) de lo que se hace y lo que no se hace, los para qué, cómo y por qué de toda su gestión. El entorno de asesoramiento del presidente debería saber que cuando un hombre o una mujer asumen un cargo público debe considerarse a sí mismo como propiedad pública (Thomas Jefferson). Y, deberían saber, que la transparencia de los actos y las palabras es crucial para que el espacio público sea verdaderamente democrático. No es una cuestión normativa, es saber realmente de qué va esto de la desinformación, las falsas noticias y los bulos en democracia. Tendrían que conocer que sin rendición de cuentas, el poder se convierte en tiranía, como llego a decir la filósofa socialdemócrata Hannah Arendt. Democracia es hacer las cosas faciles y entendibles, todo menos complicar.
"La verdad es algo terrible y la vida humana no puede soportarla pura y sin mezcla."
"Del sentimiento trágico de la vida", capítulo X, Miguel de Unamuno.