La provincia de Kivu del Norte, al este del país, alberga a más de 800.000 personas desplazadas. Los bombardeos indiscriminados están causando numerosas víctimas civiles, con consecuencias especialmente graves para los niños debido a la presencia de munición sin detonar. Además, estos conflictos aumentan la presión sobre los recursos humanitarios, ya muy limitados en la zona, y dificultan su distribución.
Meses antes, el 20 de diciembre de 2023, unos 44 millones de personas (de los más de 100 millones de habitantes del país) estaban llamadas a ejercer su derecho democrático en 75,000 colegios electorales, para votar en los comicios presidenciales, legislativos, provinciales y locales. Era la cuarta vez desde el fin de las guerras civiles (1996-2003) que acudían a las urnas y reeligieron al presidente Félix Tshisekedi con el 73.34% de los votos, según el órgano electoral.
Las elecciones se celebraron bajo la sombra del conflicto entre decenas de grupos armados y el Ejército en el este del país, así como en medio de una nueva escalada de los combates del movimiento M23 en la provincia oriental de Kivu del Norte. Las elecciones se vieron empañadas por los retrasos, los problemas logísticos y la denuncia de irregularidades por parte de la oposición, que ha exigido la anulación y la repetición de la votación.
La República Democrática del Congo (RDC) es una democracia aún muy frágil y plagada de conflictos sin resolver. Aunque en estas últimas elecciones no se han producido los tradicionales antagonismos exacerbados, lo que podría indicar un "cierto progreso" en los esfuerzos de construcción nacional, no obstante, todo en este país es muy complicado debido a las reminiscencias de un pasado de explotación brutal y a la falta de unas estructuras sólidas de gobernanza, seguridad y cooperación que permitan el desarrollo del país.
En el año 2019, Félix Tshisekedi, de 60 años, ascendió al poder tras unas elecciones que generaron controversia, pero que representaron el primer traspaso pacífico de poder en la RDC desde su independencia de Bélgica en 1960. Durante su mandato, el país ha experimentado un crecimiento económico a pesar de un contexto internacional complejo. Sin embargo, el Banco Mundial ha señalado que cerca del 60% de la población congoleña aún vive en condiciones de extrema pobreza. Esto indica la persistente desigualdad que existe en el país y los desafíos socioeconómicos a los que se enfrenta el reelegido presidente.
Algo de historia
La historia de la República Democrática del Congo (RDC) es compleja y a veces poco conocida. Fue habitada por tribus pigmeas y más tarde por grupos bantúes (año 2000 a.C.). En el siglo V, el Reino Luba en la región de Katanga prosperó gracias a la explotación de cobre, hierro y marfil. En el siglo XV, la llegada de los portugueses y el comercio de esclavos, dejaron una huella profunda en el reino del Congo. En 1885, tras la Conferencia de Berlín, el Congo se convirtió en la finca personal de Leopoldo II de Bélgica, que llevó a cabo una brutal explotación de los recursos naturales y se cometieron una serie de atrocidades documentadas, en las que murieron de 10 a 15 millones de personas. Estas salvajadas dejaron una marca duradera, un legado de desigualdad y división étnica que todavía persiste en el país.
Durante la II Guerra Mundial, los beneficios del Congo Belga aumentaron significativamente, producía el 10% mundial de cobre, el 50% del cobalto y el 70% de diamantes industriales, lo que contribuyó a la prosperidad económica de sus dueños, mientras los habitantes vivían en la pobreza y en condiciones de esclavitud. Los disturbios anticoloniales de 1959 en Kinshasa estimularon la demanda de autodeterminación a la que Bélgica se había adherido en 1950, tras la firma del artículo 73 de la Carta de NNUU.
El 30 de junio de 1960, en el Palacio de la Nación de Kinshasa, el Rey Balduino de Bélgica anunció la independencia, elogiando la "labor civilizadora" de su tío abuelo, Leopoldo II, contestado por el nuevo Primer Ministro, Patrice Lumumba, con un discurso considerado histórico, que intentó contemporizar las relaciones con la ya expotencia colonial, pero señaló la necesidad de acabar con el sufrimiento que había comportado la colonización. Las crónicas cuentan que Balduino no pudo reprimir su indignación por las referencias al régimen colonial, pero no fue eso lo que provoco el asesinato de Lumumba, sino el anuncio de que “las riquezas de la nación servirían para lograr una vida digna a todas las personas del nuevo Congo”.
