Te tengo tan arraigada
que nunca te he dedicado un poema
y hoy,
que es primavera,
cuando debiera ser otoño,
me vienen a buscar tus calles y tus casas,
no tanto tus torres y fuentes,
tus señoriales fachadas,
tu espalda encorvada de tanta batalla diaria,
esos despertares tremebundos
de gente que corre y no habla.

 

Me llaman los bares que laten con la sabiduría que se escapa por la barra,
el mar del tráfico con los viandantes peces que nunca descansan,
esa Madrid, indistinta de sexo,
que no pregunta de dónde vienes,
sino cómo te llamas, cómo te hallas.

 

Madrid de escaparate sin lunas,
calles arterias de sangre espesa que produce coágulos de pasión desenfrenada,
Madrid de mi infancia, de portales sin elegancia,
pero de magníficas vistas y emociones variadas,
Madrid de héroes que no ejercen porque trabajan
y aún les queda tiempo para cañas,
Madrid de ir y venir,
de fugacidad, de negocios que fracasan,
Madrid de almas en pena, 
de diosas cotidianas, de poetas en cada ventana,
de plazas abarrotadas de criaturas humanas que no hacen nada,
Madrid agujereado por vías de trenes fantasmas,
de casas encendidas, de camas deshechas en la madrugada,…

 

Esta es mi Madrid del alma, la que canta, 
Madrid por donde un día paseamos
juntos de la mano
sin importarnos más nada.