El PSC, ha rematado con éxito el 15 Congreso de su historia, celebrado los días 15-16 y 17 de marzo. No suele ser habitual que los partidos consigan celebrar sus congresos con pactos consolidados que contribuyan a la unanimidad y buen ambiente. Lo cierto es que a diferencia del celebrado en diciembre del 2019, en este último reinaba el optimismo.
Las cosas no suceden por casualidad, tampoco la destacada. Son el resultado de 10 años de vía crucis, en un partido al que el enfrentamiento cainita de la sociedad catalana descolocó. El PSC, siempre se vanaglorió de ser lo más parecido a la composición del crisol catalán: gente nacida en la llamada Cataluña catalana, para definir a los catalanes de origen de familias también oriundas, y los catalanes de adopción que rozan la mayoría formados por quienes llegaron en los años duros de la emigración y el desarrollismo, pero también sus hijos, nacidos en territorio catalán, con compañeros catalanes, barrios mezclados y que han contribuido de manera importante al crecimiento del país, sintiéndolo como propio, porque lo es.
Tras el descalabro del proyecto independentista y el despertar de muchos a la realidad de lo que fue un mal sueño, el momento es políticamente propicio para los socialistas que han reforzado la militancia, hasta más de 12.700 militantes, tras doloroso abandono de muchos afiliados, después de las elecciones del 2012, que consideraban a su partido poco independentista, unos, o poco defensor de España, otros, olvidando justamente que eso era el PSC, la mezcla de un catalanismo batallador unido con un hilo fino pero muy resistente a otros socialistas de comunidades de España.
La celebración del Congreso conto con presencias destacadas de representantes de los distintos sectores, profesionales, académicos y económicos y despertó algunos comentarios críticos de quienes se sienten amenazados por el AVE FENIX que ha irrumpido con decisión y fuerza en el mapa político catalán. Pere Aragonés (ERC) clamó en declaraciones, que los catalanes deberán decidir entre un Presidente de la Generalitat, o un delegado de la Moncloa. Mientras, Jordi Turull (Junts) deslizaba que los catalanes no debemos dejarnos gobernar por un representante del ESTADO. Ambas declaraciones afloran que todavía falta tiempo para digerir los esquemas mentales que no han pasado a ser ciertos aunque se lleven repitiendo de forma incansable desde hace más de 10 años.
Es chocante por que la Generalitat como institución forma precisamente parte del Estado y la Moncloa es la residencia del Presidente del Gobierno de dicho estado. Todavía hay una voluntaria confusión por parte de representantes del independentismo, y queda mucho trabajo pendiente. Tal vez por ello la frase del candidato socialista a presidir la Generalitat, Salvador Illa, respecto a la necesaria unidad en Catalunya y que debían aprender a dejar de pedir y pasar a proponer, sea la llave de la auténtica reconciliación. Cosechó un largo aplauso en el discurso final de Illa en el Congreso.
Sobre el autor
Anna Balletbò
Anna Balletbò es licenciada en Ciencias de la Comunicación e Historia Moderna y Contemporánea, y diplomada en Periodismo y Ciencias de la Educación. Presidenta de la Fundación Internacional Olof Palme. Entre 1980 y 2000 fue diputada en el Congreso de los Diputados.
Desde 1973, ha colaborado como periodista en diferentes medios de comunicación, como el País, el Diario de Cataluña, La Vanguardia, Radio 4, COPE, Ona Zero, COM Radio, Antena 3, TV3 y Tele Cinco.