Seis meses después, el 17 de enero de 1961, Patrice Lumumba era asesinado por tropas africanas que actuaban siguiendo planes de los servicios secretos belgas y la propia CIA. Antes, había sido detenido por tropas de la ONU, entregado a los independentistas de Katanga que dirigidos por Moise Tshombe (viejo conocido de la Dictadura española) le ejecutaron y después quemaron su cuerpo. Sartre llegó a decir de él que era “África en su totalidad”. Dos semanas después, Bélgica invadió militarmente el país. A pesar de su trágica muerte, Lumumba se convirtió en un símbolo de la lucha por la independencia y la justicia y en 1966 fue declarado héroe nacional.
La crisis que acababa de empezar se agudizó con la llegada de Moisés Tshombe que, en 1964, regresó al Congo como primer ministro de un gobierno de coalición. Es aquí donde entran en juego los mercenarios españoles. En el primer exilio en Madrid de Tshombe, tras haber sido expulsado por fuerzas de la ONU que pusieron fin a la independencia de Katanga, la Dictadura española le dio protección y le permitió relacionarse con la alta sociedad española. La campaña de apoyo fue beneficiosa para Tshombe, hasta el punto de que pudo regresar al Congo. En ese tiempo, contacto con un grupo de mercenarios españoles, que se enrolaron en las guerras internas del Congo Belga.
Los mercenarios tuvieron un papel destacado en los conflictos bélicos del Congo. La mayoría carecía de ideales o ética, y sólo les movía un interés: el dinero. En una joven África, sacudida por las guerras de descolonización y en la que los ejércitos de las nuevas naciones emergentes eran poco más que hordas de milicianos mal armados, los mercenarios eran los únicos militares profesionales, y, gracias a su veteranía, podían incluso alterar el curso de una guerra, en definitiva, eran, héroes de alquiler.
En noviembre de 1965, Mobutu Sese Seko dio un golpe de estado y ascendió al poder apoyado por EEUU. Cambió el nombre del país por Zaire y estableció una dictadura brutal que duró décadas. Mobutu acusó a Tshombe de traición, por lo que este tuvo que huir del pais y los mercenarios españoles quedaron al servicio de Mobutu, que decidió despedirlos cuando fueron prescindibles. Al parecer, la mayoría fueron arrojados a los cocodrilos, un final desgarrador que refleja la crueldad y la brutalidad de aquellos años turbulentos.
En 1989, en una inolvidable visita a Zaire, cruzamos el país desde Kinshasa a Goma, alojados en misiones, pasando por el PN de los Virunga hasta llegar a la Selva ecuatorial del Ituri donde se encontraban el santuario de los gorilas Beringuei, inmortalizados en "Gorilas en la Niebla". En Goma, conocimos a Saturnino Fraile, un misionero claretiano, y a José María Cantal, un médico misionero y pudimos conocer su admirable labor, desde ayudar a víctimas de la violencia política hasta brindar atención médica en un hospital que ellos mismos fundaron. Sus historias, marcadas por la adversidad de aquel pais, bajo una dictadura terrible, revelaban una humanidad extraordinaria en un contexto de riesgo y de extrema pobreza.
A principio de los años 90, Estados Unidos, que apoyaba a Mobutu, decidió que era necesaria una transición al multipartidismo. Entre 1991-1996, se produjo el Genocidio de Ruanda donde grupos hutus, conocidos como los "Interahamwe” masacraron a cerca de un millón de personas de la etnia tutsi y hutus moderados en Ruanda. El FPR (Frente Patriótico Ruandés), una milicia liderada por tutsis, derrotó al movimiento hutu y llegó al poder en julio de 1994. Casi 2 millones de hutus huyeron a los países vecinos para evitar posibles represalias tutsis. Los campos de refugiados entre Ruanda y Zaire, se convirtieron en bases de los extremistas con fácil acceso para realizar ataques terroristas en Ruanda.
En 1996 se produce la Primera Guerra del Congo (1996-1997), donde tropas ruandesas y ugandesas invaden Zaire en alianza con los rebeldes de la Alianza de Fuerzas Democratizas para la Liberación del Congo (AFDL) lideradas por Laurent Kabila y derrocaron a Mobutu. Kabila es nombrado presidente y Zaire pasa a llamarse República Democrática del Congo (RDC). En 1998 Kabila cambia de lealtad y se desencadena la Segunda Guerra del Congo (1998-2003), en la que intervinieron tropas de Angola, Zimbabue y Namibia y provocaron millones de muertos y desplazados, así como, el saqueo de los recursos minerales y forestales. En 2001, Laurent Kabila es asesinado y le sucede su hijo Joseph. Expertos ONU han indicado que la guerra en la RDC se ha convertido en un conflicto por el acceso y control de los recursos minerales y naturales.
