La cantante Rozalén, al recibir hace unos meses el premio «Lola González», otorgado por la Asociación Arte y Memoria, además de deleitarnos con alguna de sus canciones, en su intervención al recibirlo compartió que, desde hace tiempo, recibe amenazas por quienes la consideran «roja» porque algunos de sus temas hablan de preocupaciones sociales. Su voz se quebró cuando confesó que tenía «miedo». ¿Cómo no va a tenerlo una artista en un país en el que hay tantos precedentes contra ellos y sufriendo en sus carnes por haber escrito o cantado lo que a los de siempre no les gusta escuchar? Lorca, Miguel Hernández…, una lista interminable. ¿Cómo no va a tener miedo? ¿Merece la pena pasar ese miedo?
Ahora, el presidente del Gobierno Pedro Sánchez, ante la enésima insidia, esta vez con su pareja en la diana, ha optado por reflexionar haciéndose y haciéndonos esta pregunta: ¿merece la pena?
Especulaciones aparte sobre si es o deja de ser una estrategia, e incluso sobre el resultado final, dimita o no, la pregunta tiene valor por sí misma: ¿merece la pena?
No cabe duda que la pieza mayor de caza, de la escopeta nacional, es el presidente de Gobierno, pero hay, ha habido y habrá otros muchos. La exministra Irene Montero y su pareja el ex vicepresidente Pablo Iglesias, sufrieron acoso durante dos años en la puerta de su casa, por donde tenían que pasar cada día también sus hijos, acoso que les persiguió hasta el lugar donde intentaron evadirse unos días de vacaciones.
Defenestración sufrieron Mónica Oltra, Victoria Rosell, imputadas y finalmente exoneradas, pero ¿Quién repara ese daño irreversible?, en otro orden vilipendiadas y cuestionadas profesionalmente las exministras socialistas Dolores Delgado o Magdalena Valerio.
Pero no solo eso, decenas de alcaldes y concejales de izquierdas están sufriendo no solo acoso, también agresiones físicas; y eso está sucediendo una semana sí y otra también. ¿Es que para ser cargo público, hasta en el más pequeño pueblo, hay que ser un héroe? ¿merece la pena? Aún en el caso de quienes están dispuestos arrostrar esos riesgos, ¿pueden exigir lo mismo a los suyos más cercanos: marido o mujer, hijos? ¿Merece la pena?
Esta misma pregunta la leí formulada en el libro A finales de enero, de Javier Padilla, dirigida precisamente, de forma retórica, hacia Lola González —la abogada cuyo nombre lleva el citado premio y otorgado en 2023 a Rozalén— Lola, herida gravemente en el atentado a los Abogados de Atocha, en el que asesinaron a su marido, Francisco Sauquillo y a varios de sus colegas, y a la que ya le habían matado al novio, Enrique Ruano, arrojándole por una ventana mientras estaba detenido. ¿A quien le va a merecer la pena semejante vida? Quienes se comprometen no lo hace para sufrir, nadie es de hierro, pero hay une elemento determinante: en una dictadura nadie te va a proteger y cada opositor suele ser consciente de que lo hace a pecho descubierto. Pero en una democracia no debiera ser así y el Estado —todos sus poderes— tiene que garantizar el ejercicio de los derechos sin el riesgo de que te defenestren en lo personal ¿está sucediendo así aquí y ahora? ¿algunos poderes mediáticos y judiciales están haciendo eso o lo contrario?
¿Merece la pena? Cada cual debe llegar a su conclusión y cualquier decisión personal es respetable. Sin embargo, resulta imprescindible que muchas personas contesten que sí: merece la pena. Lo contrario llevaría a entregar los poderes públicos a los que los quieren para su propio lucro y el de los poderosos. Sería dejar de cantar, escribir literatura, teatro, o hacer humor, por parte de las y los cantantes, poetas, actores, humoristas comprometidos. Sería renunciar a que en los centros de trabajo se luche por unas condiciones dignas; a seguir incrementando el salario mínimo las pensiones.
Y, en el caso de que algunos no estemos dispuestos a afrontar, en todo o en parte, esos riesgos —somos humanos— sí debemos estarlo para apoyar a quienes sí lo hacen, cerrando filas con ellos.
FRENAR A LOS PODEROSOS Y AL FASCISMO, MERECE LA PENA