Me llega a través del editor y buen amigo Jorge Dobner, un resumen de entrevista con el escritor israelí David Grossman emitida por la CNN que acaba de publicar en España el nuevo libro, El precio que pagamos (Debate / Edicions 62), cuando en Gaza ya han muerto más de 35.000 personas, y el ejército, informa a los colonos de Cisjordania dónde está la ayuda humanitaria, para que la puedan destruir si lo tienen a bien. La lucidez de Grossman pone en su boca afirmaciones de calado: los israelíes no tendremos un hogar hasta que los palestinos lo tengan. Nosotros no vivimos en un hogar, sino en una fortaleza que no era tan eficiente como creíamos.
Esto muestra el gran shock que supuso la irrupción de Hamas en territorio israelí el 7 de octubre del 2023 en que murieron 1.200 personas y 200 fueron tomados como rehenes tras no haber tomado ninguna protección ante las informaciones de la inteligencia egipcia que apuntaban a un atentado de Hamas en breve. A ellos no podía pasarles eso, ellos, su gobierno, manejaban toda la inteligencia necesaria para proteger a sus ciudadanos y resultó ser que no.
En la superficie de la conciencia israelí están empezando a flotar las secuelas y el significado verdadero –así como el precio real– de la enfermedad crónica que supone la ocupación, lo mismo que las insanas relaciones que reinan entre la mayoría laica y la minoría religiosa ultraortodoxa y los judíos religiosos nacionalistas, un colectivo este último mucho más peligroso que el anterior por su poder y su influencia desde el extremismo Para no ir a la cárcel, sostiene Grossman, “Benjamín Netanyahu ha arrastrado a todo un país hasta “el abismo destrozando las instituciones judiciales y su misma integridad, las fuerzas armadas y el sistema educativo”. Hacia una posible “dictadura” a través de “un golpe judicial”. En el nuevo orden de cosas, el Gobierno ha dado un gran poder a los colonos fundamentalistas que ocupan tierras ajenas esgrimiendo que “sus escrituras de propiedad son la Biblia”.
El gobierno, el ejército y las empresas de tecnología y armamento de Israel utilizan los territorios ocupados como laboratorio de estrategias de represión, bio control y violencia, que después exportan a todo el mundo, con un alto beneficio económico. También señala la larga tradición de complicidad de Israel con regímenes dictatoriales y políticas de exterminio (Guatemala, Ruanda, Sudán del Sur).
No es de extrañar, en esa tradición y contexto, que esta semana la fiscalía de la Corte Penal Internacional haya planteado una orden de arresto no sólo contra líderes de Hamas, sino también contra el propio Netanyahu.
“Creo que el sentimiento principal [que se vive ahora en Israel] es la tristeza”, dijo Grossman en la entrevista de la CNN. Y añadió: “Las placas tectónicas se están moviendo bajo nuestros pies, bajo nuestra alma, incluso bajo nuestras creencias y esperanzas; todo es diferente y empiezas a no saber dónde estás”.
Incluso el escritor e intelectual más sólido de Israel, serio aspirante al premio Nobel de Literatura, siente que el suelo tiembla en estos tiempos de extrema incertidumbre. Mientras tenemos que ver una y otra vez, cuerpos enfundados en sabanas blancas que ya se fueron, mientras sus seres queridos les lloran abandonados al dolor y los portavoces del ejercito señalan una y otra vez, que hubo un fallo de información y que abrirán una investigación para aclarar qué sucedió, esta vez, tras haber matado 50 personas la mayoría niños, en una zona que el mismo ejercito señalaba como segura.
Dejen de tratarnos como idiotas, si es que pueden.
Sobre el autor
Anna Balletbò
Anna Balletbò es licenciada en Ciencias de la Comunicación e Historia Moderna y Contemporánea, y diplomada en Periodismo y Ciencias de la Educación. Presidenta de la Fundación Internacional Olof Palme. Entre 1980 y 2000 fue diputada en el Congreso de los Diputados.
Desde 1973, ha colaborado como periodista en diferentes medios de comunicación, como el País, el Diario de Cataluña, La Vanguardia, Radio 4, COPE, Ona Zero, COM Radio, Antena 3, TV3 y Tele Cinco.