Las consecuencias de estas guerras con entre 3,8 y 5,4 millones de personas fallecidas, han sido devastadoras para la población, que ha sufrido violaciones masivas de los derechos humanos, desplazamientos forzados, hambrunas, epidemias, violencia sexual, reclutamiento de niños soldados y destrucción de infraestructuras. Además, los conflictos han afectado negativamente a la biodiversidad y al medio ambiente de la RDC.
Geopolítica
La RDC se encuentra en la región ecuatorial de África y abarca gran parte de la cuenca del río Congo, hasta la región de los Grandes Lagos. Es el segundo país más extenso del continente, después de Argelia. Limita con la República Centroafricana y Sudán del Sur al norte, Uganda, Ruanda, Burundi y Tanzania al este, Zambia y Angola al sur, y la República del Congo al oeste. Tiene acceso al mar a través de una estrecha franja de 37 km de costa, siguiendo el río Congo hasta el golfo de Guinea. Tiene la planicie del Congo, una inmensa meseta cuyo punto más bajo se sitúa al norte (unos 300 m) y el más elevado al sur, en Katanga (unos 1.500 m). La vegetación es en su mayor parte la correspondiente a la selva ecuatorial, mientras que en Kasais y Katanga la vegetación es de sabana, y en los dos Kivus es más bien alpina.
En la zona cercana a la desembocadura del río Congo se encuentran los Montes de Cristal, paralelos al Atlántico (1.050 m); al oeste, el Macizo de Mayombe; al este, el Congo se hace parte del África de los Grandes Lagos (Tanganika, Kivu, Eduardo), alcanzando sus cotas más altas en los Macizos de Ruwenzori o Montañas de la Luna (5.000 m) y Virunga (3.000 m). En estos últimos se encuentran los gorilas de montaña “Beringuei” de lomo plateado..
La RDC se autodefine en su Constitución como un "estado de derecho, independiente, soberano, unido e indivisible, democrático y laico". Sin embargo, en el índice de democracia elaborado por The Economist, ocupa el puesto 159, con solo 8 estados por debajo, y se clasifica dentro de los países autoritarios, donde la debilidad institucional y de seguridad, así como, la corrupción de sus líderes y sus familias ejercen un monopolio sobre el poder y las riquezas.
Economía
El caso de la RDC es un ejemplo paradigmático de lo que se denomina la “maldición de los recursos". A pesar de contar con vastas reservas de recursos valiosos los líderes del país han sido incapaces de mejorar el bienestar de su población y cubrir las necesidades básicas (alimentación, salud y educación). La FAO considera a la RDC como uno de los países con déficit alimentario, donde más del 70% de la población vive por debajo del umbral de la pobreza. La escasez de alimentos y las hambrunas son problemas persistentes.
El acceso a la atención médica es limitado para la mayoría de la población, a pesar de enfrentarse a epidemias como el VIH/SIDA, el ébola, la malaria y el cólera. La falta de inversión estatal, la escasez de personal capacitado y el sistema de recuperación de costos, que requiere que los pacientes paguen por la atención médica, contribuyen a un sistema de salud deficiente, con un índice de esperanza de vida de tan solo 48.7 años y con una alta mortalidad infantil (20% de los niños menores de 5 años).
La Maldición de los Recursos: Entre la abundancia natural y la pobreza extrema
Una parte de la abundante riqueza mineral del Congo es el oro, el tantalio, el wolframio y el estaño que representan solo una parte de las más de 1.100 sustancias minerales que se extienden sobre cerca de 1 millón de hectáreas, según el BM. Zonas claves ricas en recursos naturales son Katanga, que tiene abundantes minas de cobre y cobalto, y la provincia Kasal, que es rica en diamantes, sin embargo, el sector minero es controvertido. Los grupos armados controlan las minas, forzando a los mineros a trabajar en condiciones de miseria y exigiendo sobornos a los transportistas, a los compradores locales e internacionales, a los aduaneros, incluyendo a instituciones estatales y autoridades locales. A veces, los intereses exteriores se entrelazan con facciones internas, desencadenando conflictos armados e incluso guerras regionales.
