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Si España, y su Presidente, quiere liderar la lucha contra la dictadura venezolana, no le queda otra que reconocer la victoria de la oposición. Y liderar la postura en la Unión Europea. El dictador Maduro oculta sus actas pues no son ciertas.

LAS NUEVAS DOS ESPAÑAS

Las nuevas dos Españas

Las nuevas dos Españas

Cuando el peinado de una vicepresidenta o el uso de gafas de sol por un presidente son más criticables que el intento de ocupación de la sede del partido que está gobernando, tenemos un problema. Y, ese problema, no es político.


Los problemas políticos se resuelven en España gracias a la constitución más consensuada y, quizás por ello, más duradera de nuestra historia. Hay problemas parapolíticos, como los derivados de la utilización partidaria de los tribunales de justicia, pero no afectan al fondo de la cuestión: el Parlamento puede resolver, en última instancia, cualquiera de esos problemas, incluso modificando la propia Constitución. Son las ventajas de la democracia formal de la que disfrutamos.

 

El problema es social. El problema es el de una sociedad secularmente dividida en dos facciones. Desde que hay España es posible distinguir, más allá de los matices propios de una sociedad compleja, dos bloques que se enfrentan dialéctica o violentamente. Ya sean mediante constitucionalistas y absolutistas, carlistas e isabelinos,  o liberales y conservadores, el país se dividió durante el XIX, el primer siglo "español", en dos bloques irreconciliables.

 

En el siguiente siglo, monarquía y república fueron las dos banderas, literalmente hablando, que congregaban a su alrededor las dos facciones, lo cual dio paso violento a la confrontación entre nacionales y rojos. La penúltima división entre Españas, la que separaba a la izquierda y a la derecha, ha sido superada, al menos momentáneamente, por otra entre sanchistas y anti sanchistas.

 

Se llama sanchismo a una situación política resultante del acuerdo del Partido Socialista, con grupos a su izquierda y fuerzas nacionalistas, en resumen, todo el Congreso de los Diputados excepto el Partido Popular y su escisión, VOX. Agrupa partidos de izquierda y de derecha, por lo que su coagulante ya no es la ideología clásica sino el hecho, doble, de que no desean que gobierne la ultraderecha y el poder negociar ventajas políticas como precio a su aportación. Las fuerzas nacionalistas, además, pretenden desbrozar el camino hacia un separatismo futuro que, en otro caso, se les antojaría más difícil.

 

El anti sanchismo, a su vez, se puede dividir en dos partes. Una, de ellas, es puramente ideológica. Rechaza esa mezcolanza de ideas, muchas contradictorias entre sí, que puede impregnar de confusión la acción de gobierno y terminar produciendo algunos bandazos propios de la satisfacción de las diferentes ideas que nutren al mismo. Hay, en esa parte, gente de las antiguas derechas e izquierdas. Pero no es, numéricamente, la parte mayoritaria del anti sanchismo.

 

La mayor parte del anti sanchismo es política, es decir, tiene que ver con la conquista del poder y está dominada por el Partido Popular, un partido que nació con la idea de ser el centro derecha español. Pero, esa pretensión del PP está llegando a ser imposible, sobre todo desde la escisión de parte de su electorado hacia la ultraderecha bajo las siglas de VOX. Está bien que aspire a ello y, desde los tiempos de Aznar, lleva hablando de un largo y tortuoso viaje al centro. Pero la realidad es tozuda y, mientras discurre por esa senda deseada, pacta con VOX siempre que lo precisa y compite con ellos en sus manifestaciones públicas. De ahí el descalificar a las fuerzas de seguridad cuando no le sirven para espiar a sus adversarios, el confundir el acuerdo con fuerzas nacionalistas con corrupción (hablando de la soga en casa del ahorcado) o el acusar al presidente de Gobierno, democráticamente elegido, de ser un peligro para la democracia. Habría que preguntarse si tienen algún problema en el GPS que les impide encontrar el centro. O mienten.

 

Mientras se resuelve esa duda, lo más razonable es hablar de un comportamiento de extrema derecha. Y, si se comportan así, se manifiestan así y van por la vida así, muchos piensan que son así. De extrema derecha. Como en el caso del pato, ya saben.

 

Por eso, es fácil deducir que la división actual entre españoles se esté produciendo a ambos lados de una línea llamada Pedro Sánchez y dé lugar a las dos Españas de, respectivamente, sanchistas y ultraderechistas.

 

Otros intentos de superar esta situación se han demostrado, hasta ahora, inútiles. Por una parte, la gran esperanza blanca que constituyó Alberto Núñez Feijóo, ha constituido una decepción. Ni su pretendida moderación, enseguida superada por la necesidad de competir con VOX, además de con la línea más dura de su partido, ni, mucho menos, su deficiente preparación para un puesto que parece quedarle grande, han sido suficientes para lograr el sorpasso  al sanchismo. Su último, y naif, intento de pactar con “otro PSOE” que no fuera el de Sánchez, ha constituido su enésimo fracaso.

 

Porque, en este momento, no hay otro PSOE que el de Pedro Sánchez, como se acaba de demostrar en el reciente referéndum que ha convocado para consultar a sus bases sobre los pactos que está negociando con cinco grupos políticos. A pesar del peso en las alas de esas negociaciones que supone la amnistía, el resultado favorable en mas de un 87% de los militantes que han votado, supone un respaldo extraordinariamente indudable a su secretario general y candidato a la presidencia del gobierno. Incluso, tal apabullante respuesta a la ambigüedad de una pregunta que no daba detalles de esos pactos, puede valorase como un auténtico cheque en blanco de la militancia a los negociadores de esos pactos. O sea, a Pedro Sánchez. Por ello, el respeto que merecen las opiniones críticas dentro del PSOE, debe valorarse relativamente respecto de la mayoría, desde luego mas silenciosa, que parece dominar en ese partido.

 

Así pues, y hasta nueva orden, tenemos lo que tenemos. En el futuro, más o menos cercano, puede pasar cualquier cosa. Un giro de guion de Puigdemont (en este momento todavía posible), unas no imposibles próximas nuevas elecciones generales con, vete a saber, que resultado, un muy probable congreso extraordinario del PSOE, otra defenestración, y van varias, en el PP. Incluso una investidura de Pedro Sánchez antes del 27 de noviembre. Como decía el clásico, lo más probable es, que cualquiera sabe.

 

Pero, de momento, muchos pensarán que toca elegir entre sanchismo y ultraderecha. Por muy simple y demagógico que parezca. Pero, ¿alguien piensa que a varios de esos grupos políticos que pueden apoyar a Sánchez en su investidura les impulsa más su cercanía al candidato que su rechazo a que puedan gobernar PP y VOX?.

 

(Y, hablando de noviembre, ojo con el 20N de este año. Están crecidos).


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