Relojes que caen sueltos y se convierten en tiempo poético. Un ángel que viene a resucitar pájaros disecados.
El poeta Tonino Guerra nos coge de la mano y nos lleva, a nosotros espectadores y a Irina Kouberskaya, la directora de este delicioso montaje basándose en la poética del que fuera guionista de Fellini, Antonioni, De Sica,… y además dramaturgo y novelista. Nos lleva debajo de la tierra y nos convertimos en topos que incordian pero, al mismo tiempo, hacen compañía.
La protagonista, Chelo Vivares, quiere salir de las cenizas, de la penumbra, de la podredumbre. No sabremos si el encuentro con el ángel, José Luis Sanz, es un sueño o las ansias de emprender el camino, la no necesidad de esos relojes, la no necesidad de nostalgia ni melancolías.
Los pájaros acabarán resucitando, cantando, bailando, para no marchitarse en el desván de los objetos abandonados. Es como si mirara desde fuera hacia dentro, en un ambiente de sábanas tendidas y oscuridad, metidos en palanganas.
En realidad, se guía por la voz, por el corazón, por la luz de la luna aunque no aparezca, por los espacios en blanco entre poesía y silencio.
Los trinos acabarán llegando, saliendo de la sombra cálida de la melancolía. Son personajes que no se les confunde con la niebla, cuando el otoño puede hacer mermar las facultades.
Irina Kouberskaya nos hace caminar casi descalzos por este ambiente rural desposeído del pasado. Aunque no sea un tiempo de luz, resuena la memoria en amaneceres de silencio y fragilidad.
Las cicatrices están tatuadas en la piel de los personajes. Es como si el agua se hubiera detenido, el reflejo de unas manos abiertas que necesitan creer en algo. Es una mujer tierna y, al mismo tiempo, fuerte, enérgica y herida.
Y el ángel es un ser puro como la música, inocente, acallando el estrépito del corazón.
Siempre quedarán sombras, maldiciones que nos perseguirán hasta que se asuma que hay topos en todas partes que, quizás, vienen a redimirnos de nuestros actos.
Debo destacar la elegancia con la que la directora siempre asume sus montajes, y la complicidad habitual de Chelo Vivares que se pone, emocionalmente, en el lado más humano y poético de cada personaje.
Deje que el viento hable, que no sean las puertas cerradas, ni el éxodo obligado, ni siquiera la muerte o el estado de taxidermia que se encierra, muchas veces, en el propio lenguaje. Se sucede la luz de una estrella que cae después de un disparo, se aplaca la cólera, que se quede la soberbia, el odio, la fatalidad en las sombras, y que el viento tenga la última palabra.
FICHA ARTÍSTICA
DEJE QUE EL VIENTO HABLE
- Dramaturgia y Dirección: Irina Kouberskaya
- Inspirado en el legado poético de Tonino Guerra
- Escenografía: Irina Kouberskaya
- Espacio visual: Fragmentos Gente del Po de Antonioni, montaje de Antonio Sosa
- Reparto: Chelo Vivares, José Luis Sanz, Ana Peiró, Ana Moreno, Virginia Hernández
- Espacio: Teatro Tribueñe
Sobre el autor
Alberto Morate
Alberto Morate es profesor de literatura, dramaturgo, cronista de teatro, director de escena, poeta,… Su obra se extiende por el Teatro (7 libros publicados), un texto narrativo (La estatua de Lope de Vega), un Ensayo (Teatro en el colegio traducido a 8 idiomas). Incluido en diversas y variadas Antologías Poéticas, cientos de reseñas teatrales, artículos y Poesía, con 10 poemarios publicados hasta la fecha. También organiza recitales, ha escrito prólogos y presentado libros a colegas poetas.