La sanidad durante varias décadas fue un ministerio para cumplir con compromisos varios. La lista de ministros que llegaron al puesto sin ninguna experiencia en el sector es larga, de ambos lados del hemiciclo. Más tarde la sanidad se convirtió en arma arrojadiza entre unos y otros. La profesión médica mientras tanto, se deterioró lentamente de forma casi insensible. La pandemia ha hecho añicos el tradicional pacto social, el sentimiento de pertenencia en la profesión está en mínimos y el desánimo afecta a un número significativo de los facultativos.
Los recientes conflictos laborales de los médicos en Madrid (y en otras provincias) me ha hecho reflexionar acerca del concepto de contrato social de las profesiones sanitarias con la sociedad, en particular ¿qué esperan los ciudadanos de la profesión médica? y ¿qué están dispuestos a darles a cambio? Todo ello está inevitablemente afectado por las duras condiciones sufridas por los profesionales en la pasada epidemia de Covid-19.
Los médicos afrontaron la primera ola del virus de forma ejemplar, sin medidas de protección adecuadas, plantaron batalla a una enfermedad nueva y desconocida. Siguieron códigos de conducta ancestrales, con altruismo asumieron el riesgo de contagio, la flexibilidad horaria o el desarrollo de funciones asistenciales no habituales.
A modo de resumen, la profesión está pespunteada por una triple problemática, enormes exigencias en la formación y en el ejercicio, remuneración escasa (muy inferior a otros países) y menguante reconocimiento social.
Los estudios son largos (10-11 años) y duros, después de pedir a los adolescentes unas notas en el bachillerato extraordinarias. El conocimiento que se intenta abarcar es tan inconmensurable que pronto, durante la carrera, tiene uno que admitir la imposibilidad de conocerlo todo; forma parte de la capacidad que todo médico debe desarrollar para tolerar la incertidumbre.
Finalizada la pandemia, las exigencias de los ciudadanos son elevadas, en unas ocasiones adecuadas, en otras van más allá de lo que la ciencia puede aportar; a veces van regadas por la demagogia de los políticos que prometen derechos sin límite que no se corresponden con la realidad.
Formamos cada vez mejor a los médicos sin embargo el prestigio y el reconocimiento social del profesional ha menguado. ¿Cuántas agresiones en el desarrollo de su trabajo tienen los arquitectos, los ingenieros o los notarios? Los médicos las contabilizan porque ha dejado de ser extraordinario.
Estamos en el comienzo de que las modernas técnicas de inteligencia artificial y de big data invadan la consulta de millares de médicos, nuevos y costosos tratamientos de inmunoterapia están en el umbral de los hospitales; en medio de todo ello están unos profesionales entre los que el burnout tiene una presencia significativa.
Los profesionales de la medicina reclaman que la contraprestación (del pacto social) pase por formas de contratación y retribución que guarden relación con la responsabilidad y el nivel de pericia que se les exige, pero no es suficiente. Los médicos buscan recuperar autonomía profesional y sentido de pertenencia; así como ocupar una posición razonable en los niveles de decisión. Toda sociedad democrática debe mantener un pacto razonable con sus médicos. Vivimos un momento de desajuste de ese pacto. Creo que las reivindicaciones de los profesionales no han hecho nada más que empezar.
El colegio de médicos tiene legitimación para, con independencia de las fuerzas políticas, defender la voluntad general del colectivo médico. Si la institución colegial no quiere volver a verse sobrepasada por los acontecimientos, más pronto que tarde, tiene que escuchar los anhelos de sus colegiados y trasladar a los responsables políticos que unos médicos con sentimiento de pertenencia, satisfechos de su ejercicio profesional sólo redundará en una mejor atención a los ciudadanos. Pero no sólo el colegio, los sindicatos profesionales y las sociedades científicas han de servir como canal de expresión que haga explícita la situación del colectivo y colaborar en la necesaria restauración del pacto social que vincule a los médicos con la ciudadanía.