Una vez superado el ciclo de las elecciones autonómicas en las nacionalidades históricas, llega el momento de las europeas. Comenzaremos por presentar a grandes rasgos el panorama general de los 27 países convocados a las urnas y a continuación nos detendremos en la situación española.
Hay que tener en cuenta, por lo pronto, que la gestión de la Comisión saliente (Von der Leyen I) ha estado sujeta a fuerte desgaste, como consecuencia de las dificultades planteadas por los asuntos más espinosos, tales como la “transición verde”, fuertemente contestada por los agricultores de los países centrales, o la inmigración.
Como viene siendo habitual en estos casos, cuando se trata de un gobierno sostenido por una coalición (“gran coalición”, en este caso, formada por las tres familias políticas principales: populares, socialistas y liberales), el desgaste de la gestión suele recaer en los socios menores de la coalición (socialistas y liberales, en orden de importancia), de tal manera que mientras el socio principal resiste bastante bien (la familia popular podría incluso mejorar los resultados de hace cinco años), los socios menores pueden perder más de veinte diputados, tal como apuntan los pronósticos del European Council of Foreign Relations. Podría ocurrir también, de cumplirse estos pronósticos, que la familia liberal, representada en nuestro caso por el moribundo Cs, quedase sobrepasada por el ascenso de la coalición de los Conservadores y Reformistas, dentro de la cual la emergente Giorgia Meloni podría presentarse como la gran triunfadora de estos comicios, no solo por llevar a su grupo al tercer lugar del ranking en el Parlamento Europeo, sino porque dentro de su propia coalición podría llegar a conseguir el doble de representantes de una figura como Viktor Orban, lo que la dejaría en posición de liderar su grupo y detentar la llave de algunas votaciones.
Esto explica que la presidenta Von der Leyen haya vuelto la vista a la derecha buscando un posible entendimiento con Meloni que pueda abrir una fisura entre los nacionalistas pragmáticas encabezados por la italiana y los nacionalistas recalcitrantes liderados por Le Pen, con los que cualquier posibilidad de entendimiento está descartada. Es verdad que esta maniobra es inasumible por los socialistas españoles, dada la presencia de Vox en la coalición de Meloni, pero no es menos cierto que mientras la italiana es un figura en ascenso, Pedro Sánchez es una figura declinante en Europa.
Con estas premisas, la primera paradoja que plantea el caso español es que, así como la situación del conjunto europeo está más o menos estabilizada y los pronósticos son relativamente fáciles de hacer, la situación española es, por contraste, muy fluida, como consecuencia de que las sucesivas convocatorias electorales del último año se han convertido en un tobogán, en el que el principal partido de gobierno ha pasado del desplome de las municipales y autonómicas de hace un año (convertidas en primarias, por cuanto aceleraron el calendario electoral inicialmente previsto por Sánchez) a la remontada del 23-J, hasta sucumbir en las elecciones gallegas de febrero y resurgir nuevamente en las recientes catalanas. Así las cosas, no resulta fácil aventurar pronósticos, pero todo parece indicar que se ha abierto una brecha considerable entre los dos bloques que actualmente configuran el panorama político.
La primera dificultad de estos pronósticos radica, como es bien sabido, en estimar la tasa de participación en unas elecciones consideradas de tercer orden. En este punto, conviene recordar que España solo ha conseguido superar el umbral del 50% de participación cuando las europeas han coincidido con elecciones municipales (1999 y 2019), lo que hace que unas elecciones de baja participación sean propicias al voto expresivo y, por lo general, al voto de castigo, que vendría dado, en este caso, por la combinación del desgaste derivado de temas divisivos como la amnistía y de casos de corrupción de todavía incierto recorrido (Koldo, etc.). En este sentido, estas elecciones recuerdan, en particular, a las de 1994, celebradas un año después del último triunfo electoral de Felipe González, en las que el PP consiguió diez puntos de ventaja aprovechando el castigo por el desgaste del PSOE y los escándalos del momento (Roldán, entre otros).
Todo lo cual apunta a que mientras el PP podría abrir una brecha respecto al PSOE que podría alcanzar los diez puntos, Vox a su vez podría abrir una brecha de hasta cuatro puntos respecto a Sumar, lo que supondría una brecha de dos dígitos entre bloques. La pregunta casi inevitable que se desprende de esta proyección es si nos veremos abocados a otras primarías, capaces de alterar el calendario electoral y precipitar nuevas elecciones, o, por el contrario, no se trataría más que de un nuevo accidente in itinere, más o menos previsto en el “manual de resistencia” y, por ende, más o menos manejable.
https://www.catarata.org/libro/las-razones-del-voto-en-la-espana-democratica-1977-2023_151368/