Según va subiendo el volumen de la marea en la que asciende la ultraderecha europea - en el mundo también, se puede ampliar la reflexión - vamos recibiendo mensajes alarmados de los partidos convencionales que culpabilizan a los votantes y les hacen responsables de muchas cosas, desde dejarse manipular hasta acusarles de irresponsabilidad por su ausencia de las mesas electorales, algo que sólo contribuye a que los porcentajes de voto otorgado a esa marea suba con ella.
Los partidos convencionales deberían, de una santa vez, hacer autocrítica y preguntarse, de verdad, por las razones que impulsan tanto la desafección como la ausencia, que tienen muchas y variadas cuestiones que pensar y rectificar. A base de acumular basuras y podredumbres bajo la alfombra de la democracia han conseguido que los votantes se harten de ineficacia sin que los partidos den ni con el diagnóstico adecuado ni, mucho menos, con las soluciones correctas.
En Europa se acumulan problemas sociales sin que los partidos sean capaces de reconocer que esos problemas existen y no lo hacen porque reconocer, por ejemplo, que la inmigración es un problema se ha consolidado como algo incorrecto en ese “inconsciente colectivo de la política convencional”. En toda Europa la vivienda es un problemón sobre el que se da vueltas sin acabar de aterrizar en las causas que lo origina y seguimos muy lejos de las soluciones que permitan que los jóvenes construyan sus propias vidas. Ni desde el lado capitalista ni desde la socialdemocracia se estructuran soluciones y programas que ataquen el problema de forma adecuada y, sobre todo, viables. La política agraria común es un agujero negro que consume presupuestos sin que los receptores sean conscientes de que ese dinero llega gracias al cumplimiento de normas comunes y cada país intenta cerrar fronteras para no tener que competir con los productos vecinos y… como esos ejemplos, tenemos un conjunto de cuestiones que no atacan con sinceridad y con el acuerdo de los partidos.
Escribo sin conocer los resultados de las elecciones francesas pero, por lo que he leído, ninguno de los contendientes “convencionales” ha dicho con claridad qué hacer con las bolsas de poblaciones, no asimiladas adecuadamente, y que llenan los suburbios con generaciones enteras que siguen mirando al sur como verdadero faro de su pertenencia, nunca a la bandera francesa. Francia compra su calma, pero no sabe cómo integrar, de verdad, a toda esa población que crece exponencialmente camino del desastre. Lo mismo pasa con la población magrebí en Holanda, en Suecia y en Londres hay distritos enteros que pretenden la aplicación de la ley islámica, pero nadie parece afrontar esa cuestión con valentía, con lenguajes claros y dejando claro su programa de cambio.
Ante esa situación, los votantes -inconscientes, mal formados, hartos, manipulados o cansados - compran los titulares de los demagogos ausentes de soluciones viables pero nítidos, concisos y expresados en un lenguaje que todos entienden. Los votados son el problema principal, no los votantes por mucho que ese lado de la ecuación tenga que mejorar sustancialmente.
Alguien mucho mejor que yo, Antonio Muñoz Molina, lo cuenta aquí con toda claridad: https://elpais.com/opinion/2024-07-06/en-el-habla-de-todos.html