El presidente Macron anunció en París hace unas pocas semanas que no descarta tropas francesas en Ucrania. En Alemania el gobierno del canciller Scholz se está planteando volver a un servicio militar obligatorio. Un renacido Donald Tusk saca pecho estos días porque Polonia es el país de la OTAN que más gasta en armamento en relación con su PIB. Mientras tanto aquí Indra, la empresa tecnológica participada por el estado español, ha celebrado por todo lo grande la presentación de su nuevo plan estratégico en el que prevé un crecimiento de un 40% de su facturación hasta alcanzar los 6.000 millones de euros debido al auge del sector de la defensa con proyectos emblemáticos que incluyen además de software de seguridad, aviones de combate o una nueva división de espacio satelital.
El embajador Pablo García-Berdoy lleva tiempo defendiendo que en el actual contexto geopolítico de guerras y conflictos para Europa es imprescindible contar con un sistema de defensa que sea capaz de hacer frente a las amenazas regionales y globales. La Política Común de Seguridad y Defensa, así como la Ley de Refuerzo de la Industria Europea de Defensa mediante Adquisiciones Comunes o el esperado Programa Europeo de Inversiones en Defensa, son el marco perfecto para intensificar una colaboración público-privada que diseñe y ponga en marcha unas capacidades renovadas para la defensa. La mayoría de nuestros socios europeos lo ven claro y nuestra industria también. Hasta la ministra Margarita Robles se ha cansado de repetirlo con poco éxito dentro del gabinete en el que se mantiene la pulsión pacifista del socio del PSOE.
Más allá de poner la bandera de Ucrania en los avatares de redes sociales, no sabemos si esta tendencia es compartida por la ciudadanía europea. A las puertas de unas elecciones europeas en junio no estaría mal conocer si empresas, estados y ciudadanos van alineados. A eso se ha dedicado un reciente estudio que ha analizado la conversación digital en la red social X durante el último año en España, Francia, Alemania, Italia, Portugal, Polonia, Suecia, Países Bajos y Rumanía. En total se han analizado casi un millón de perfiles y más de 17 millones de mensajes. Y la sorpresa es que defensa y política exterior -con cerca de la mitad de todas las menciones identificadas- y ampliación y vecindad -con una de cada cuatro- destacan de manera muy significativa como los temas de conversación más relevantes. En un año que ha seguido marcado por la agresión rusa sobre Ucrania, así como por los ataques terroristas y las tensiones migratorias, la ciudadanía europea manifiesta un interés creciente por cómo la Unión se enfrenta a esas amenazas externas. La mala noticia es que la conversación predominante es ,como se dice en las redes, “hater”. El sentimiento mayoritario es negativo con un 60% de las menciones analizadas en las conversaciones sobre esta temática. La defensa y la ampliación enfadan a la vieja Europa con alemanes, italianos y franceses exhibiendo los niveles de hostilidad más elevados en la conversación social, con un 56%, 51% y 47% de sentimiento negativo neto respectivamente.
Y la muestra de que la defensa es algo que preocupa de verdad, es que esos mismos europeos apenas muestran interés por los problemas de competitividad y tampoco compran el optimismo de los expertos en la lucha contra el cambio climático Ahora el reto, especialmente para España, es superar ese acaloramiento del debate y la calculada ambigüedad del gobierno. Nuestra industria española de defensa que está demostrando una importante capacidad para producir y exportar productos y servicios en el sector terrestre, naval y aéreo, así como en los sistemas de información y comunicaciones requeridos por las operaciones militares, ha de ser percibida como una oportunidad para millones de españoles. Empresas como Airbus ITP Aero Navantia, S.A., S.M.E Grupo Oesía o Aciturri además de la citada Indra son algunos ejemplos de esta nueva armada española.
En los próximos años se abre un escenario muy atractivo para todas aquellas compañías, pero también profesionales que quieran crecer en el campo de la seguridad y la defensa. Lejos de ser una responsabilidad exclusiva de los estados miembros, se hace inevitable una intensa colaboración público-privada para reforzar las capacidades europeas y una intensa pedagogía social. La industria española presenta un nivel de madurez elevado en este ámbito, estando en condiciones de afrontar el diseño y despliegue de proyectos europeos. Es probable que aquellas empresas que no participen de forma activa y temprana de esta dinámica de colaboración público-privada encuentren crecientes dificultades para mantener su competitividad y su capacidad de hacer negocio en el sector; pero también aquellos estados que se dejen vencer por trasnochados discursos pacifistas dejarán sin unas indudables oportunidades de empleo y por tanto bienestar para sus habitantes.