Llovizna,
así se llama
al ritmo de la lluvia cuando es lento,
cuando su esfuerzo es desgana
o anticipo endeble de un cauce sin hechura.

 

En su interior,
en lo más hondo,
se substantiva con orgullo
para salir de la neblina,
y se ensimisma en su revuelo;

 

a poco se dispone y brama,
bulle violenta de avidez
y obstinado brillo.

 

Ahora es lluvia
y moja el aire,
y cubre los rostros antes claros,
y fluye triunfante en su murmullo.

 

Cuando quiere,
se conjuga con el viento
abriendo paso a la tormenta,
y opaca la luz;

 

con altivez de alfanje
triza las flores y sus pétalos,
castiga los campos,
y carga contra el hombre
acallando sus risas.

 

Desteñida de afán
y desligada de todo,
huye al río;
transparente,
lejana,
olvidadiza.