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"En la fiesta nacional se mezclan la gloria y la barbarie, como si el alma de un país oscilara siempre entre la luz y la sombra." 

Manuel Vicent

 

 

Todos somos singulares

Todos somos singulares

Suelo decirles a mis alumnos, cuando estudiamos la política española actual, que el problema de Pedro Sánchez no es que pretenda engañar a los españoles, al menos no más que otros políticos en liza, sino que considera que somos mayoritariamente tontos. Hay muchos tontos, más de los que creemos, pero no tantos como él piensan.

A propósito de la singularidad financiera de Cataluña


A propósito de la singularidad financiera de Cataluña

La gravedad alcanza su punto álgido cuando envía a sus portavoces a repetir sus ideas envueltas en un sinsentido tras otro. Por ejemplo, los intentos del portavoz parlamentario socialista, López, de explicar lo inexplicable: "No hablamos de privilegios ni nada parecido, sino de la posibilidad de que cada comunidad pueda atender su singularidad intrínseca con recursos suficientes para satisfacer las demandas de los ciudadanos".

 

La singularidad, en esencia, es la cualidad de ser único, excepcional y diferente a todo lo demás. Este concepto contrasta con lo común, que se refiere a lo habitual y compartido por muchos, en este caso los que no somos catalanes. Luego está lo diferencial, el hecho diferencial, que define características particulares dentro del conjunto de regiones españolas; esto se aplica al País Vasco y Navarra, que tienen regímenes específicos según reputados juristas por el reconocimiento constitucional del cupo. 

 

Entonces, Cataluña y los catalanes son singulares, no comunes ni diferenciales. La singularidad implica entender cómo algo o alguien se distingue en un paisaje de similitudes y categorizaciones. Lo que no sabemos es cuáles son y cómo se llaman las singularidades, ni cuánto les cuesta a los que no somos singulares. Si todo y cada uno de los comunes se convierten en singulares debido a la singularidad intrínseca de la que habla López, significa el fin de los comunes. ¿Todo claro? 

 

Vivimos en un mundo que a menudo celebra y practica la uniformidad y la conformidad. Todos los adolescentes se cortan el pelo igual (por horrible que sea); los futbolistas van todos tatuados de pies a cabeza; los bares se llenan cuando están de moda y están de moda porque todos van, vamos de crucero, aunque nos mareemos, si todos van, ¿por qué no nosotros? ¿Y la conformidad? En nuestro gaznate entra todo, nos guste o no, y nos lo tragamos. En un mundo así, el concepto de singularidad emerge como un recordatorio de la importancia de lo individual y de que lo único tiene su propio valor.

 

La singularidad se refiere a la cualidad de ser único, distinto y a menudo excepcional, diferente de los demás. Este concepto está presente en nuestra vida cotidiana, desde talentos extraordinarios hasta necesidades especiales. Es una palabra que, desde el principio, plantea cuestiones preocupantes sobre la igualdad y la justicia en la sociedad.

 

Para el individuo singular, ser único puede ser motivo de orgullo, como alcanzar finalmente la realización personal. Los individuos y las comunidades singulares a menudo se destacan por sus habilidades excepcionales, talentos o características que los distinguen de los demás.

 

No hablamos de lengua, color de piel o lugar de vida; esas son diferencias evidentes, no singularidades. Un ejemplo claro es el del niño prodigio en la música que, desde una edad temprana, muestra un talento extraordinario para tocar el piano. Su singularidad no solo le ofrece oportunidades especiales en educación y desarrollo personal, sino que también le otorga un estatus especial dentro de su comunidad.

 

Es obvio que a este niño hay que facilitarle el desarrollo de su singularidad y apoyarlo económicamente. ¿Se debería pagar más o menos por vivir en Reus (Tarragona) o en Fuentealbilla (Albacete)?

 

Otro ejemplo es el de las personas con discapacidades que, a pesar de los desafíos, demuestran una capacidad excepcional para adaptarse y sobresalir en sus campos. Stephen Hawking, a pesar de su diagnóstico de ELA (esclerosis lateral amiotrófica), se convirtió en uno de los físicos teóricos más renombrados del mundo. Su singularidad radicaba tanto en su brillantez intelectual como en su capacidad para superar obstáculos físicos significativos.

Para el resto de la sociedad, la existencia de individuos singulares plantea un desafío en términos de igualdad y equidad. Como ciudadanos, todos somos iguales y merecemos la misma atención en sanidad, educación y transporte público, independientemente de vivir en Nueva Carteya (Córdoba) o en Sant Joan de Vilatorrada (Barcelona). En una sociedad que valora la igualdad de oportunidades, ¿cómo se pueden equilibrar las necesidades y talentos singulares entre territorios? La clave está en reconocer y respetar la singularidad de cada individuo sin comprometer la equidad colectiva. Eso sí es progresista; lo contrario, un retroceso.

 

La singularidad no enriquece la diversidad territorial; más bien, la confronta. La existencia de singularidades plantea interrogantes sobre cómo se mantendrá la equidad y la justicia en el uso de los recursos. En última instancia, una sociedad justa y equitativa es aquella que reconoce y valora la singularidad de cada individuo, no de los territorios. Por mucho que se le dé vueltas, esto no tiene nada que ver con el progresismo ni con el progreso; está más cerca de un enfoque reaccionario.

 

Aunque la polémica no va por ese lado, ¡seguro! Una vez más, tenemos ante nosotros un nuevo intento de Sánchez de usar hábilmente, aunque sesgadamente, el lenguaje. Quiere que miremos, de nuevo, hacia una luna cada vez más lejana mientras nos muestra su dedo anular levantado, garabateando en el aire. Si alguien ve progreso en esto... bueno, allá él.

 

 


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