Pasados cinco años de las anteriores elecciones europeas, este próximo mes de junio tendrá lugar un evento crucial para los más de cuatrocientos millones de ciudadanos europeos, sobre todo para aquellos en edad de ejercer su derecho a voto.
El motivo de ello son las elecciones a la única asamblea parlamentaria multinacional del mundo elegida por sufragio directo: el Parlamento Europeo (PE). Unas elecciones de una relevancia particular debido al contexto global actual marcado por una incertidumbre creciente. Asimismo, los nuevos retos que deberá enfrentar la Unión, donde se enmarcan los conflictos en la vecindad y Oriente Medio, el posible retorno del “trumpismo” y, en este sentido, los consecuentes avances en materia de seguridad y defensa, reforma de los tratados y ampliación de la UE, hacen de la llamada a las urnas este verano un evento de innegable importancia.
Ante el panorama internacional contrario al espíritu del proyecto europeo y la inminente celebración de las elecciones, cabe preguntarse sobre la participación de la ciudadanía en los comicios europeos, donde la abstención ha alcanzado en ciertas ocasiones el cincuenta por ciento. No obstante, si analizamos en detalle la participación media en las anteriores elecciones de 2019, la lectura se torna optimista al observarse un comportamiento contrario a los años anteriores. Los datos relativos a la abstención en 2019 son los más bajos desde “las europeas” de 1994, lo que desacredita aquellas voces que insisten en las elecciones al PE como un fenómeno de interés decreciente. Además, junto a ello, resulta conveniente destacar que las cifras relativas a la abstención en las últimas elecciones fueron fruto de la tendencia a abstenerse de los ciudadanos procedentes de los Estados miembros del este de Europa y a la votación de la población británica, cuya llamada a las urnas se produjo con un corto margen de antelación y en pleno Brexit.
De este modo, las adversidades que emergen no solo a nivel internacional, sino en las fronteras de la Unión, han puesto de relieve la necesidad de una Europa con una respuesta unísona dirigida hacia un objetivo común como única vía para solucionar los cada vez más imponentes retos globales. De hecho, según el reciente sondeo publicado en la última edición del Eurobarómetro, el 71% de los encuestados ha declarado que “probablemente” votará en las elecciones de junio, lo que supone un aumento de diez puntos porcentuales más que en las anteriores. Así las cosas, si ya en las elecciones de 2019 se alcanzó una participación de la que Europa no era testigo desde hace más de veinte años al producirse una subida de ocho puntos porcentuales -gracias en buena medida al voto joven-, las dimensiones alcanzadas por las amenazas actuales permiten pronosticar una mayor conciencia de los ciudadanos europeos sobre la necesidad de acudir a votar y, por tanto, una caída aún mayor de la tasa de abstención en las próximas elecciones al Parlamento Europeo.