Hoy que vivimos tiempos de turbulencias extremas, cuando ha vuelto a aparecer el espectro de la guerra, la cultura de la sangre y la violencia es más necesario que nunca no vivir a impulsos y en la ignorancia. Es difícil hacernos ver que los protagonistas de la historia del presente somos nosotros, Boris lo consigue. Nos traslada a una parte muy próxima de esta historia del presente. Un documental que es una llamada de atención a que las cosas no pasan por que sí. También es un grito a la reflexión de que siempre es mejor unirse que separarse, siempre mejor dialogar y entenderse que enfrentarse.
Un documental que es una llamada de atención a que las cosas no pasan por que sí
- ¿Cuáles han sido las razones que te han impulsado a realizar este video?
Vivimos en una realidad hiperacelerada en la que es difícil pararse a pensar y analizar los acontecimientos. En la agenda mediática, las guerras se suceden una tras otra intercaladas con crisis variopintas y ciclones con nombre anglosajón, guardando siempre el sagrado lugar a los Black Friday y las Navidades. La guerra y las tragedias de los otros se tratan como un “contenido” más, algo que pasa, que forma parte de una realidad controlada de la que las autoridades ya se están ocupando y que no ha de interferir en los hábitos de consumo ni planes vacacionales de la ciudadanía.
Mi video es una llamada para pararse y pensar sobre una de “esas guerras”, concretamente la que me tocó más de cerca. La destrucción de Yugoslavia, con todos sus oscuros capítulos, ha sido el trauma de mi vida y la de cientos de miles de ex-compatriotas. Sentía la necesidad de añadir mi perspectiva para completar el relato superficial y deshumanizado que los medios esbozaron y de paso cuestionar el relato oficial acerca de las causas de este doloroso capítulo.
- ¿Quieres dejar con él algún mensaje a lo que hoy ocupa nuestra triste realidad?
Todas las guerras tienen dos cosas en común: una es la barbarie y el horror que deja vidas rotas, la otra es que nunca son expresión de la espontánea voluntad de la mayoría ciudadana sino choques de intereses de grupos de poder. Pienso que entender esto puede y debe llevarnos a los europeos a exigir paz por encima de cualquier otra consideración. El activismo pacifista parece tan pasado de moda como los pantalones de campana pero es tan necesario como en los años 60, sino más.
- En la actualidad, lo que pasó en la antigua Yugoslavia se ha convertido en un lejano recuerdo. ¿Tú crees que deberíamos los europeos tenerlo muy presente?
El conocido “quien no conoce la historia está condenado a repetirla” aplica aquí, sin duda.
Como Europa en su conjunto, Yugoslavia fue en sí un proyecto multicultural en el que distintas etnias convivieron en paz y se complementaron, hasta que dejaron de hacerlo. Si Europa quiere ser un espacio plural, abierto y cohesionado, debe evitar los errores cometidos en Yugoslavia.
- En tu trabajo se traslucen emociones muy personales. ¿Cómo te acompañan hoy día?
Sacar adelante este documental ha sido una manera de liberación emocional para mi. La decepción, la injusticia y el dolor del que he sido testigo son una pesada carga que he tenido que barrer bajo la alfombra durante muchos años. Contarlo, más que un deseo era una necesidad.
- ¿Tienes intención de continuar este trabajo?.
De hecho, sí. Me gustaría conocer cuán sólida es una de las hipótesis que propongo en mi documental: la de que “el espíritu yugoslavo pervive” ¿Es algo real o es una ilusión fruto de la nostalgia? Estoy esbozando un documental largometraje que investiga esta cuestión a través de entrevistas a ex-yugoslavos.