Por otra parte, la excesiva dependencia de los ingresos de los recursos y la corrupción ha dejado a la economía del Congo vulnerable a las fluctuaciones en los precios mundiales de las materias primas, provocado ciclos de auge y caída económica. Tras 40 años de dictadura de Mobutu y dos guerras destructivas, su PIB per cápita es el más bajo del mundo (FMI).
Abordar esta compleja situación, requiere implementar una serie de medidas, que van desde la mejora de la gobernanza y la seguridad, a la transparencia en la gestión de recursos, inversión en desarrollo humano y económico, fortalecimiento institucional y esfuerzos internacionales para combatir el comercio ilegal de recursos naturales, desafíos enormes que requieren un compromiso a largo plazo tanto a nivel nacional como internacional y con la implicación de los actores locales.
Riesgos Naturales y Cambio Climático
Situada en un territorio de orografía diversa, la RDC posee una gran variedad de paisajes bioclimáticos; desde la sabana en las regiones del sur, la selva de las regiones montañosas, grandes lagos al este y la cuenca del Congo que alberga el segundo bosque tropical más grande del mundo, con una superficie de 180 millones de hectáreas y que tiene la capacidad de absorber unos 1.200 millones de toneladas de dióxido de carbono al año, lo que equivale al 4% de las emisiones mundiales. Esto hace que sea uno de los países con mayor diversidad biológica del planeta. Además, cuenta con importantes yacimientos de minerales esenciales para la transición hacia las energías renovables y las economías digitales.
Sin embargo, se prevé que algunas regiones de la República Democrática del Congo experimenten escasez de agua y sequías en los próximos años, así como, tragedias provocadas por intensas lluvias como las que en mayo pasado azotaron la zona del Kivu del Sur, con el desbordamiento de ríos y desprendimientos de tierra, y que provocaron la muerte de al menos 411 personas y más de 5.000 desaparecidas. Esta tragedia fue calificada por el S.G. ONU, “como una nueva muestra de la aceleración del cambio climático y sus consecuencias dramáticas para países que no son responsables del calentamiento global”.
"África está siendo devastada por una crisis climática que no ha provocado"
África, a pesar de contribuir solo con el 2% al 3% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero, experimenta de manera desproporcionada los impactos del cambio climático. Los informes de la Organización Meteorológica Mundial. resaltan los efectos devastadores de fenómenos extremos como sequías, inundaciones y estrés hídrico en las comunidades, economías y ecosistemas africanos. La alteración de los patrones de precipitaciones, la desaparición de glaciares y la reducción de lagos importantes son signos alarmantes de la crisis climática en el continente, que amenazan con agravar los conflictos y los desplazamientos.
En este contexto, queda claro que África está en la primera línea de la lucha contra el cambio climático. Sin embargo, no puede enfrentar únicamente con sus propios recursos. La comunidad internacional, que se beneficia de los recursos naturales africanos, tiene la responsabilidad de brindar apoyo para que el continente pueda mitigar y adaptarse a los impactos del calentamiento global.
Para lograr esto, es crucial que África reciba un mayor respaldo financiero y técnico. Algunas medidas concretas podrían incluir el compromiso de destinar el 100% de la financiación climática a la adaptación en África, el apoyo al Programa de Aceleración de la Adaptación de África (AAAP), la reducción de la deuda de los países africanos y facilitar su acceso a los mercados financieros internacionales para la acción climática. Además, es necesario promover el comercio justo y eliminar barreras que limitan las exportaciones africanas, especialmente en la agricultura, y fomentar la transferencia de tecnología y conocimientos en áreas como energía renovable y agricultura sostenible.
La movilidad humana en África también desempeña un papel crucial en el desarrollo de la resiliencia comunitaria. En consonancia con los Objetivos de la Agenda 2063 de la Unión Africana y el Pacto Mundial sobre Migración, se reconoce que la migración puede ser un motor del desarrollo y una estrategia para mejorar los medios de subsistencia sostenibles y adaptarse a las presiones ambientales y el cambio climático.
Estas medidas son esenciales para garantizar que África pueda hacer frente con éxito a los desafíos del cambio climático y proteger sus valiosos recursos naturales para las generaciones futuras.
Conflictos armados y terrorismo
El este del Congo ha sido históricamente una región caracterizada por la ingobernabilidad. Tras la expulsión de Mobutu Sese Seko en 1997 por una insurgencia liderada por Laurent Désiré Kabila, quien alguna vez fuera compañero de armas del Che Guevara, la región ha sido escenario de conflictos repetidos y marcadas por el saqueo de recursos naturales por parte de actores externos.
