Como ando un poco oxidado con la Biblia, recurro a internet y copio la cita del nuevo testamento: “Venid vosotros, los que mi Padre ha bendecido: recibid el reino que se os ha preparado desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me recibisteis, anduve sin ropa y me vestisteis, caí enfermo y me visitasteis, estuve en la cárcel y vinisteis a verme.”
¿A cuento de qué viene esta cita? Pues que andaba elucubrando en la despoblación de seminarios, conventos, monasterios y otros inmuebles bajo la administración y propiedad de la Iglesia, lugares convertidos en edificios fantasmagóricos deshabitados y tristes en remedo de los descritos en “Rimas y leyendas” y con los que nadie, dentro de la Iglesia, parece dispuesto para aprovechar el maná tasado oficialmente de 100€ por día y cabeza para acoger MENAS y hacer negocio además de cumplir con los mandatos bíblicos. Ya sabéis, “ora et labora”.
Si hay una institución que puede dar ese paso al frente y ofrecer solución, futuro, esperanza, formación y acogida a ese colectivo, es la Iglesia, pero no he oído o leído una sola intervención episcopal sobre el problema salvo la de los obispos canarios, que piden caridad cristiana a las demás autonomías, no a su propia hermandad eclesiástica.
De la misma manera que no han dado un paso al frente para tratar de ofrecer soluciones a las famosas fosas de la guerra civil, ahora se mantienen pasivos y no hay ni una propuesta, ni una mano tendida, nada que consolide el mensaje evangélico a base de “obras son amores y no buenas razones”.
La Iglesia sabe educar - por eso ha pedido siempre el monopolio de la educación tal y como ha conseguido varias veces - tiene la infraestructura y tiene una enorme inercia hacia la pasividad y el lacrimeo victimista. Me jugaría la barba a que son muchos los sacerdotes de base que ya se están dejando las pestañas atendiendo a esos colectivos al margen de la nomenclatura y que estarían encantados de ponerse al frente de estos posibles centros de formación y esperanza, pero las jerarquías callan.
En fin, cada cual sabrá cómo sujetar su lirio, sus ingenuidades y su verdad.