Desde hace largo tiempo, he defendido La necesidad de fomentar la innovación y el cambio tecnológico como elemento esencial para conseguir una mejor situación económica y social de nuestro país. En mi opinión, la situación de la innovación en España es inferior a la que debería corresponderle a un país de su nivel de desarrollo; por eso, el empeño se centra en conocer, discutir y proponer aquellas actuaciones que conduzcan a una mayor y más eficiente actividad innovadora, sin olvidar dos aspectos críticos.
Primero, que la innovación tecnológica y no tecnológica no es un fin en sí mismo, sino un medio para lograr un mayor desarrollo y bienestar de la población aumentando la renta potencial del país. Para ello, es importante diferenciar la innovación de la mera actividad de gestionar bien las empresas, adaptándolas a las situaciones cambiantes
Segundo, en ese desempeño, el papel de las empresas es esencial, pues son los principales artífices de los nuevos bienes, servicios y procesos que caracterizan la actividad innovadora. Sin embargo, la misma naturaleza de las actividades relativas a la innovación hace que sin el impulso de los poderes públicos, los niveles de inversión de las empresas en este tipo de tareas serán inferiores a lo que sería deseable; simplemente el mercado no siempre trasmite bien las señales que los agentes productivos necesitan para tomar sus decisiones de inversión a medio y largo plazo.
Abordar una política de innovación tiene que basarse en dos rasgos fundamentales que la caracterizan; por un lado, se trata de un fenómeno a largo plazo, lo que implica que las actuaciones deben ser constantes, sostenidas en el tiempo y sometidas a evaluación permanente para calibrar sus resultados Por otro lado, el proceso de innovación implica la participación de un conjunto amplio de actores públicos y privados para llevar a buen puerto transformaciones de alcance.
El contexto actual me preocupa, tanto por la situación a nivel nacional como por el marco internacional. En el plano nacional asistimos a un enfrentamiento político insoportable que genera tensiones del máximo nivel. A ello se suma un contexto internacional también muy sometido a fricciones de todo calibre; desde guerras cercanas a las consecuencias del cambio climático o el porvenir de una parte de la humanidad sometida a carencias insoportables. La consecuencia es que venimos asistiendo a un importante descenso en la capacidad para encontrar acuerdos estables de tipo transversal que involucren a amplias capas de la sociedad.
En el plano internacional no es fácil poder hacer grandes cosas desde nuestra modesta posición, quizás salvo pedir que las instituciones europeas tengan un papel más comprometido con la estabilidad y la paz. Pero en el plano nacional es posible, conveniente y creo que imprescindible pedir, más bien exigir, que las instituciones desde las distintas administraciones públicas a la judicatura, pasando por los partidos políticos, adopten planteamientos de cooperación para el desarrollo del conjunto de la sociedad. En el Parlamento creemos que se debería impulsar un foro de diálogo en favor del debate, frente a las descalificaciones e insultos. Al gobierno le cumple, entre otras cosas, combatir la desinformación y las falsas noticias y perseguir que las reformas necesarias para lograr el impulso de la innovación que pedimos se hagan con el mayor consenso posible, pues solo así las medidas desarrolladas tendrán el carácter de estabilidad que hemos subrayado anteriormente.
Todo esto no es meramente un asunto de la esfera política, sino que desde nuestro punto de vista es esencial para el desarrollo bienestar de la ciudadanía y para el que la innovación es crítica. El clima existente no es desde luego el más adecuado para que los actores públicos y privados que tienen que ver con la innovación tomen las decisiones que se necesitan: en la esfera de lo público por la incertidumbre en la continuidad de las medidas sujetas a posibles cambios radicales en los enfoques. En las decisiones privadas, el clima existente es un serio hándicap para que los agentes económicos y sociales -desde luego las empresas- tomen las decisiones que se necesitan para abordar los cambios estructurales del sistema, sin la cual el gran salto adelante de la innovación difícilmente se va a producir en España
En resumen, se trata de lograr un entorno de entendimiento y colaboración que, sin ocultar las discrepancias lógicas cuando se hace frente a desarrollos transformadores de la sociedad, permita, sin embargo, discutir las alternativas con el necesario sosiego y la mirada de largo plazo que propugnamos.