Nos pregutabamos porque no podíamos leer a María Comesaña, nuestra luz en las tinieblas y ella nos confiesa que había perdido la inspiración. Pero ya esta de nuevo con nosotros. 

He perdido la inspiración.

Imagino que estará en el fondo del cubo de la plancha. Pero yo no plancho así que estará arrugada y ensombrecida, asfixiada por toallas desteñidas y camisas pasadas de moda. A veces abro la puerta del armario y la observo ahí, ocupando un lugar, inmóvil y callada. Y recuerdo cuando podíamos vernos de frente y jugar, pero ya no lo hacemos. 

 

Sólo a veces la siento cuando llega el fin de semana y bebo para anestesiarme y fingir que todavía tengo ilusión por algo, por alguien, pero después regreso a casa y me duermo. A la mañana siguiente he olvidado lo que creí que era lúcido y bello y paso delante del armario y desvío la mirada, pues me cuesta  aceptar que está mi inspiración ahí agazapada como un muerto.