El ciprés es un árbol de hoja perenne de forma cónica que tiene la capacidad para crecer en condiciones adversas, conseguir grandes alturas y vivir muchos años; quizás por ello, en muchas culturas simboliza la longevidad y la vida eterna.
Ya en la antigua Grecia, se plantaron cipreses en los cementerios, allí donde los dioses, semidioses, sus familias y aventuras nos han dejado las huellas de los humanos creyendo en lo divino y los dioses jugando con los humanos.
Se cuenta el mito de Cipariso, un joven que por accidente mató a su querido ciervo. Como la culpa le reconcomía tanto, pidió al dios Apolo que lo convirtiera en un ciprés, este raudo y veloz, para librarse de ese pesado, se lo concedió, y de esta forma él pudo llorar al tierno cervatillo por el resto de sus días. Esto es ser animalista y no lo de algunos con tanto postureo.
De ahí puede venir el que los griegos tomaran la costumbre de plantar cipreses en el cementerio. También hay que tener en cuenta que los griegos “de tontos nada” y las raíces de los cipreses crecen sin desparramarse y por ello no son tan peligrosos para los muros de los campos santos.
Los romanos, que en tanto copiaron a los griegos, eso sí, cambiando de nombre a sus dioses, para no ser acusados de plagio por la real academia de la historia y mitología, consagraron el ciprés al dios Plutón, el ‘fúnebre’, un plasta de tomo y lomo. Dios de los muertos y del mundo subterráneo, rey del Inframundo, guardián de las almas que allí llegaban. Lo que ha hecho que este árbol tenga este significado fúnebre y tristón todavía en nuestros días. De hecho, colocar una rama de ciprés en la puerta de una casa era un signo funerario de recuerdo a los que se han ido.
Más tarde, ya en la Europa medieval, el ciprés se convirtió en un símbolo común de luto. Se plantaba en cementerios cristianos como un recordatorio de la vida después de la muerte y la resurrección. Esta tradición se ha mantenido hasta nuestros días en muchos países europeos, donde los cipreses se ven habitualmente en los cementerios y bordeando los mismos.
Así, el ciprés de cementerio se ha convertido en un símbolo universal de duelo, memoria y esperanza eterna, uniendo a diversas culturas en su comprensión y respeto por la vida después de la muerte.
También tuvo otros significados, menos trascendentes y más prácticos, así dos cipreses simbolizaban que disponía de comida en la morada y tres o más se avisaba de centro de reunión, posada, mancebía. A las autoridades romanas se las distinguía con filas paralelas de cipreses en la entrada de sus casas para hacer saber que era una figura de la alta sociedad, los pijos de la época.
Estos árboles tan longevos son venerados por su historia y conexión con el pasado. Uno de los cipreses milenarios más famosos es el "Ciprés de Tule" en México, que se estima tiene más de 2.000 años de antigüedad y es uno de los árboles más gruesos del mundo.
El ciprés milenario es también una famosa atracción en la isla griega de Samos. Se cree que tiene alrededor de 1.500 años de antigüedad. Se encuentra cerca del monasterio de Agios Ioannis Theologos en la región de Karlovassi. Este viejo ejemplar es impresionante tanto por su edad como por su belleza.
Hay otro famoso ciprés, casi milenario, que se encuentra más cerca de nosotros, concretamente en otro Samos, un bello municipio de la provincia de Lugo, siguiendo la ruta del Camino de Santiago. Es un impresionante árbol conocido por ser uno de los árboles más antiguos de España, con una edad estimada de alrededor de 800 años. Este ciprés es un punto de referencia y atracción en la zona, se encuentra al lado de la capilla de San Salvador, muy cerca del monasterio benedictino de San Julián de Samos. Es un árbol majestuoso, con sus más de 25 metros de altura, declarado árbol singular de Galicia, está considerado como uno de los más notables de España.
Dice la leyenda “quien abraza a este ciprés, a Santiago llega, sin dolor en los pies”. No sé si será cierto, pero un servidor con fascitis plantar a él desesperado se abrazó, sabiendo que no tiene contraindicaciones y no sé si será por el ciprés o por los tres meses de reposo, pero el pie vaya si mejoró.
Ya nos contaba en su famoso poema el santanderino Gerardo Diego, dedicado al Ciprés de Silos. “Enhiesto surtidor de sombra y sueño / que acongojas el cielo con tu lanza / Chorro que a las estrellas casi alcanza / devanado a sí mismo en loco empeño”.
Recuerda, amigo, que cuando a un ciprés te arrimes, además de la buena sombra que te cobijará, hay una historia llena de simbolismo. A su alrededor, posiblemente, te encuentres parajes hermosos, lugares con encanto, como donde está ubicado el ciprés de Samos
Allí, tumbado sobre la fresca hierba, se puede reflexionar sobre lo divino y lo humano, como diría cierta ministra sobre el poder judicial, esas guerras inventadas y otras, por desgracia, muy reales. A veces, incluso nos puede parecer que está todo mal; pero verás que las nubes siguen su camino igual.
Te asombrarás al observar sus altas ramas que parecen acariciarlas, tocar el cielo, mientras el susurro cercano del río Oribio le pone melodía al lugar. Hay quien dice: que con su murmullo tus penas e incluso los dolores se van, abrazos, siguiendo el curso del río, hasta morir en la mar.