El resultado de las elecciones en los países democráticos, cuando existe libertad de expresión y los partidos políticos y candidatos independientes pueden desarrollar sus campañas electorales libremente, dibujan la voluntad de los ciudadanos. Es verdad que, con frecuencia, un porcentaje alto de los electores se queda en casa y se abstiene, lo que constituye también una forma de manifestar su voluntad. No obstante, en situaciones de crisis o de cambio relevante, el llamamiento a los ciudadanos puede generar cambios importantes en el panorama político nacional. Aquellos que no votan habitualmente se ven impelidos a tomar partido, aún a sabiendas de que sus mejores o más queridas opciones no estén suficientemente representadas.
En Europa se han producido dos elecciones muy importantes en el Reino Unido y en Francia, que pueden suponer una alteración sustantiva de los parámetros políticos en el interior de estos países y en las relaciones internacionales, incluyendo el gobierno de la Unión Europea.
El sistema francés, con un presidente de la República especialmente potente, con legitimación electoral directa por haber ganado dos veces su elección, permite la posibilidad de un gobierno de partidos políticos diferentes a la ideología del presidente. No sería la primera vez. Ahora se impone además por la inmediata gestión cotidiana con los juegos olímpicos, que comienzan en París en unos días. En Francia se abre un panorama que recuerda, incluso en el nombre, la época de los años treinta del siglo pasado, inmediatamente antes de la segunda guerra mundial pero la relación política de la presidencia con el primer ministro se resuelve con la cohabitación y previsiblemente con gobiernos de corta duración.
No será fácil en este país gobernar, pues a la difícil formación del gobierno habrá de unirse la cohabitación con el presidente de la República, líder de uno de los partidos que ha resultado en segundo lugar en las elecciones, al contrario de lo que las encuestas vaticinaban.
Sobre todo, se ha de tener en cuenta que como reza el clásico principio de derecho internacional pacta sunt servanda, es decir, los pactos obligan, hay que cumplirlos. Es lo que desean los ciudadanos, pues así votaron dado que no le dieron mayoría suficiente a ninguno de los contendientes. Se impone la política con grandeza de miras y la renuncia a algunos aspectos de los programas electorales, en beneficio de proyectos con alto grado de coincidencia entre aliados.
Las soluciones son distintas en el Reino Unido, pues no es necesario acuerdo de ningún tipo porque hay una amplísima mayoría laborista.
“Primero el país, segundo el partido. No es solo un eslogan. Es nuestro principio rector. Todo lo que hagamos para mejorar la economía, la seguridad nacional o la protección de nuestras fronteras debe inspirarse en él”, ha anunciado Starmer, que tiene ya el encargo de formar Gobierno tras reunirse con el rey Carlos III en el palacio de Buckingham. “La ciudadanía británica debe poder mirarnos a los ojos y comprobar que servimos al interés público”, ha afirmado.
El panorama mundial cambia a fuerte velocidad. Inglaterra y Francia giran a la izquierda, en Estados Unidos puede ganar Trump, después de las dudas sobre la capacidad del venerable presidente de Estados Unidos, al que ya ponen en duda incluso buena parte de sus partidarios. Se imponen pactos, no salvadores de la patria que terminan mal.
En España, incluso, los agoreros que pronosticaban que el gobierno de coalición presidido por Pedro Sánchez terminaría pronto y mal han reconocido su error. Es mucho más difícil gobernar con varios socios que con seguidores del mismo partido, pero puede lograrse, como la historia de muchos países europeos demuestra. Los sistemas electorales tienen una fuerte influencia en el resultado electoral, pero una vez que han sido establecidos, resuelta casi imposible modificarlos y cuando se efectúa el cambio como sucedió en Francia con Mitterrand, el resultado obliga a volver al sistema de doble vuelta.
Los ciudadanos han hablado: no quieren a la extrema derecha pero ahora toca gobernar teniendo en cuenta que, como es lógico, la sociedad tiene maneras de pensar diferentes desde la extrema izquierda hasta la derecha democrática, una vez excluida la extrema derecha.
Los gobiernos de coalición, no tan corrientes en Francia, la única potencia nuclear europea, aunque sí en Alemania, Italia o los países escandinavos, son una solución que generan también buenos resultados para los ciudadanos.
A veces los pactos se rompen por aplicación de la cláusula rebus sic stantibus (mientras las cosas continúen así) pero esperemos que en Francia no ocurra, pues a todos les une poner freno a la ultraderecha representada por RN (Rassemblement National) de Marine Le Pen.
Vienen tiempos en los que se valorará más a políticos experimentados que generan consenso, como el nuevo secretario general de la OTAN, Mark Rutte, que, tras 14 años como primer ministro de Holanda, dirigirá la organización de defensa transatlántica con el apoyo de todos sus miembros.