En este contexto, una amplia gama de grupos armados opera en la región, siendo los más prominentes el Movimiento 23 de Marzo (M23), las Fuerzas Democráticas Aliadas (ADF) y el Frente Democrático para la Liberación de Ruanda (FDRL). Estos grupos, junto con otros muchos, como las milicias étnicas conocidas como "Mai Mai", carecen de una ideología clara más allá de intereses territoriales o lealtad a líderes locales, y financian sus actividades a través de la explotación de recursos naturales y el saqueo de las comunidades locales. A pesar de acuerdos de alto el fuego ocasional, grupos como la Cooperativa para el Desarrollo del Congo (CODECO) pueden reactivarse después de períodos de inactividad, lo que agrava aún más la inestabilidad en la región.
Además, el este del Congo también es escenario de la actividad de grupos armados extranjeros, como el Ejército de Resistencia del Señor (LRA) de Uganda y las Fuerzas Nacionales de Liberación (FLN) de Burundi, que a menudo se asocian con grupos locales en la región de Kivu Sur, como una milicia de la comunidad lendu en el Ituri.
La Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en la República Democrática del Congo (MONUSCO), que incluye la Brigada Fuerza de Intervención (FIB) para combatir a la ADF, despliega alrededor de 18.000 efectivos, con contribuciones significativas de países como Pakistán, India y Bangladesh. Sin embargo, a pesar de estos esfuerzos internacionales, la situación en el este del Congo sigue siendo volátil y la violencia persiste, representando un desafío continuo para la estabilidad y el desarrollo en la región.
Conclusiones
La República Democrática del Congo (RDC) es el segundo país más grande de África, alberga el segundo bosque tropical más grande del mundo y es rico en recursos minerales, algunos de ellos, clave para la transición energética. Sin embargo, casi 75 millones de personas viven en condiciones de extrema pobreza, lo que evidencia los importantes retos a los que se enfrenta el reelegido presidente.
La RDC, es un país que ha sufrido en carne propia los rigores de la historia, la geopolítica y las transformaciones económicas y políticas del sistema internacional. Ha padecido la dureza de la colonización europea. Fue escenario de las disputas entre las dos superpotencias mundiales, protagonistas de la Guerra Fría y durante la última década, se ha convertido en un escenario de la violencia financiada por la extracción ilegal de minerales, sumiendo al país en un permanente de conflicto, con millones de muertos y desplazamientos de población que sobreviven en campamentos.
Esto ha generado una inseguridad endémica en la población que se siente amenazada por la presencia de numerosos grupos radicales, algunos sustentados por gobiernos y empresas dedicadas a la explotación de los recursos naturales. Países vecinos como Ruanda, Uganda y Zimbabue también están involucrados en el aprovechamiento de los recursos dentro del territorio congoleño.
Acabar con la corrupción y la violencia en estos momentos parece todavía difícil, debido a que no existe un Estado y unas fuerzas de seguridad con capacidad para proteger el país y a los ciudadanos. Sin embargo, los consumidores pueden transformar la dinámica del conflicto y poner fin a este silencioso genocidio, dirigiendo la atención internacional hacia los actores económicos involucrados en esta tragedia y exigiendo transparencia y responsabilidad a las grandes empresas electrónicas del mundo.
Aunque las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) en la República Democrática del Congo (RDC) y en África en general son relativamente bajas en comparación con otras regiones del mundo, la región sufre de manera desproporcionada los impactos del cambio climático. Esto se debe a una combinación de factores, que incluyen la vulnerabilidad de los ecosistemas africanos, la dependencia de la agricultura y la limitada capacidad de adaptación de muchas comunidades.
Es fundamental que se implementen las medidas acordadas en las Conferencias de las Partes (COPs) sobre el cambio climático para ayudar a África a enfrentar estos desafíos. Esto incluye proporcionar financiamiento y apoyo tecnológico para la adaptación y la mitigación del cambio climático, así como fortalecer la capacidad de resiliencia de las comunidades africanas. Además, es crucial que se promueva la transferencia de conocimientos y tecnologías sostenibles para que África pueda avanzar hacia un desarrollo más limpio y resiliente al clima.
Finalmente, la controvertida reelección de Félix Tshisekedi como Presidente del país podría tener implicaciones positivas en la estabilidad a nivel regional y global, pero habrá que esperar, aunque la revisión de acuerdos entre el gobierno congoleño y empresas chinas, así como otros similares, inicialmente parece un cambio positivo en la política de este país.
Explica la situación la influencer Quinndy