Alberto Núñez Feijóo declaraba a los periodistas, reunidos en Santiago de Compostela, que seria posible conceder el indulto a Puigdemont siempre que se entregue a las autoridades españoles, sea juzgado y, caso de ser condenado, solicite él (y no otra persona) el indulto declarando su voluntad de no reincidir; al poco tiempo de hacer estas declaraciones el propio Feijóo las ha matizado, que no desmentido, diciendo que los requisitos a los que se condiciona dicho perdón no son hoy aceptables para Junts, por lo que la cuestión no tiene mayor recorrido.
Todos los barones del PP han arropado a su jefe de filas en base a ese mismo argumento, igualmente los “media” de derechas de la capital incluso los más extremistas (Jiménez Losantos). Hay que blindar Galicia.
A pesar de totas las adversativas con que se sazona ese posible indulto es evidente que el líder popular ha roto el relato existente en la derecha y en una parte del centro izquierda según el cual, para Puigdemont, que ha humillado a España proclamando una independencia de Cataluña “coitus interrumpus”, inmediatamente suspendida sin arriar la bardera española de la fachada de Sant Jaume, huyendo del país de forma más propia de un film de James Bond y evitando las euroórdenes de Llarena tanto en Bélgica, como en Alemania como en Italia, el único destino posible era la cárcel hasta que cumpliera íntegramente la pena impuesta.
Un número no despreciable de españoles, no necesariamente de derechas, soñaban con un Puigdemont que volviera a España como los caudillos vencidos por los romanos trasladados a la ciudad imperial prisioneros, cargados de cadenas, acompañando a las legiones victoriosas que el pueblo aclamaba.
Ese viraje del PP era inevitable. Las elecciones de junio pusieron de manifiesto que el voto femenino, vasco y catalán habían dado la presidencia del Gobierno a Pedro Sánchez, la razón: el rechazo a VOX socio de los populares en los gobiernos autonómicos salidos de los comicios de mayo. Una parte importante de votantes femeninas, incluso de derechas, no podían aceptar que, con 56 mujeres muertas a manos de su pareja o expareja durante el año 2023, la extrema derecha esté imponiendo a sus socios en los gobiernos regionales la eliminación de las oficinas de asistencia a las víctimas de violencia de género. El movimiento de empoderamiento de las mujeres trasciende los lindes de la izquierda, hay muchas mujeres conservadoras que opinan como la María Guardiola de la primera época.
Obviamente, amenazando VOX a Cataluña con un 155 permanente y hablando de ilegalización de partidos, también Ayuso, eran pocos los incentivos que tenían vascos y catalanes para apoyar una fórmula de gobierno de asociación de la derecha con la extrema derecha.
VOX se ha convertido en una alianza tóxica para el PP, que le impide asociarse con las derechas nacionalistas vasca y catalana; como decía Aitor Esteban con unas rimas bastante mejorables, “Alberto tu tractor tiene gripado el motor por usar aceite de Vox”, el problema es la oportunidad de ese giro en plena campaña de las gallegas, dos días después de haber apoyado el PP a los fiscales favorables a la investigación del expresidente catalán por terrorismo.
Puigdemont se sentiría más a gusto aliándose con un Feijóo centrista y galleguista moderado, desvinculado de la extrema derecha, que con una izquierda cuyos postulados en el campo de la batalla por las ideas y en el de la economía, condicionados por Podemos antaño y por Sumar hogaño, no comparte. En el caso de fracaso de la ley de amnistía, fracaso por el que muchos suspiran, posiblemente Junts dejará la coalición de la investidura para buscar un nuevo pacto del Majestic, volvemos a 1996 solo que esta vez con Aznar de guardador de las esencias.
Esta es la única vía para que la derecha acceda al gobierno, se trataría de que las condiciones del indulto fueran aceptables para Junts; la formación catalana, por su parte debería aceptar un perdón sin duda elitista, que resolvería el problema del expresidente catalán pero no el de la multitud de encausados (directores de escuelas, alcaldes, etc.) por los hechos del 1 de octubre, cuando han venido pregonando que el perdón alcanza a todos o no alcanza a nadie.
Los virajes en los trasatlánticos son lentos, pero en este caso ambas embarcaciones, el PP i Junts, podrían dirigir la proa no sin dificultades hacia la esquina de la calle Valencia con Paseo de Gracia de Barcelona, en el hotel Majestic, donde Aznar y Pujol hace 28 años acordaron facilitar la gobernanza del primero.
Ante ello, ¿qué tiene que hacer la izquierda?. A pesar de todas las críticas que pueda concitar Pedro Sancho, los primeros ministros de la península ibérica (Antonio Costa en Portugal en funciones tras su dimisión) son los únicos dirigentes de izquierdas con responsabilidades de gobierno en Europa.
En el Reino Unido desde los lejanos tiempos de Gordon Brown sustituyendo a un Tony Blair braseado por la guerra de Irak, los laboristas están en la oposición; en Francia el poderoso partido socialista de Mitterrand, Delors i Jospin ha desparecido; en Italia el Partido Democrático heredero del poderoso PCI está fuera de la escena política y en Alemania el SPD, que gobierna en coalición con ecologistas y liberales está en horas bajas. Diferentes gobiernos socialdemócratas han ido cayendo en Europa en beneficio de coaliciones de la derecha con la extrema derecha.
Hoy la socialdemocracia no parece estar en condiciones de ofrecer el Europa un discurso globalizador que enfrentar a una derecha democrática (o pactar con ésta), la izquierda parece ser privativa de otras latitudes con unos postulados en política internacional bastante alejados a los europeos, por eso la formula de un partido socialista liderando una coalición, asociación o como se quiera llamar integrada por formaciones progresistas de diferente signo, algunas representando realidades nacionales diversas, quizás no sea una fórmula esporádica sino con un cierto recorrido.
En este caso, una diferente visión de España y la pacificación del país que ofrece la amnistía son imprescindibles.