Una espera el viernes para que asiente la arena que abandona en estampida la playa y que cubre las calles que invaden bosques, que agrietan prados.
Una espera que el viernes despeine los gestos agrios, las tensiones que como cruces nos parten el lomo, nos clavan hacia el suelo los ojos volados.
Una espera que llegue el viernes para abrir la jaula de la risa que araña la puerta, entre aullidos callados, para poder salir.
Yo espero el viernes para sentarme en una cocina grande, llena de un ruido que contiene abrazos, palabras, amor, y tantas horas de hilvanar la amistad que ya no quiero llevar la cuenta, porque no quiero saber cuánto ha pasado desde que esto empezó, porque no quiero ni pensar que algún día, maldita sea, pueda acabarse.
Amiga mía, gracias por hacerme de abrigo, de manta, de almohada, de fuente, de hierba, de sendero, de luna, de baño, de sopa, de anillo, de sueño y de esperanza.
Por favor que tu cuerpo y tu espíritu sigan girando alrededor del sol, que yo forme parte de ese baile pues no quiero ni puedo imaginar una galaxia en la que no estemos juntas como astros, como estrellas, como átomos que serpentean en infinito son.